Tarragona

La tragedia silenciosa de los hijos del maltrato

El 42% de los menores que crecen en un hogar donde hay maltrato requiere de ayuda psicológica.

Alejandro no ha perdonado que su padre matara a su madre cuando él era un niño
Alejandro no ha perdonado que su padre matara a su madre cuando él era un niñolarazon

MADRID- Un niño puede enfermar sin padecer, valga la redundancia, enfermedad alguna. «Tuvimos el caso de un menor al que le subía la fiebre y se hacía pis», cuenta Tina Alarcón, presidenta del Centro de Asistencia a las Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS). ¿El motivo? El niño tenía que visitar a su padre, separado de su madre. No quería verle: el padre había cumplido condena por malos tratos.

El caso de Alejandro fue aún más trágico. Hace tiempo participó en un libro que se llamaba «5x2=9. Diez miradas contra la violencia de género» (ediciones Península). Cerca de 37 años después de que su padre asesinara a su madre, cuando tenía 2 años, decidió escribir su historia a modo de terapia. No le apetece recordar la tragedia, pero hace un esfuerzo.

Creció muy arropado por sus abuelos maternos. «Hasta que cumplí 18 años no me enteré y me montaba mi propia historia», dice. Sin embargo, Alejandro llegó a la conclusión de que «no quería saber por qué mi padre había matado a mi madre». A día de hoy, no le perdona. «Hay que intentar perdonar, dice mi psiquiatra, para poder pasar página. Pero no puedo», asegura. Y es que su padre apenas cumplió tres años de cárcel por un crimen en el que «nunca mostró arrepentimiento». «Volvería a asesinar a una mujer si estuviese en una situación similar», concluye.


Los niños quedan al margen
Además de atender a las mujeres que han sufrido violaciones, en CAVAS también brindan ayuda a las madres y niños que han sufrido el infierno de los malos tratos. Y consideran que los más pequeños, al final, también son los más indefensos. Los jueces imponen órdenes de alejamiento y, esta semana, el Tribunal Constitucional avaló la imposición de este tipo de medidas aunque la víctima no las solicite. Sin embargo, los niños parecen quedar al margen. «No digo que haya una mala intención, sino una mala interpretación de la Ley de Violencia de Género», argumenta Alarcón.

Hablamos de un problema grave. Alrededor de 800.000 menores, tal como declaró el ya extinto Ministerio de Igualdad, padecen la violencia machista en nuestro país. Y además, el Gobierno eliminó la partida de atención especializada a los menores que sufren esta situación. «La focalización del problema los ha dejado fuera. Permanecen a la sombra de la violencia doméstica», afirma a este diario José Luis Calvo, portavoz de la asociación Prodeni, que defiende los derechos de los menores. 


Custodias y visita
«Desde hace tiempo se viene reflejando, en cuestiones como las custodias y los derechos de visita, que existe una mala actuación de las instituciones a la hora de ponderar el papel de los niños», añade. Y eso a pesar de que «hay bastantes casos en los que el niño muestra rechazo a estar con su padre». Así, es «frecuente que esos menores estén obligados a relacionarse y convivir con agresores y condenados, sólo porque no son ellos los receptores físicos de esas lesiones». Y al final, quedan «al margen de la violencia de género». Calvo recuerda el caso ocurrido la pasada semana en Tarragona. Abdslam Brada, ciudadano marroquí que se encuentra en busca y captura, asesinó a su mujer, de 26 años, y a sus dos hijos, de 2 y 6 años. El presunto agresor tenía una orden de alejamiento, pero su pareja accedió a que viviera con él. «Cuando se impone una orden de esta naturaleza, existen pruebas de que pueden ocurrir casos como éste», puntualiza.


Once años en el psiquiatra
Sin embargo, las secuelas que padecen los pequeños van más allá de la violencia física. Alejandro afirma que lleva «11 años y medio yendo al psiquiatra», a pesar de la lejanía en el tiempo. En su caso, padecía de aislamiento, miedo al abandono, reacciones bipolares y, sobre todo, «un gran sentimiento de culpabilidad». «Llegaba a pensar que, si yo no hubiera nacido, mi madre no habría muerto», dice.

La culpa, argumenta, también la afrontó cuando tuvo que recurrir a su padre para que le pagara los estudios, a sabiendas de su crimen: «Me sentí prostituido porque tuve que ejercer de hijo para poder estudiar».

Alejandro relata que pasó por los hogares de varios familiares. Pero cree que tantos movimientos, y en tan cortos períodos de tiempo, podrían haberle perjudicado.

Según estiman desde CAVAS, un 42 por ciento de los niños que crece en un hogar marcado por los malos tratos requiere tratamiento psicológico, aunque no los padezcan en su persona. «Sufren destestabilización psicológica al ser incapaces de salir de ese círculo infernal», dicen en Prodeni.

Alejandro tuvo la fortuna de no estar solo. Pero no es el caso de todos los niños que pierden a su madre en tan sangrientas circunstancias. «Si no cuentan con una familia cercana pueden ser tutelados y terminan habitualmente en una institución», dice Tina Alarcón. Y «su situación es muy dramática: no van a poder ser adoptados porque siguen contando con una familia biológica.

Son niños que pueden llegar a pasar años en un centro. Y cuando son más mayores, no es, quizá, el sitio más adecuado para ellos», añade.


Entre dos fuegos
La presidenta de CAVAS subraya que «no existen ayudas especiales para estros niños dentro de la violencia de género».

Alguna vez se ha dado el caso de menores que se han encontrado entre dos fuegos: los abuelos maternos y paternos, enfrentados por hacerse con la custodia del niño, y cuya lucha acaba en litigio. «Siempre acabarán a merced de lo que dicte el juez», dice Alarcón. Y el hecho de estar entre dos frentes es «muy perjudicial» para el pequeño. Hoy, Alejandro tiene dos hijos. Y «no quiero que conozcan a su abuelo», comenta. Para él, crecer en un hogar marcado por la violencia tiene serios riesgos. «Te comportas como te han enseñado y, si no ves nada más que lo que tienes en casa, piensas que es lo normal».

Afortunadamente, Alejandro tuvo como referencia «a otras personas de mi familia». Y afirma que «antes me mataría yo que hacerles daño».

Como el caso de Alejandro hay cientos. Mientras, sigue aumentando el número de denuncias registradas en el juzgado por violencia de género. Durante el segundo trimentes hubo 34.256 casos.