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«Patera» sanitaria

El 55 por ciento de las mujeres que dan a luz en Melilla, la ciudad española con mayor natalidad, son marroquíes que cruzan la frontera. A la sanidad pública le cuesta 6 millones de euros

«Patera» sanitaria
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Se ha roto la bolsa». «Estoy sangrando». «El niño viene mal». Las mujeres marroquíes inventan cualquier urgencia en el Hospital Comarcal de Melilla para que sus hijos nazcan en España de forma gratuita. La atención es mejor que en sus países y el coste es cero. El centro sanitario de esta ciudad autónoma de 70.000 habitantes, al norte de África y limítrofe con Marruecos, debe asumir la tasa de natalidad más alta de nuestro país. El 55 por ciento de las gestantes son de origen marroquí y no disponen de seguridad social. El personal sanitario alega que no puede más, que van a «explotar» por el estrés que soportan y la sobrecarga de trabajo.

Las estadísticas arrojan una crecida exponencial de 200 partos más al año en la ciudad autónoma. De los 900/950 que se atienden de media anual en cualquier hospital español, a los 2.100 de Melilla en 2011. El sindicato de enfermería Satse denunció la semana pasada que la cifra es más del doble de lo deseable, que la situación les sobrepasa, que el aumento de partos se ha «desorbitado». «Nos da igual atender a extranjeros que a españolas. No queremos que se nos tache de xenófobas», explica una profesional sanitaria del centro que pide anonimato. «Sólo necesitamos más recursos», reivindica. En esto coinciden todos los entrevistados: «No queremos culpar a nadie, sólo pedimos ayuda».

El caos de Urgencias origina situaciones intolerables. Con un equipo de 13 matrones y dos enfermeros se atienden hasta 19 partos al día, en verano hasta seis en una hora. Las mujeres acuden desde Nador (Marruecos), cuya capital se encuentra a apenas 15 kilómetros de Melilla. Hay razones evidentes para cruzar la frontera. Una: la atención suele ser mejor; dos: quieren hijos nacidos en España; tres y más importante: es completamente gratuita.

Para conseguir ser ingresadas, las mujeres simulan que rompen aguas, fingen dolores o gritan nerviosas. En ocasiones conviven durante semanas con otras embarazadas casi fuera de cuentas en pisos minúsculos a la espera del bebé. Los domicilios podrían ser regentados por mafias organizadas que se lucran de la vulnerabilidad de las gestantes pero es difícil demostrarlo, apuntan fuentes policiales melillenses. «La mayoría de las mujeres tienen familiares o conocidos que las echan una mano. Esta ayuda no es delito, aunque las cobraran», puntualizan telefónicamente desde comisaría. Las embarazadas a veces simulan que no entienden español para que no las reprendan. «A priori se identifican como familiar de visita. Esta es la palabra que más repiten («familiar») junto con «visita», para que quede claro que el parto les ha sorprendido durante una corta estancia en territorio español. Suelen ser mujeres de etnia bereber», cuentan los sanitarios.

El requisito que se les pide para cruzar la frontera es sencillamente el pasaporte, «como a nosotros cuando pasamos a Marruecos», agregan los responsables policiales. Si la mujer viene de una zona más alejada del continente africano, se le solicita un visado. Cuando ya acuden en un estado de gestación muy evidente, los controles se refuerzan. Pero las mujeres lo saben y toman medidas: «Lo que hacen es venirse unas semanas antes, y se tapan con faldones o lo que sea, para que no se las note».

Ritmo frenético
¿Cuánto cuesta todo esto a la Sanidad pública española? No hay cifras oficiales. Si contamos con una media de 3.000 euros por un parto normal –sin cesárea-, incluyendo la ocupación de cama varios días, medicamentos, comida, aparatos especializados, personal... el gasto podría suponer a la Seguridad Social española hasta seis millones de euros al año. La plantilla del Hospital Comarcal de Melilla está formada por 13 matrones y dos enfermeros. En cada turno, hay tres matrones. Ellos son los encargados de recibir a las mujeres que llegan a Urgencias, pero también a las mujeres ya trasladadas a planta. Algunos turnos, con un ritmo frenético y un agotamiento evidente, han llegado a atender 19 partos. Un día de verano, recuerdan los profesionales, llegaron a tener seis partos en una hora. «Como hacen los controladores aéreos, controlamos el tráfico de camillas y pacientes», intentan bromear. Alguna lo tiene bien organizado. Llega ya con un certificado ginecológico en el que se muestra que el niño viene de nalgas, por ejemplo. «En este caso hay que practicar una cesárea», afirman.

Debido a la trágica situación, la mayor parte de las veces el parto no llega a la zona de dilatación y al paritorio. Se produce en la cama del hospital. Los profesionales ya saben cómo se desarrollo el protocolo en esos casos. Para ellos, es el pan de cada día. Los ginecólogos también están saturados, según los sindicatos. «El problema no es con la gente pobre que busca la atención sanitaria básica. A veces llegan con zapatillas llenas de barro y el pelo sucio. Nos apiadamos de su situación», afirman desde el hospital. «Pero las hay que van cubiertas de oro y con el último iphone», denuncian. Los profesionales se quejan de que las mujeres «vienen de todo Marruecos» y sospechan de mafias organizadas en los traslados.

Algunos acompañantes son más que conocidos en el centro hospitalario. El procedimiento engañoso es el siguiente: la mujer embarazada acude a punto de romper aguas (si no es así, insisten en que sí lo es para que la ingresen). En el papel de ingreso no escribe ninguna dirección, como mucho Nador o Marruecos. Cuando se las acepta y tras recibir los cuidados necesarios, dan a luz en el paritorio con todas las garantías. Después se marchan y el recibo con los gastos no puede enviarse a ningún domicilio ya que no existe dirección postal algunas. También se llevan un certificado de nacimiento que después inscriben en el registro civil.

Dar a luz cuanto antes
La afluencia de gestantes aumenta significativamente durante las jornadas del paso del Estrecho, momento en el que las marroquíes regresan a su país desde Holanda, Noruega y toda Europa. Pero antes de regresar, estudiando las fechas, se detienen en Melilla para dar a luz. «Las atendemos dos, tres, cuatro veces… pero tenemos que darles el alta porque no están aún de parto. A veces se enfadan mucho porque quieren quedarse ingresadas y dar a luz cuanto antes», explican los sanitarios. Ninguno de los profesionales del centro quiere que se revele su identidad. Saben que la gerencia del hospital está haciendo un esfuerzo grande (que ellos reconocen) para paliar la situación. Pero no es suficiente.

Los periódicos de la zona como «Melilla Hoy» o «El Faro» recogen frecuentemente problemas de infraestructura y escasez de personal en el hospital. La cigüeña en Marruecos no solo elige Melilla para anidar.

En Ceuta, la otra ciudad autónoma en territorio africano, con 80.000 habitantes y 19 kilómetros cuadrados de extensión, no está mucho mejor. El director general del Instituto de Gestión Sanitaria (Ingesa), José Julián Díaz Melguizo, y el delegado del Gobierno en Ceuta, Francisco Antonio González Pérez, señalaron el pasado jueves que la sanidad pública debería «cerrar los grifos» que permiten a quienes no tienen la condición de beneficiarios de asistencia sanitaria la comisión de «abusos» a través de «subterfugios». Entre las medidas que adoptará la Administración, señalaron, se cuenta la de «elevar» los criterios de acceso a atención médica a través de los servicios de Urgencias. «En nada favorece, ni a los que vienen ni a los que están, el colapso de este servicio con atenciones que se ajustan a lo establecido», afirmó González Pérez.El delegado del Gobierno aseguró que las Fuerzas de Seguridad «ya están trabajando» también sobre las «mafias».

Piso para salir de cuentas
El delegado del Gobierno en Melilla, Abdelmalik El Barkani (PP), pidió esta semana «más concreción» a los profesionales sanitarios sobre las denuncias sobre los supuestos «piso patera» para parturientas. El Barkani pidió información específica sobre dónde se encuentran estos domicilios, desde cuándo, quién podría estar detrás y quiénes son esos acompañantes que acuden con las mujeres. El delegado declaró a la prensa local que ya se están llevando a cabo gestiones para erradicar la situación. «Esos supuestos pisos patera no deberían existir porque significaría que están teniendo una estancia irregular en nuestra ciudad», afirmó.
La línea entre el delito y la simple ayuda a necesitados es muy fina. Desde el Cuerpo Nacional de Policía de Melilla explican que no hay una investigación oficial abierta. «Al ser una ciudad trasfronteriza, la mayoría de las mujeres tienen familia, amigos o conocidos aquí», comentan telefónicamente desde la comisaría melillense.