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Bandoleros y malos hábitos por Paco Reyero
Instalados en lo grotesco, conviene presentar al chófer Trujillo como estrella de la parada de los monstruos de la corrupción: una fabulosa atracción del lumpen, un nuevo animal enjaulado a incluir en el bestiario de los ERE al lado de Guerrero. Bandolerismo ramplón de ventas del camino y cunetas en el crepúsculo donde empolvarse la nariz. Diríamos que los Siete Niños de Écija, con el alma en bandolera y el romanticismo de asalto de monte, se nos han dado a las anfetas, al alterne y a la subvención. A Guerrero se le empuja hacia el retrato incompleto del noctívago prodigioso y pródigo porque al poder le resulta conveniente. Maticemos, desesperadamente conveniente. Una acotación de la culpa: el pobre-diablo irreflexivo de la Administración que repartía billetes sacados del cajón del Monopoly y quizá, quien, si hubiera podido, habría publicado la barra libre en el Boletín Oficial de la Junta para que reinara una alegre melopea regional. Él y Trujillo, Thelma y Louise de Beefeater y Peugeot 405 (azul noche metalizado). Permítanme variar el enfoque si, como cuenta un alto cargo socialista con el que departo mañanas al sol, se confirma que Guerrero fue obligado a entregar un análisis para seguir en su puesto de trabajo. Al «freak» se le pone un pijama de hospital y surge aquel al que la administración no investiga a tiempo, pero sí «chequea» ante sus malos hábitos. Incluso ante tal indicio clínico, la Junta se ha empeñado en llamar al señor Lobo de «Pulp Fiction», afanada en tapar diez años de despilfarro en diez minutos. Tratar de llenar el mar con agua de lluvia es imposible. Creo que nos cuentan que lo hizo uno solo y además le quitó el tapón.
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