Artistas
Arroyo torrencial
Sí, ya lo sé: un arroyo no puede ser torrencial, pero sí el pintor Eduardo Arroyo, que publica en Taurus sus memorias: «Minuta para un testamento». Con grandes méritos artísticos que mantiene a una elegante distancia del lector, sus ideas y sentido del humor permiten augurarle una feliz marginación liberal: se opone a la derecha y a la Iglesia, pero la izquierda, de la que se declara simpatizante, recelará de él. Para Arroyo los ecologistas son «gente peligrosa y sin escrúpulos»; no comparte la admiración por Almodóvar y la tonta movida madrileña, y no traga a procastristas y probolivarianos. Sospecha de unos suecos capaces de darle el Nobel a Saramago, Cela, Fo y Grass. Le parece tan rechazable el nacionalismo que impide que expongan artistas como «el exhibicionismo de una pseudoizquierda subvencionada y pancartista». Concluye: «El aniquilamiento de la libre competencia conduce a un arte oficial lleno de contradicciones y dominado por la figura del funcionario embarazoso». Pone a parir a ilustres izquierdistas y despotrica contra las 35 horas, la excepción cultural y la «no menos pintoresca» Alianza de Civilizaciones. Desencantado con el mayo de 1968 («reforzó al Estado contra los ciudadanos»), nos invita a rechazar el «totalitarismo blando» y a defender «hasta con los dientes nuestra vida privada creando en torno a ella sólidas trincheras, inasequibles al asalto del Leviatán administrativo; colaborar al bien común es necesario, pero no de rodillas». Le asquea el puritanismo de unos progres que recortan día a día nuestras libertades y que no nos dejan hacer testamento ni casi nada en paz: «Ya sólo falta que nos digan a qué hora es obligatorio levantarnos y a qué hora acostarnos; la estulticia pseudoprogresista nos quitó el boxeo y ahora, amparada en esa bonne conscience hipócrita que es su marca de fábrica, intenta quitarnos los toros». Este hombre notable que odia a Franco se revuelve contra la izquierda de los derechos y subvenciones con dos luminosos lemas liberales: «No consiento que nadie vaya contra mis intereses» y «No consiento que nadie impida a otro ganarse la vida».
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