Chicago

Beato Maius en busca del hijo pródigo

Estuvo 400 años dando tumbos hasta acabar en Nueva York. Por fin, el códice Maius podría regresar a león.

La Razón
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n los tiempos que corren, con el inglés campando a sus anchas por los dominios de internet, no resulta muy habitual toparse en la red con un saludo de esta guisa: «Pax et Lumen sint omnibus vobiscum». Es decir, «que la paz y la luz estén con todos vosotros». Tampoco debe ser muy normal encontrarse en una sala de la Biblioteca Nacional a un catedrático emérito de la Universidad de Pittsburg con cara de catedrático emérito de la Universidad de Pittsburg, a la sazón la máxima autoridad mundial en beatos, exhibiendo en su portátil una enorme pegatina del toro de Osborne, toda una declaración de amor a España. Y mucho menos asistir al desigual cara a cara entre una aldea leonesa de 180 vecinos y su destartalado monasterio contra uno de los banqueros más poderosos de la historia. Todo eso, y mucho más, lo ha conseguido un tal Maius, un monje del siglo X del monasterio leonés de San Miguel de Escalada que nos ha dejado un legado impagable: el que, según los expertos, es el comentario ilustrado al Libro del Apocalipsis de San Juan más valioso, antiguo y «revolucionario» –si esto es posible– de todos los herederos del original beato de Liébana. Una joya.

Una exposición temporal

Pero todas las bondades de este códice (ideado, como el resto de beatos, para tranquilizar a los fieles ante el temor del fin del mundo) esconden un pequeño inconveniente: desde hace un siglo el manuscrito descansa en el 225 de la Av. Madison de Nueva York, custodiado en una vitrina de la J. P. Morgan Library, el museo fundado por el que para muchos fue el banquero más influyente de la historia. ¿Podrá alguna vez el hijo pródigo volver a España? En este empeño se han embarcado un reputado investigador, una voluntariosa alcaldesa, un empleado de banca metido a historiador, un director de museo y 19 pueblos de una comarca leonesa, miembros de este heterogéneo «comando Maius» conjurado para convencer al museo de que ceda el códice para una muestra temporal.
Vayamos por partes. El experto historiador, el profesor emérito de Pittsburg, es John Williams, considerado por muchos el mayor entendido en beatos. Once meses del año los pasa en su casa de EE UU. El restante, entre los libros de la Biblioteca Nacional de Madrid. Siente pasión por España y, sobre todo, por el códice de Maius, que considera, en contra de la teoría de otros historiadores, el más antiguo que se conserva completo tras el de Liébana. Williams no se quiere presentar como intermediario entre la Morgan y España, pero sería un pecado desaprovechar sus relaciones con el museo, de quien es colaborador. «Como experto, me encantaría que el beato viniera», confiesa.

Campaña en internet

Mientras él mueve sus hilos en Nueva York, Alfredo García sacude conciencias en su pueblo. A través de la Asociación Cultural Priorato de Escalada, ha emprendido una campaña que incluye celebraciones, conciertos gregorianos y una cruzada en internet en la que el monje se permite la licencia de saludar a los internautas con la fórmula de los antiguos pobladores astures, convenientemente traducida al latín («Pax et Lumen sint omnibus vobiscum»). De momento, García ya ha conseguido que, ayer mismo, el Ministerio de Cultura les entregue un cuidado facsímil del beato. Por algo se empieza.
En el mismo barco navega la alcaldesa del Ayuntamiento de Gradefes, Ana Ferreras, que representa a 1.200 vecinos de 19 pueblos, entre ellos San Miguel (180 habitantes), y que es la encargada de cartearse con la Morgan. Y Luis Grau, director del recién rehabilitado Museo de León, donde se albergaría el códice con todas las garantías de seguridad para una pieza como ésta. «Tenemos marfiles románicos y tapices de la época del beato. Sabremos recibirle bien», dice.

De mano en mano

La fiebre alrededor del beato parece justificada. Pese a su edad, Maius tiene página web para recoger firmas, club de «fans» y un vídeo en Youtube en el que se presenta a los más descreídos: «Yo, humilde monje Maio, pongo fin en este año de nuestro Señor a la copia que de los comentarios al apocalipsis del beato de Liébana me ordenó mi abad Alfonso, y que he podido concluir gracias a la iluminación de San Miguel».
De San Miguel de Escalada a la Gran Manzana. ¿Cómo ha llegado hasta allí? A lo largo de su azarosa vida, el códice Maius ha sido lote de herencia, moneda de cambio de mercadillo y objeto de especulación para coleccionistas. Reposó en León al menos hasta el siglo XIV. Formó parte del legado que el arzobispo de Valencia, Martín Pérez de Ayala, donó a su muerte (1556) a la orden militar de Santiago en su residencia maestral de Uclés, en Cuenca. Allí permaneció casi dos siglos, que no es poco, hasta la desamortización de 1837. Tres años después acabó en manos de un irresponsable comerciante, que lo cambió por un reloj de plata antiguo. En 1847 fue «colocado» de nuevo por algo más de 1.000 francos, revendido después a un avispado coleccionista de manuscritos por 1.500 y endosado a un conde por ocho veces su precio. Un negocio redondo. Poco antes de terminar el siglo, en 1897, lo adquirió el coleccionista londinense H.Y. Thompson, que se deshace de él en 1919. El códice, junto a otras obras, lo compra el todopoderoso banquero J. P. Morgan, tan amante del billete verde como de los manuscritos añejos y los cuadros, esculturas y libros de toda clase y condición.

De Chicago a Baltimore

Pese a la voluntariosa campaña del «comando Maius», el museo neoyorquino se resiste, por ahora. A la primera petición por fax y correo electrónico, William Voelke, conservador de la Morgan, arguyó que el manuscrito no estará disponible a corto plazo, porque ha sido cedido para exposiciones en Chicago y Baltimore. La alcaldesa de Gradefes ve la botella medio llena: «Mejor, eso quiere decir que es un beato viajero y que hay posibilidades de que venga a León». La segunda excusa es que Maius –sostiene Voelke– ni vivió en Escalada ni pintó allí el beato, sino en la zamorana San Salvador de Tábara. Los historiadores locales lo niegan y afirman que hay pruebas que certifican que la obra es «San Miguel 100%». Poca importancia tiene. Primero porque Tábara era, en el siglo X, dominio del Reino de León. Y segundo porque, ¿quién se atreve a poner barreras al beato Maius?