Galicia

Cohabitar

La Razón
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Los políticos lo saben: su obligación es hablar y hacer algo mientras tanto. Pero lo importante es que sean coleccionistas de palabras y las suelten continuamente, aunque no tengan nada que decir. Da igual, el caso es que hablen. Lo suyo no es lo que dijo Descartes:«Pienso, luego existo»; no, en su caso es «hablo, luego existo». Y Zapatero ha resurgido por uno de esos lapsus linguae que se quedan en la memoria colectiva como una marca indeleble. Una anécdota apenas, sexual eso sí, que da mucho juego al adolescente juguetón que llevamos dentro, pero que no tiene más categoría. O sí. Porque, cual aprendices de Freud, no faltan los que intentan escarbar en el cerebro del presidente para averiguar de dónde salió esa invocación al coito al lado de Medvedev, ese ruso tan ruso. Sencillo: Zapatero dijo lo que dijo porque su inconsciente estaba en Galicia, tierra del coitus interruptus socialista. De aquellos barros, estos «lapsus», que al presidente se le notaba cabizbajo, reconcentrado en cómo les ha abierto las carnes Touriño, desterrado ya al limbo. Siento el desliz por lo que sugiere de abatimiento por las elecciones gallegas y la aparente falta de entusiasmo por el resultado de las vascas. Lástima, porque visualizar a Patxi López de lendakari es de las cosas más excitantes, sugerentes, casi orgásmicas, que diría Zerolo, que nos han pasado en años. Cuestión anímica. Mientras Zapatero se entregaba al lapsus linguae producto de la desubicación, López, en su sitio, habló, esta vez sí, para decir algo, y le cantó las cuarenta a los del PNV por sus arrebatos totalitarios. Claro... aparte del gatillazo de las gallegas, Zapatero también pensaba en con quién cohabitar en Madrid. Si es que, en el fondo, dijo lo que quería decir, que se está quedando sin compañía parlamentaria y así no hay quien... eso.