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La guerra es para cobardes

NARRATIVAGabriel Chevallier«El miedo»Editorial El Acantilado368 páginas. 22 eurosPuntuación: 4/5

La guerra es para cobardes
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La vida del francés Gabriel Chevallier (1895-1969) es la común que sufrieron muchos jóvenes europeos en 1914: todo se interrumpe porque se ha declarado la guerra, y hay que servir a la patria. Se pretende un halo de grandeza, de heroísmo casi romántico, por parte de la propaganda política, y en verdad miles de muchachos acuden a batallar, con la cabeza alta y mucha inquietud por conocer desde dentro un ejército, incluido Chevallier: «Estaba lleno de una consciente curiosidad, y, pensando que la guerra sería el espectáculo más extraordinario de la época, no quería perdérmelo», dice al comienzo de este libro que es a la vez novela, memorias y ensayo. Novela por la calidad intrínseca del relato, que cuenta magníficamente –de la mano de su traductor, José Ramón Monreal– la historia de un chico que es enviado a filas y se enfrenta a innumerables situaciones nuevas y espantosas. Memorias porque el autor rememora su experiencia bélica, desde los días de la instrucción militar hasta que llega la paz. Ensayo porque «El miedo» (1930) es una reflexión sobre la falacia de considerar la guerra bajo el prisma de la lealtad a un país o un acto de valentía.Un conflicto purificadorYa en el prefacio a la edición de 1951 se advierte del propósito de la obra: anular la idea de que «la guerra era moralizadora, purificadora y redentora», como promovían los estados. Muy al contrario, el autor de «Clochemerle» –novela satírica que se tradujo en España en 1978 y de la que la BBC hizo una serie– pone en primer término algo ausente de forma habitual de las novelas de guerras: el hecho de sentir miedo ante la brutalidad de ver morir al prójimo, ser mutilado u oír el silbido de los obuses que caen y estallan: «En cuanto a hablar de la guerra sin hablar del miedo, sin ponerlo en un primer plano, hubiera sido un camelo». Esta obra extraordinaria, por distinta y valiente en admitir lo que todos callaban en aquella época en que el honor y el orgullo eran explotados por los líderes políticos en sus arengas, es además ejemplarizante, un modelo ético. Vemos la hipocresía de los jerarcas militares, a las masas alienadas subliminalmente, el horror de los cadáveres, el azar que mantiene en vida a Dartemont, pleno de sentido común: «Ya a los diecinueve años no pensaba que hubiera la menor grandeza en hundirle un arma en la tripa a un hombre, en alegrarme de su muerte», afirma el alter ego de Chevallier, que cumplió cuatro años de servicio antes de volver a la vida civil. Luego, se hizo periodista y escritor; vendrían tambores de otra gran guerra, y hasta decidió retirar su libro de la circulación, en un acto de discreción y delicadeza, en 1939.