París
La revuelta supera a Musavi
El reformista pidió a los iraníes que se quedaran en casa «para proteger sus vidas», pero el ansia de cambio pudo más.
Se acabó la función. Ya no se verán más «revoluciones de terciopelo» ni «mareas verdes» en las calles de Teherán: las autoridades iraníes han decidido bajar el telón. El Ministerio de Guía y Orientación Islámica iraní anuló ayer todos los permisos a las agencias de prensa extranjera y advirtió de que no pueden cubrir ningún acto en la calle que no cuente con su autorización. Todas las acreditaciones que habían sido extendidas a los periodistas para moverse por la ciudad han sido canceladas y, hasta nueva orden, los informadores deberán permanecer en sus oficinas, informó una circular. La República Islámica se ha sumido, de nuevo, en un hermetismo total, imponiendo la censura informativa e invitando a los enviados especiales a hacer las maletas para abandonar cuanto antes el país.
La medida se tomó para impedir a los periodistas cubrir una nueva manifestación de la oposición que finalmente recorrió las calles de la capital un día después de que siete personas muriesen en enfrenta- mientos entre seguidores del líder reformista, Mir Husein Musavi y del presidente, Mahmud Ahmadineyad. Aparte de los muertos y decenas de heridos, otros cientos de seguidores de Musavi acabaron detenidos por las fuerzas de seguridad.
Ayer, de nuevo, cientos de opositores salieron a la calle a protestar contra la reelección de Ahmadineyad, a pesar de que el propio Mu- savi pidió a sus partidarios contención para «proteger sus vidas». En silencio y con sus dedos en forma de «V», los manifestantes avanzaron por el centro de la ciudad en dirección a la plaza de Vanak, en el norte de la capital. Según testigos, la hilera ocupó varios kilómetros, como la marcha del lunes.
Paralelamente, también en el centro de Teherán, se celebraba una marcha oficial para apoyar al presidente. La manifestación pro-Ahmadineyad, bendecida por el ayatolá Ali Jamenei, fue calificada de «concentración por la unidad», según la televisión nacional iraní, que aseguró que en ella participaron miles de personas procedentes «de todos los estratos de la sociedad». La cadena oficial fue la única con permiso para retransmitir las imágenes de la atestada avenida de Valye Asr.
Mientras en las calles de Teherán los iraníes participaban en sendas marchas enfrentadas, los miembros del Consejo de Guardianes deliberaban sobre la decisión de anular los comicios presidenciales. Finalmente, el portavoz del citado órgano, Abbas Ali Kadkhodai, anunció que están dispuestos a realizar un nuevo recuento de los votos, pero sólo allí donde se hayan denunciado irregularidades. En declaraciones difundidas por la agencia oficial Irna, Kadkhaodai informó de que únicamente se procederá al recuento «en aquellas urnas donde los candidatos crean que se ha cometido fraude».
El candidato derrotado había denunciado ante el Consejo de Guardianes que tanto el Ministerio de Interior como «uno de los candidatos influyeron en el resultado». La decisión del poderoso Consejo llegó después de la intervención inesperada del ayatolá Jamenei, que pidió a ese órgano que tomase en serio las reclamaciones. Por ello, algunos observadores temen que se trate de una maniobra para ganar tiempo y esperar a que se calmen los ánimos, mientras en la cúpula del poder se llega a un acuerdo para tapar las posibles irregularidades. Mientras, el Gobierno sigue estrechando el cerco contra los reformistas. A los 26 detenidos como responsables de los disturbios de los últimos días se sumó ayer el arresto del clérigo Ali Abtahi, que fue vicepresidente con Mohamed Jatami, y del politólogo Said Hajarian, que fue consejero de éste.
Los artistas e intelectuales iraníes piden rechazar los resultados
Por Rocío Colomer
La tensión entre los respresentantes de las artes plásticas y audiovisuales iraníes y el «establisment» de la República Islámica ha sido una constante en las últimas décadas, pero ha cobrado una nueva dimensión tras las elecciones del pasado viernes. El respetado director de cine iraní, Mohsen Makhmalba (en la imagen), se ha erguido como uno de los portavoces no oficiales pero sí autorizados de Musavi en su exilio en París y ha pedido a la comunidad internacional que no reconozca la victoria de Ahmadineyad. Un llamamiento al que se unió ayer la autora del dibujo animado «Persépolis», Marjane Satrapi, que exigió no legitimar al régimen.
Basij: Milicianos contra el enemigo interior
«Un país con 20 millones de jóvenes debe tener 20 millones de milicianos o una fuerza militar con 20 millones de soldados; un país como ese jamás será destruido». Bajo esta premisa, el ayatolá Jomeini lanzó el decreto por el que se fundó el Basij en noviembre de 1979. Lo que se dio en llamar entonces una «gran milicia popular» se ha convertido, con el paso de los años, en una gigantesca maquinaria de represión controlada por el Ejército de los Guardianes de la Revolución, el temido «Pasdaran». Originalmente formado por menores de 18 años, mayores de 45 y mujeres de todas las edades, el Basij tuvo una destacada participación en la guerra con Irak (1980-1988), donde murieron miles de adolescentes en los campos de minas. Posteriormente, estas milicias populares se reorganizaron para ejercer un férreo control sobre la «moralidad» de la población –controlar el correcto vestido de las mujeres, confiscar material «indecente» o antenas parabólicas– pero también sobre otras actividades más «peligrosas» políticamente, como detener a estudiantes sospechosos de reunirse o evitar manifestaciones contra el régimen.
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