París

«Las hadas»: Wagner en clave pop

Con decorados monumentales y un estallido de color y luz, el director de escena Emilio Sagi traslada al Châtelet de París esta ópera de juventud de Wagner, que subirá a escena el día 27.

Una inmensa lámpara llena el escenario del teatro, tomado por hadas wagnerianas
Una inmensa lámpara llena el escenario del teatro, tomado por hadas wagnerianaslarazon

El de «wagneriano» no es quizá el adjetivo que mejor le define. Emilio Sagi lo admite. Es un universo, un registro con el que, a priori, cuesta vincularle. De hecho, él mismo confiesa su sorpresa cuando hace dos años el director del parisino Théâtre du Châtelet le hizo la propuesta. Por aquel entonces, Sagi acababa de estrenar en esa misma sala «El Cantor de México», «el mayor disparate que París veía desde hacía mucho tiempo», dice entre risas el director español. La obra fue aplaudida por el público y ensalzada por la Prensa. Pero cuando Jean-Luc Choplin le habló de «Las hadas» (Die Feen), no aceptó de inmediato, aunque le asaltó la curiosidad. ¿Por qué él? Porque el director del Châtelet, consciente del riesgo que supone montar de la nada, sin precedente alguno, la segunda ópera que Richard Wagner escribió, una composición prácticamente desconocida, necesitaba a alguien con mucha escuela: «Una persona con mucha profesión y trayectoria para poder desentrañar esta obra inconexa y poco común», explica Sagi a este periódico. Nos recibe en el Zimmer. El refugio de artistas y plumillas de la Prensa. La «brasserie» contigua a este céntrico teatro en el que desde hace unos días dirige y ultima los ensayos antes del gran estreno el próximo día 27 de marzo.Un joven de 20 añosWagner tenía apenas veinte años cuando compone y escribe esta ópera. La primera realmente acabada, pero que ha pasado inadvertida y no suele figurar en los repertorios de los grandes coliseos. «En ella hay doscientas mil influencias, de Beethoven a Mozart, dúos que recuerdan al Papageno y la Papagena de "La Flauta encantada", pero lo que de verdad me interesó es que ahí estaban ya las ideas sobre el amor que más tarde desarrollará en "Tristán e Isolda". O en los personajes de Sigmundo y Siglinda». Pero tuvo que llegar hasta el final del libreto para quedar subyugado. «Fueron las últimas frases de Arindal, el protagonista masculino, las que me sedujeron. Cuando le pide a la naturaleza que le ayude a salvar a su mujer convertida en una estatua de piedra. Ahí acude a los sentimientos, a las pasiones humanas, a un amor liberador». A todo lo que después definirá a Wagner. El germen del gran compositor que más tarde será, anida ya en esta obra que pese a la mocedad del autor y el popurrí de influencias que la nutren, Sagi se niega a tildar de inmadura: «Yo diría que es dubitativa. Él no sabe todavía muy bien dónde instalarse».El argumento es complejo y difuso. Un mundo onírico poblado de hadas y príncipes, de caballeros y princesas, que el director del Teatro Arriaga de Bilbao, lleva a escena con una estética pop –algunos dirán kitsch– arriesgada. De acuerdo con las exigencias de Choplin, que quería un tratamiento escénico «simple, elegante y moderno».Como arriesgado es también montar una pieza de la que no existen referencias a las que echar mano para inspirarse. Y lo explica: «Es una ventaja poder aventurarte en un mundo que tú decides, sin luchar contra nada, pero por otro lado, estás ante un vacío total». Su mundo es el de Jeff Koons, Dan Flavin y James Turrell, universos luminosos en los que gravitan objetos sobredimensionados; aquí, sobre fondo azul eléctrico. Risas entre dramaEl tercer y último acto lo preside, por ejemplo, una monumental y centelleante lámpara-araña. Mientras que los adeptos de Koons podrán ver el alma de su famoso «Puppy» en una intimidante cabeza de «pin-up» recubierta de flores e inspirada en las creadas por Alberto Vargas. Un extraño pero posible maridaje. Que se presta mejor, según Sagi, en estas primeras obras que en las últimas «porque no tienen esa trascendencia filosófica».Tanto es así que hay momentos trágicos interrumpidos por desconcertantes secuencias cómicas: «Pueden resultar algo incomprensibles, dice, pero aproveché estos "sketches"para propiciar la comedia, que conozco bien», asegura. Sólo unos días distan del estreno en París (el próximo día 27), ante un público que califica de «abierto» y su satisfacción contrasta con el habitual miedo escénico: «Es uno de mis mayores retos, confiesa, pero nuestra profesión tiene una atracción fatal por el riesgo».