Sevilla
Llorente se merienda al Sevilla
En poco más de media hora el Athletic, con un incomensurable Llorente, se merendó al Sevilla, un gatito en la guarida del león. San Mamés rugió como hacía décadas que no lo hacía para celebrar el pase a la final de la Copa del Rey vienticuatro años después. Y lo hizo a lo grande, ridiculizando al equipo de Del Nido - «Nos vamos a comer al león de la melena a la cola», avisó-, llevando a su terreno la eliminatoria y devorando al rival gracias a la figura de su delantero internacional, autor de un gol y asistente en otros dos. Fue también el triunfo de la espectacular afición rojiblanca y, cómo no, de Caparrós, el triunfo de ese otro fútbol que domina mejor que nadie -con interrupciones , marrullerías y perdidas de tiempo constantes- que su alumno Jiménez no supo contrarrestar en ningún momento. El utrerano es un excelente tramoyista. Y la lluvia le ayuda. El césped, alto, con calvas y sin cortar para frenar la velocidad del rival. Condicionantes externos favorables al estilo rústico y arcaico del Athletic, aferrado al juego inglés y a Fernando Llorente. Un fútbol muy físico, con Toquero como aliado del navarro. A priori, ninguna sorpresa para el cuerpo técnico sevillista. Jiménez es algo más permeable y menos previsible. En defensa «no parte pera», pero arriba da rienda suelta a la inspiración individual. Los planteamientos visitantes saltan por los aires nada más comenzar. Y basta un saque de banda. Los temores nervionenses al gigante rojiblanco se cumplen, peina un balón y Javi Martínez llegando desde atrás remata solo en dos ocasiones para batir a Palop. La presumible ansiedad local desaparece. No ha lugar. La fiesta es completa. Todo con lo que quería jugar el Sevilla lo debe asumir desde el minuto 4, pero no puede. Kanouté parece desquiciado y pasada la media hora de partido otro salto de Llorente por encima del resto dentro del área provoca el delirio de San Mamés, que en el minuto 36 de frota los ojos al ver que Toquero sentencia la eliminatoria, después de un error infantil de David Prieto. Todo sucedía cómo y cuándo quería Caparrós. Y a Jiménez no le cabe otra que dar entrada a Luis Fabiano antes incluso de que termine una penosa primera mitad de un equipo que presumía de experiencia en citas de la trascendencia de una semifinal de Copa, de tener la defensa más sólida y que se arrugó como hacía años que no sucedía. Al Sevilla sólo le restaba el orgullo en la segunda mitad, ya con Diego Capel en el campo. Necesitaba dos goles y comenzó a arriesgar con el evidente peligro de encajar el cuarto y definitivo gol. Intentó meterse en el partido, pero con mucho físico y el oficio característico de los equipo de Caparrós fue imposible. Era cuestión de que fueran pasando los minutos porque hacía tiempo que la grada de San Mamés había empezando a pensar en la final de Mestalla el próximo 13 de mayo y recordarle a Del Nido quién se come a quién en Bilbao.
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