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Los hombres sencillamente

Los hombres, sencillamente
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¿Quién era verdaderamente Antonio Vega? ¿El sensible retratista de ambientes intimistas? ¿El explorador de los aspectos oscuros y desolados de la vida humana? ¿El aficionado a la astrofísica (vertiente no muy conocida de él)? ¿El hombre deprimido por un mundo que se comportaba en sus lógicas industriales como una apisonadora? Mucho más sencillo: Antonio fue, al igual que su primo Nacho García Vega, un muchacho de su tiempo, interesado en la música, en la creación artística y en contar historias a través de las viñetas musicales que nos ofrecía una música rock, principal entretenimiento y camino de socialización de toda una generación a la que pertenezco.

La biografía civil, tanto de él como de todos nosotros, si es diferente a la de artistas de otras épocas es simplemente porque nos tocó vivir un momento sociológico complejísimo, con un país que cambiaba a todos los niveles: de costumbres, de economía, de sistema político, de sistema sanitario y de organización social. Algún día se verá cómo la lista de caídos prematuros de nuestra generación tiene mucho que ver con ese fenómeno. La dificultad de explicar unos años con tantas vertientes de cambio ha retrasado el estudio y ha creado, en torno a la lista de los desaparecidos (Eduardo y Eugenio Haro Ibars, Enrique Urquijo, Carlos Berlanga y ahora Antonio Vega), un aura de malditismo y de lista negra. Pero, simultáneamente, empieza a aparecer en las librerías las primeras tesis universitarias que analizan ese fenómeno. Ese es el caso de «Letras arrebatadas» de Germán Labrador o la publicación como libro de la entera tesis universitaria que le ha dedicado el gallego Héctor Fouce a toda esa época en concreto. Más que en las exégesis, es probable que sea en los datos de esos estudios donde se encuentre la respuesta de quién fue Antonio Vega y quiénes fuimos todos nosotros.