Educación
«Los rectores ya apoyamos Bolonia por puro aburrimiento»
«Hay que potenciar las humanidades en la universidad; los jóvenes deben tener un referente de valores»
Las universidades encaran la recta final de Bolonia, un tramo para el que cuentan con un nuevo ministro, hasta ahora rector de la Universidad Autónoma de Madrid, como aliado.–¿Era necesaria la reunificación de Educación y Universidad?–Creo que la vuelta de las universidades al Ministerio de Educación es una buena noticia, pues si bien es cierto que los centros tienen una cada vez más importante faceta investigadora no lo es menos que nos sentíamos un poco extraños al vernos separados, aunque fuera administrativamente, del proceso educativo.–¿Cómo valora que haya un rector al frente del Ministerio? ¿Qué desafíos le esperan?–Ángel Gabilondo no sólo tiene la experiencia de haber sido rector de la Universidad Autónoma de Madrid, sino también presidente de la Conferencia de Rectores. Conoce perfectamente el esfuerzo que realizan nuestras universidades para adaptarse al proceso de convergencia europea y hará lo posible para allanar las dificultades.–¿Están justificadas las protestas contra el Plan Bolonia?–Hay cosas por las cuales se puede estar a favor de la convergencia y cosas más dicutibles. Lo que ocurre es que llevamos diez años con el proceso; alguna vez hay que acabar, bien, mal o como sea. Implantémoslo y vayamos perfeccionándolo, pero acabemos con la indefinición, porque tenemos la universidad española desde hace diez años haciendo papeles, lo cual es un desgaste muy grande.–¿Se ha malinterpretado?–El proceso de Bolonia no significa lo que la gente cree; no es que en todos los países vaya a haber las mismas carreras con los mismos planes de estudio ni que duren los mismos años. En realidad, el proceso supone un cambio en la metodología docente y que tienes una unidad de cuenta, el crédito europeo, que estás dispuesto a intecambiar entre un país y otro. Que las carreras duren tres, cuatro o cinco años es cosa del Gobierno y probablemente en España se ha sido demasiado rígido. –¿Por qué?–Si te preguntas si puedes comprimir las carreras en cuatro años, pues sí, te pones a hacer planes de estudio y dices, bueno, en cuatro años no me ha quedado mal; pero siempre podrás decir que te quedaría mejor con un quinto. Siempre hay motivos para apoyar o oponerse a Bolonia y yo creo que lo que hace que en el mundo de los rectores sea muy unánime el apoyo es que llevamos diez años con esto; es por puro aburrimiento. Acabemos de una vez.–¿El que haya más de 70 universidades en España entorpece el camino hacia Bolonia?–En España, de momento, todas las universidades son iguales. Es posible que con el tiempo pase como en EE UU, que haya universidades que se consideran que están bien para un determinado nivel de estudios, como el Grado, y que otras se conviertan en universidades de referencia para hacer el máster o el doctorado. –Es decir, hay que avanzar hacia una especialización.–Sería lo lógico.–¿La universidad está ya preparada para el cambio?–Nosotros llevamos trabajando el tema metodológico desde hace años. Hace tiempo que tenemos una evaluación continuada y el trabajo de fin de carrera, como obliga Bolonia, que te demuestra si el alumno tiene los estudios y si sabe qué hacer con ellos para trabajar. Es decir, hay universidades donde lo único que les queda es cambiar el plan de estudios y otras que tienen todo por hacer.–Pero parece que tanto las privadas como las universidades a distancia parten con ventaja.–A la hora de implantar los nuevos planes de estudio las privadas estamos en una mejor situación porque es más fácil conseguir la colaboración de los profesores. Las públicas tienen una gran parte de profesorado funcionario, algunos han acogido con entusiasmo los cambios pero otros, y es comprensible, que a lo mejor tienen 55 años, y no quieren cambiar ahora sus métodos docentes, que les han funcionado bien. –¿Cree que se han creado fantasmas de forma deliberada?–Hay muchos motivos por los que uno se puede oponer a Bolonia. Y hay oposiciones en otro sentido que pueden tener que ver con que esto significa mucho más trabajo para el profesorado. Como profesor, largas tu clase bien preparada, bien documentada. Una vez que preparas tu temario y lo actualizas es una cosa más o menos llevadera. Si pasas a un curso en el que tienes que estar en contacto con el alumno y hacer una evaluación continuada es mucho más trabajo y vamos a vivir mucho peor.–¿Y afecta a la trayectoria?–El nivel de investigación ha aumentado muchísimo en las últimas décadas y eso es una cosa buena. Problema: que a veces como lo que se valora sobre todo en la universidad es tu capacidad investigadora, te lleva a olvidarte del alumno. Voy a promocionar académicamente por lo que investigue, no por cómo doy clases, luego a lo que a mí me merece la pena llevarle tiempo es a la investigación. ¿Qué ocurre?, que con los nuevos métodos de enseñanza esto es mucho más complicado.–¿Llegamos a tiempo a Europa?–Cada una sabrá cómo lo lleva. La Aneca obliga a hacer cuestionarios que llevan meses, hay una evaluación muy rígida y está dando problemas. Los rectores de las públicas tienen a los alumnos manifestándose y a la Aneca diciendo no a sus títulos.–El gasto extraordinario de la adaptación a Bolonia, ¿supone una buena ocasión para replantear al Gobierno sus aspiraciones de recibir financiación pública?–Como nuestro sistema desde hace años está en la línea de Bolonia los desembolsos ya se están produciendo. Aun así, nosotros siempre hemos pensado que la educación es un servicio público, que te lo puede dar un centro estatal o uno de iniciativa social.–¿Cree que la matrícula de la universidad pública es barata?–Lo que le cuesta al alumno es muy barato, está pagando entre un 10 y un 15% del coste real.–Una situación injusta...–A mí no me convence nada, porque supone una distribución negativa de la renta. Todo alumno que estudia en la universidad pública paga una matrícula beneficiada en un 85 o 90%, y se está pagando con los impuestos de todos los españoles que incluyen al que tiene problemas para llegar a fin de mes y al que no. Lo que hay que articular es un buen sistema de becas, como en el postgrado: te dan hasta 24.000 euros con un compromiso de devolverlos cuando pases un nivel de renta, y si no te va bien no te preocupas porque no lo vas a devolver.–¿Se deberían vincular las becas y los precios de las matrículas a los resultados académicos?–Eso es lo que a veces se ha tratado de hacer, la primera matrícula la sufrago en gran parte pero si el alumno empieza a suspender la segunda vez paga la mitad y la tercera le cuesta lo real. A mí eso me parecería muy bien.–En cualquier caso, las universidades de iniciativa social están en situación de desventaja.–Porque tienes que cobrar a los alumnos lo que cuestan los estudios, y más en el caso de una universidad como nosotros, sin ánimo de lucro. Pero son cantidades elevadas y hace que mucha gente a la que le gustaría estudiar con nosotros no lo haga.–O sea, se limita la libertad de elegir en la enseñanza superior...–Pues no ha habido forma.–¿Hay un vacío en la transmisión de valores en la universidad?–Ortega y Gasset escribió un libro, «Misión de la universidad», en el que llamaba la atención sobre el hecho de que con el mayor desarrollo técnico en la universidad se había llegado a la primera Guerra Mundial. La universidad había formado buenos técnicos, pero no personas. Los jóvenes deben tener un referente de valores.
El problema del fracaso escolar–¿Cómo llegan los estudiantes a nivel académico?–Cada vez más flojos. Lo cual no es culpa suya, es lo que se les ha enseñado en el Bachillerato. El problema es que cuando llegan tienes que elegir, o me adapto al nivel del alumno o doy clase a un alumno que no existe. Hay un fracaso escolar absoluto y tienes que ver cómo tratar de que alcancen el nivel que deben conseguir. –¿Confía en que el fracaso se corregirá con la LOE?–No soy excesivamente optimista con lo que nos depare.–¿Qué me dice del apoyo al profesorado?–Hay que ver de dónde puede proceder ese apoyo. En los años 60, cuando se crean las asociaciones de padres, colaboraban en la enseñanza de sus hijos, y ahora muchas veces te da la sensación de que algunos quieren que se apruebe a sus niños por ser tan majos como son, y hay enfrentamientos entre padres y profesores. La gente ya no busca tanto que su hijo estudie sino que acabe, da igual cómo.
Visión estratégicaJoven y preparado, Alfonso Bullón de Mendoza (Madrid, 1963) imprime, con permiso de sus Magníficos, un aire de renovación a lo más selecto del mundo académico. Catedrático de Historia Contemporánea, se convirtió en rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia con apenas 40 años. Tres años después, regresó a Madrid para ocupar el Rectorado de la CEU San Pablo, donde desde hace casi dos años mantiene vivo el proyecto de una universidad comprometida con los valores cristianos y la formación de profesionales sólidos. Defensor de la calidad y la especialización, su amplia visión de la Historia le permite comprender la importancia de la faceta personal y humanística de los universitarios.
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