Sevilla
Los victorinos frustran la fiesta
Morante y El Cid superaron a los toros de Galapagar con valor y torería en La Maestranza
- Sevilla. 7ª de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Victorino Martín, de regular presentación y poco aptos para el triunfo. El 6º fue sustituido por otro de la misma ganadería, peligroso. Lleno de «no hay billetes» en los tendidos.- Morante de la Puebla, de grana y azabache, dos pinchazos, estocada, aviso (silencio); pinchazo hondo, dos descabellos, (silencio), media estocada (división).- Jesús Manuel «El Cid», de blanco y oro, estocada (silencio); estocada corta (saludos); estocada (silencio).
La Maestraza se llenó de un público ilusionado. Pensaban ver una corrida de éxito y divertida. Pero, no. Nada de triunfos clamorosos ni entretenimiento. Los toros de Victorino Martín, duros y poco colaboradores para hacerles filigranas, frustraron el pretendido recreo. Pero pusieron a prueba la capacidad de Morante de la Puebla y de El Cid que, sin cuajar triunfos rotundos, culminaron, más o menos, una tarde muy torera, sólo apta para entendidos. Pique con el capote El verdadero mano a mano comenzó en el cuarto. Un buen quite de Morante encendió a El Cid, que respondió con excelentes verónicas y media. Prosiguió en el quinto; El de la Puebla interpretó de maravilla el toreo de capote. El Cid, mostró entereza toda la tarde y logró faenas, sobrias y estimables. Se vio desde el comienzo de la faena que no habría entendimiento entre Morante el victorino. La inició con pases de castigo y una buena trinchera. Con dos derechazos y el animal huyó al centro, donde se sentía fuerte. A partir de entonces, pases de pitón a pitón y aliño.Al tercero no le encontró la distancia ni se atrevió a buscársela. No era un animal de carril; había que torearlo y cruzarse con él, presentarle la muleta ante el hocico y echarle valor... Morante, siempre descolocado, anduvo a merced del animal dando la impresión de incapacidad.Los cinco lances y las dos medias de recibo al quinto estremecieron. Muy acoplado a la suave embestida, la seda en el suelo, cintura quebrada, mucho compás y sentimiento, levantaron al personal. El quite a pies juntos, sevillanísimo. En éste sí se atrevió a buscar la distancia. Valiente, de verdad, desde los muletazos del comienzo, no fue debidamente apreciado. Muy a contraestilo, se fajó con el toro y hasta le aguantó un parón, con los pitones en las ingles. Tres tandas diestras, cruzado al pitón contrario, única forma de torearlo, dejaron fría a la gente a pesar su indudable mérito. El toro acudía al paso y era necesario aguantar mucho. Cuando nadie lo esperaba, probó por naturales; logró dos series, bien situado y aguantando. Le echó decisión a un toro al que, aparentemente, no se le veía el peligro.El Cid, probó al remiso segundo con el capote. Pero en el quite, breve y de buena factura, hizo concebir esperanzas. Los primeros pases por bajo, eficaces porque, a pesar de la breve embestida, lo condujo largo. Las dos tandas diestras iniciales, aguantando las difíciles acometidas, al paso. Bien situado en la media distancia, con el engaño adelantado, sufrió firme hasta que fue imposible. El toro comenzó a reponer con peligro y Manuel Jesús «El Cid» abrevió. Recibió al cuarto con buenas verónicas. La faena, meritoria, para asimilarla y juzgarla en su valor. El animal no quería pasar por el pitón derecho, sí por el zurdo, aunque sin consumar la arrancada hasta el final. Lo meritorio del torero fue su buena colocación, en especial en los finales, y el adelantamiento de engaño. Las cinco tandas al natural, fueron a más. Las dos primeras sin acabar de centrarse; las que siguieron, cada vez más cadenciosas a pesar de que el animal, sosote, no ponía su parte de emoción. Una meritoria labor.Los aceptables lances al sexto hicieron concebir esperanzas, pero no. El sobrero de Victorino, arrolló a su matador de mala manera cuando lo colocaba en la suerte de picar. A partir de entonces, el peligro fue a más, hasta poner en serio aprieto al sevillano. Al segundo intento de torear con la diestra, le asentó los pitones en la cara y no paró de hacer cosas feas y peligrosas hasta que el torero lo cazó de una certera estocada en lo alto.
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