Granada
Queridísimo hijo
En 1998, en el catálogo de la exposición que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía dedicó al centenario de Federico García Lorca, aparecía un texto del historiador Ian Gibson titulado «Ausencias lorquianas» en el que se apuntaba lo mucho que nos queda por saber sobre el poeta granadino. Gibson hacía inventario de documentos por desgracia destruidos o perdidos. Pero sí apuntaba una documentación que permanecía inédita y que podría arrojar un poco más de luz sobre Federico y su mundo. Se refería a las cartas escritas por doña Vicenta Lorca Romero a su hijo Federico, conservadas en la fundación que lleva el nombre del autor del «Romancero gitano». Diez años después, ese material se ha reunido en un libro, «Cartas de Vicenta Lorca a su hijo Federico» que, publicado por la editorial RBA, verá la luz en una semana.
Éste es un epistolario incompleto puesto que es evidente que faltan misivas. Sin embargo, no deja de ser un milagro que se hayan conservado las 34 cartas de doña Vicenta, prácticamente inéditas para el lector, a excepción de algunos fragmentos dados a conocer por Mario Hernández, Christopher Maurer y Andrew A. Anderson. Estos dos últimos especialistas en la obra del poeta ya habían editado en el imprescindible «Epistolario completo» las respuestas de Federico, pero hasta la fecha esto parecía un diálogo incompleto para el lector. Gracias a la ayuda brindada por los herederos de aquel irrepetible poeta, especialmente Laura García Lorca, ahora podemos disponer de una nueva herramienta para la biografía lorquiana.
Vicenta, nacida en Granada en 1870, procedía de una humilde familia. No llegó a conocer a su padre, fallecido un mes antes del nacimiento, y con su madre viviría en modestas condiciones. Tras su paso por un severo colegio religioso –experiencia que la marcaría para siempre–, decidió estudiar la carrera de maestra, una de las pocas a las que podía aspirar una mujer en la España de finales del XIX. Tras ganar la oposiciones, pasaría a dar clases en un pueblo de la vega de Granada llamado Fuente Vaqueros. Allí conoció a su marido, Federico García Rodríguez, un rico terrateniente que había enviudado en fecha reciente. Se casaron el 27 de agosto de 1897, nació el 5 de junio de 1898 el primero de sus hijos, a quien llamaron Federico.
El epistolario se inicia en 1920, con un joven Federico García Lorca recién instalado en la Residencia de Estudiantes. Son cartas que nos muestran la preocupación por quien era un no muy brillante estudiante de Derecho en el Madrid de las vanguardias. Doña Vicenta se pregunta por las necesidades de su hijo, especialmente las económicas en un periplo que va de Madrid a La Habana. A la madre del poeta no se le olvidaron las penurias pasadas durante su infancia y juventud, y eso es lo que trata de incentivar en un Federico conocido por su extrema generosidad. Los envíos de giros son una constante que culmina con el triunfal viaje de Federico a Argentina. En este sentido, por ejemplo en una carta del 1 de diciembre de 1933, ruega a Federico que «si puedes me gustaría que mandaras el dinero que tengas, que así lo tenías más seguro y mucho más descuido para ti viajar nada más que con lo necesario pues en todas partes hay robos y pillerías, y además aquí lo tienes más seguro».
La otra preocupación es la construcción de la obra literaria. Doña Vicenta pregunta reiteradamente por lo que escribe el poeta y por sus aspiraciones literarias. «Tanta es la gana que tengo de leer tus cosas en letra de molde porque en la tuya no se pueden leer bien los versos sin desentonarse a cada momento y, francamente, no se les toma sabor ninguno», le recuerda en noviembre de 1920. Entre los consejos maternales, probablemente uno de los más valiosos es el del 7 de febrero de 1921, cuando doña Vicenta cita el nombre de Margarita Xirgu como «una mujer tremenda para lo trágico». La referencia no es gratuita y doña Vicenta sabe que su hijo en ese momento no está teniendo mucha suerte con su carrera como dramaturgo.
El día a día de la familia, las bodas de los parientes o las ayudas a éstos una vez que Federico ha alcanzado cierta fama son algunos de los temas que surgen en las notas de doña Vicenta. Un ejemplo es del 24 de enero de 1921: «De salud estamos todos muy bien y deseamos que tú estés lo mismo. Papá está en Málaga a ver los toros y a echar una cana al aire, que ya sabes que le gusta y además le sienta muy bien distraerse. Nosotros estuvimos ayer en el concierto de [Andrés] Segovia y vinimos encantados porque desde luego yo creo que con la guitarra no se puede hacer más. Es una maravilla. Excuso decirte que nos acordamos mucho de ti y te estuvimos nombrando toda la tarde».
En definitiva, una aproximación al mundo de Federico García Lorca, aquel escritor inolvidable que antes de ser asesinado recordaba a su confesor que «mi madre me lo ha enseñado todo».
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