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Revuelta en la Revolución islámica

La Razón
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Hace unas pocas semanas mantuve una apasionante entrevista con Amir Taheri, uno de los intelectuales iraníes en el exilio más brillantes, clarividentes y sólidos. Me anticipaba el contenido de su libro, «The Persian Night», vaticinaba el agotamiento del régimen y que su desfondamiento no estaba demasiado lejos. Es evidente que los pilares sobre los que se ha construido un régimen opresivo, con una falsa apariencia de democracia, demasiadas veces elogiada por algunos analistas occidentales, ignorantes o malintencionados, quién sabe si las dos cosas a la vez, estaban acusando ya una grave fatiga de materiales.De todos es conocido que la figura del presidente de la república islámica tiene poderes limitados y que los elementos más retrógrados del régimen controlan los resortes esenciales del poder. Por eso han permitido experimentos fallidos, como los dos mandatos del presidente Mohamed Jatamí, cuyo mandato sirvió, además, para rebajar el nivel de preocupación en la comunidad internacional sobre el creciente expansionismo iraní, y así poder proseguir, sin demasiadas interferencias, con su programa nuclear. Desde hace ya algunos años se viene percibiendo un creciente hartazgo de algunos sectores de la sociedad de ese extraordinario país milenario. Muchos analistas iraníes y algunos líderes de la oposición en el exilio llevaban años anunciándome que la sociedad iraní estaba madura para un cambio, lo único que no se puede vaticinar con los regímenes autoritarios es qué puede suponer la chispa que desencadene el incendio final. Las evidencias, cada vez más claras, de fraude electoral han desatado una ola de indignación popular que ha sido brutalmente reprimida. Estos disturbios son los más graves que se han vivido en la república islámica desde la revolución que derrocó al Sha Reza Pahlevi, y algunos de los elementos de la sociedad iraní que convergieron en ese cambio parece que vuelven a confluir en este momento histórico, cuyo desenlace final es aún imprevisible. No sería aventurado afirmar que pase lo que pase, parece evidente que el proceso iniciado no tiene vuelta atrás. El genio ha salido de la botella y el régimen ni puede ni sabe volverlo a encerrar.