Nueva York

«Scarlett y yo enfocamos la sexualidad de forma distinta»

Vestida con ese abriguito tan corto que deja al aire unas piernas como palillos, Portman es más guapa y más delgada y más menuda al natural que en el cine. La actriz encarna ahora a la mujer que perdió la cabeza por Enrique VIII. Literalmente.

La Razón
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En el fondo, advierte Portman, Ana luchó «contra lo establecido, aunque al final conserva los valores que le inculcaron: el valor del poder, del dinero. Era culta; igual que su hermana y rival, María, quien también amó a Enrique VIII», comenta la actriz, que parece tener calor y se queda con un vestido sin mangas a cuerpo: «Tampoco ha cambiado tanto la situación para nosotras desde entonces. Contamos con menos opciones que los hombres. No deseo que suene a victimismo, pero las cosas tardan en evolucionar», recalca, tan guapa. Y reconoce después, mientras mueve las manos de uñas en negro, que podría existir paralelismo entre aquella Inglaterra donde Ana decidió convertirse a toda costa en monarca y este vanidoso Hollywood, «porque en todas las comunidades hay escándalos, ambición». De ahí que no fuera exactamente un mal bicho: «Cuando conocí su historia me pregunté por qué actuó así. La entiendo, aunque yo no pisaría a nadie para conseguir mis metas».

En cuanto a su trayectoria, que jalonan títulos comerciales («La guerra de las galaxias», «Cold Mountain») y otros radicales e independientes («V de vendetta», «Viaje a Darjeeling»), asegura que «he tenido experiencias positivas y negativas en ambos tipos de filmes. Lo que no me limito es a encarnar papeles estelares para superproducciones». Por cierto, «Las hermanas Bolena» pertenece al primer grupo. Y coincide con otra estrella, la redondita Johansson: «A pesar de la diferencia de edad (exagera: Portman cumple 27 en junio, y Johansson no pasa de los 23), sí han sido trayectorias muy iguales formadas por papeles distintos». Lo tiene menos claro cuando se le recuerda que ambas fueron tildadas de «lolitas» postineras: «Cada una enfoca la sexualidad en la pantalla según la entiende», responde.

 

cegado por la pasión

Menos hierático al natural y más buen mozo si cabe, Bana es un Enrique VIII joven y compulsivamente conquistador: «Todos lo criticaban, pero a su alrededor se comportaron igual... La idea que tenemos corresponde a los últimos años, la de un monarca viejo, gordo y loco. Lo que era verdad, pero antes fue atlético, inteligente, y en esos aspectos me centré para la película», confiesa Bana, que, quién lo diría, comenzó su carrera como cómico de TV: «Me pasé al drama porque estaba quemado. No quiero seguir siendo un payaso. Y si alguien desea verme, que entre en Youtube». Lo que le cuesta es criticar a Enrique VIII y sus fogocidades: «Me fascina. Estuvo tan cegado por la pasión que no pensaba lo que podía afectar a quienes le rodearon, algo que incluso sucede hoy». Y alguien nombra a Sarkozy. El protagonista de «Múnich», un tipo con cara de beber leche del tetrabrick por las mañanas, no oculta su admiración hacia el también australiano Mel Gibson: «"Mad Max"es mi filme favorito e influyó en mi idea de convertirme en intérprete. Posee una carrera impresionante. Pero no pretendí nunca emularlo». Lo que no le hace tanto chiste es que le pregunten si se considera un «sex symbol»: «Soy actor, no modelo». Y Bana reconoce que le cuesta elegir una sola de sus cintas: «Cada una me aportó algo. Son como los tatuajes, están grabadas».

 

la reina de torrent

Es una suerte que Ana Torrent decidiera regresar al cine en este filme con el papel de Catalina de Aragón, porque realiza un gran trabajo. Vestida de negro y embarazadísima, se acaricia el vientre y proclama que «intenté encarnar a una Reina digna, con caracter y fuertes convicciones. Supo qué pretendían las Bolena y reaccionó. Y que su esposo ya no la amaba. Vemos a una mujer celosa y herida». La protagonista con ojos como platos de «El espíritu de la colmena» añade que rodar en inglés no supuso contratiempo («estoy casada con un norteamericano hace 18 años y vivo entre Nueva York y Madrid») y admite que «antes el cine español era menos comercial, había otra necesidad de contar historias. Ir a una sala se consideraba un acto social, y ahora lo que importa es hacer dinero». A Torrent, quien avanza que este septiembre vuelve al teatro con «La charca inútil», de David Desola, lo que la tiene realmente fascinada «es mi futura maternidad. El cine no lo es todo para mí. Prefiero acabar una película, volver a Nueva York, leer y pasear antes que acudir a estrenos. Me achacan que desconecto demasiado y que no soy lista para la profesión». Pero se la ve feliz. Tampoco le gustaría que su niña (porque ya lo sabe) fuese actriz de pequeña: «Formas parte de un mundo que te pone un precio, y para un menor resulta delicado porque puede trastocar la infancia». Y, aun sin quejas personales, reconoce que «fue lo que me sucedió. De adolescente protagonicé "El nido", y recuerdo las fiestas, que todos me miraban y no sabía comportarme». Y Torrent, que quizá está ya deseando regresar a la Gran Manzana para leer, para pasear, lanza antes algo muy tierno: «Yo no cobré por "El espíritu...". Lo que hicieron fue comprarnos regalos a mis hermanos y a mí en El Corte Inglés. Parecía Navidad...»