Alexis Tsipras

12-J: las 17 horas en que Grecia estuvo fuera del euro

A las siete de la mañana, las negociaciones estuvieron a punto de descarrilar por apenas 2.500 millones

Wolfgang Schäuble y Angela Merkel, durante la sesión extraordinaria del Bundestag sobre Grecia
Wolfgang Schäuble y Angela Merkel, durante la sesión extraordinaria del Bundestag sobre Grecialarazon

Hace siete días, el «Grexit», mencionado por primera vez en un documento del Eurogrupo, amenazó con dejar sepultada a Atenas en el infierno.

Hace siete días, el «Grexit», mencionado por primera vez en un documento del Eurogrupo, amenazó con dejar sepultada a Atenas en el infierno. El propio presidente del Consejo, Donald Tusk , ha confesado que a las siete de la mañana del lunes temió que las negociaciones descarrilaran por una diferencia mínima de 2.500 millones de euros. El abismo parece que se ha alejado, pero ahora comienza el camino pedregoso del purgatorio. No lo dice sólo Alexis Tsipras, obligado a cumplir un acuerdo en el que no cree, sino también los propios negociadores de la denominada «bancada de las palomas» que reconocen sin ambages fuera de micrófono la dificultad de que Atenas acometa estos exigentes deberes hasta el punto de que no descartan nuevas turbulencias en un periodo de seis meses. Pero el equipo de los halcones liderados por Alemania y con el pujante apoyo de Holanda, Finlandia Austria y los bálticos está ganando la partida. Al menos por ahora.

Pero dentro de esta vía purgativa, Atenas tiene algunos aliados inesperados que asumen el papel de halcón y paloma según las circunstancias. El más claro es el FMI, que a pesar de la oposición de Grecia a que continúe dentro de los planes de rescate, es el organismo que más argumentos da para defender el alivio de la deuda e incluso una quita tras el informe filtrado esta misma semana, que pide como mal menor un periodo de carencia de hasta treinta años ante el deterioro de la sostenibilidad de deuda al que ha contribuido el corralito impuesto tras el anuncio del referéndum.

Para el rey de los halcones, el ministro de Finanzas, Wolfgang Schaeuble, la quita sólo es posible fuera del euro. La posibilidad de rebajar los intereses y extender los periodos de devolución se tratará en otoño, después de que Grecia cumpla con lo prometido. Fiel a sí misma, la voluntad de la zona euro sigue siendo ganar tiempo y solucionar los problemas paso a paso, aunque sea a trompicones. Lo resumió de forma muy gráfica este mismo viernes el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombroskis, al recordar que a partir de septiembre Grecia no deberá pagar a sus acreedores ni los intereses ni el principal hasta el año 2020.

Como prueba de la desconfianza que emponzoña las relaciones entre Grecia y sus socios europeos desde la celebración del referéndum, la UE ha preferido limitarse a otorgar un crédito puente de 7.160 millones de euros para que pueda sortear la quiebra el lunes con los pagos al FMI y al BCE. Atenas debe afrontar un pago de 5.000 euros al Eurobanco el próximo 15 agosto y esta cantidad resulta insuficiente. Se espera que para entonces las negociaciones del tercer paquete de rescate solicitado por Atenas hayan dado sus frutos y fuentes diplomáticas barajan un Eugrogrupo extraordinario entre el 10 y el 12 de agosto. Lo que parece más que evidente es que no habrá nuevo dinero contante y sonante hasta que no se produzca la firma del memorándum de entendimiento, el contrato de ajustes y reformas, entre Grecia y su acreedores.

«Es imposible», son las palabras utilizadas en Bruselas tanto por analistas como diplomáticos cada vez que se menciona el capítulo de las privatizaciones. Grecia deberá hacer un nuevo inventario de sus activos para presentarlos como aval del pago de su deuda con el propósito de alcanzar los 50.000 millones de euros e ir vendiéndolos progresivamente. El problema es que esta cifra es nueva y el Gobierno de Yorgos Papandreu ya hizo la misma promesa hace cinco años. Como elocuente balance de estos años, la propia entidad helena encargada de las privatizaciones cifraba en 7.700 lo conseguido hasta diciembre de 2014, antes de que Syriza llegase al poder y paralizase estos procesos. De esa cantidad, tan sólo se había desembolsado en dinero contante y sonante antes de la convocatoria de elecciones anticipadas, 3.100 millones. El fracaso de este posible fondo encarecería el rescate sufragado por parte de los contribuyentes europeos. A falta de conocer todavía la aportación del FMI, el Fono de Estabilidad Financiera (MEDE) ha cifrado en 50.000 millones de euros la cifra exigida en un préstamo a tres años.

Dentro de este nuevo fondo supervisado directamente por las autoridades europeas también están incluidos los bancos helenos después de su necesaria recapitalización. Ese apartado requiere un capítulo aparte. Antes del día 22, Grecia debe aprobar la legislación europea sobre el cierre y reestructuración de bancos. Una normativa que incluye la asunción de pérdidas para accionistas, bonista y en último término depositantes con más de 100.000 euros. El fantasma de Chipre se cierne sobre Atenas. El propio Tsipras ha reconocido que si bien confía en que esto no se produzca, no puede descontar que estos últimos depositantes no se vean afectados. Una medida que supondría un golpe casi mortal para muchas pymes griegas.