Brexit
Los Veintisiete endurecen las condiciones en la negociación con Boris Johnson
El negociador europeo Michel Barnier avisa de que no habrá acuerdo a cualquier precio y alerta sobre la divergencia regulatoria en Reino Unido
Complejas, difíciles, exigentes… El negociador europeo para el Brexit, Michel Barnier, agotó ayer todos los adjetivos posibles para definir el nuevo periodo de negociaciones que se avecina y que tiene como objetivo llegar a un acuerdo con Reino Unido sobre la relación futura, en apenas diez meses. Pero esta ristra de calificativos -a priori poco estimulantes- no arredran al político francés que advirtió a Londres de que los Veintisiete no se conformarán con un “acuerdo a cualquier precio” . La primera ronda de contactos comenzará en Bruselas la tarde del próximo lunes y se prolongará hasta el jueves. “El próximo 31 de diciembre, el Reino Unido dejará al unión aduanera y el mercado único. Los plazos son ajustados, pero esto es una decisión británica y no de la UE. Cada una de las partes debe asumir la responsabilidad que le corresponde”, aseguró el negociador de los Veintisiete. Antes del 1 de julio, las dos partes deben ponerse de acuerdo en una posible prórroga de uno o dos años, pero Downing Street ya ha avisado de su rechazo contumaz a esta opción y amenaza con un nuevo Brexit caótico a finales de este año.
Ayer las cancillerías europeas dieron luz verde al nuevo mandato negociador que guiará este nuevo periodo y endurecieron algunas de las posiciones de partida de la Comisión Europea, debido principalmente a las presiones de Francia en el flanco de la divergencia regulatoria. El nuevo grito de guerra de las negociaciones es “0 tarifas, 0 cuotas y 0 dumping” y en este último capítulo los Veintisiete están dispuestos a cercenar el acceso a su mercado si Londres rebaja sus estándares en ámbitos como ayudas de estado, competencia, empresas públicas, cambio climático, fiscalidad o los derechos sociales.
En el nuevo texto se recuerda que en ese caso los Veintisiete pueden introducir medidas de manera unilateral e interina (por ejemplo la introducción de tarifas arancelarias o cuotas) ante cualquier quiebra de las condiciones de igualdad en la competencia, “con los estándares de la Unión como punto de referencia”, un último añadido que escuece al otro lado del Canal de la Mancha ya que este postulado no aparece en los mandatos negociadores de los acuerdos comerciales entre la UE y otros países. Barnier justifica esta decisión en el mayor volumen de comercio con Reino Unido – 10 veces más que Canadá- y la cercanía geográfica. En última instancia, será el tribunal de Justicia de la Unión Europea –auténtica bestia negra de los brexiters- quien tendrá la última palabra ante potenciales conflictos. Una posibilidad que levanta ampollas al otro lado del Canal de la Mancha.
Los Veintisete también han introducido en el texto aprobado ayer la necesidad de proteger los estándares europeos en la calidad sanitaria de los productos del “sector agrícola alimentario” y la “prevención, reducción y eliminación de riesgos a la salud humana y animal o al medio ambiente” del uso de sustancias químicas. De esta manera, las cancillerías europeas quieren blindar el mercado interior frente a prácticas vigentes en otras partes del mundo como Estados Unidos que permite, por ejemplo, los pollos clorados. Un método que según las normas europeas puede ser perjudicial para los consumidores.
Ante los deseos de Londres de cerrar un acuerdo comercial con Washington lo antes posible, Bruselas teme que Reino Unido relaje sus estándares en ámbitos tan sensibles como el uso de pesticidas o los disruptores endocrinos. Pero todo indica que Londres tendrá que elegir entre un mercado u otro y no podrá compaginar ambos. Al menos, no con las mismas normas. “No podemos pedir a nuestros agricultores y empresas que paguen un precio de carbono o cumplan con unos límites de pesticidas, cambiar sus prácticas, y al mismo tiempo acoger productos producidos en condiciones diferentes. Es una cuestión de coherencia”, explicó ayer la ministra francesa Amelie De Montchalin en referencia también al Pacto Verde auspiciado por Bruselas.
Asimismo, en estas directrices negociadoras se mantiene el 1 de julio como la fecha tope para que las partes lleguen a un acuerdo en el acceso recíproco a sus aguas con el objetivo de que los pescadores comunitarios no sufran ningún daño por el Brexit y puedan seguir faenando en los caladeros británicos, con las mismas condiciones que hasta ahora. Según la Comisión Europea, este plazo tan ajustado es la única garantía de que en diciembre los países europeos puedan llegar a un acuerdo sobre las cuotas de pesca para el año siguiente, tal y como tiene lugar todos los años. Hasta el momento, Londres se niega a mantener el acceso a sus aguas y nada indica que vaya a ceder. “El acuerdo comercial estará vinculado a un acuerdo sobre pesca y la igualdad de trato o no habrá ningún acuerdo”, volvió a advertir Barnier, ante la estrategia chantajista de Londres. Downing Street publicará su nuevo mandato negociador mañana y todo indica que la primera ronda de contactos la semana que viene no empieza con buen pie.
Ante la premura de los plazos, Bruselas también pide a Londres que vaya poniendo los cimientos para la eventual puesta en marcha del protocolo sobre Irlanda del Norte, negociado en el pacto de divorcio. Si no se produce un nuevo acuerdo que ofrezca una solución mejor, Irlanda del Norte no formará parte de la unión aduanera europeapero deberá aplicar los aranceles comunitarios para los productos que lleguen al mercado común a través del Ulster y se producirán controles fronterizos en el Mar de Irlanda. En los últimos días, la prensa británica ha asegurado que Downing Street pretende que estos chequeos se reduzcan a la mínima expresión. Barnier se limitó ayer a no querer entrar en polémicas y recordar a Reino Unido que debe respetar lo ya comprometido. Un comité conjunto de Bruselas y Londres se reunirá de manera periódica durante este tiempo para avanzar en la puesta en marcha de lo acordado.
“Sin buena voluntad y confianza no será fácil construir una relación futura. Si no hay progresos sobre las infraestructuras necesarias para aplicar el protocolo de Irlanda en los próximos meses, como parte del acuerdo de salida, será una señal muy preocupante”, advirtió ayer el ministro irlandés, Simon Coveney.
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