Colombia
La pandemia en tiempos de guerrilla
Los distintos grupos terroristas decretaron una tregua durante este mes por la crisis del coronavirus
La paz nunca llegó al Chocó, de hecho no hace falta adentrarse mucho para encontrarse con “fieras” en la selva. La travesía comienza en el Puerto de Bajo Calima en el occidente del Valle del Cauca –Colombia–, un pueblo pequeño de piratas y comerciantes. La barcaza de madera y chapa espera, apenas se mantiene a flote. El capitán alienta, «aguanta más de lo que parece».
Va a ser un largo viaje hasta llegar al encuentro del Ejército de Liberación Nacional –ELN–, la guerrilla en activo más grande de Colombia. Pero nadie dijo que fuera fácil. Son más de ocho horas de travesía, surcando el Río San Juan. Desembarcamos en una aldea perdida. Lodo, sudor y pólvora. Hace dos años que los visitamos, se fueron pero volvieron. Nómadas eternos.
El frente Che Guevara perteneciente al bloque Omar Gómez, aunque maltrecho por las últimas bajas, sobrevive, al lado de un río. Es un campamento instalado en un pueblo, invadido, con casas de madera y en donde los generadores rugen para dar luz. Suena vallenato cuando cae el sol. En realidad la población no puede decir gran cosa, simplemente han regresado, han tomado la zona. En cualquier caso el gobierno nunca estuvo presente y ellos, tampoco se portaron tan mal. Es la única autoridad presente, y hasta traen doctores en tiempos de pandemia. Algo es algo, aunque porten armas y sean terroristas. Es el triste realismo colombiano. La ley de la jungla.
En un nuevo “órdago”, la última guerrilla anunció un alto al fuego por un mes ante la emergencia por el nuevo coronavirus, y planteó al Gobierno de Iván Duque negociar durante ese tiempo un cese bilateral de acciones.
Los rebeldes se comprometieron a suspender unilateralmente sus actos de guerra entre el 1 y 30 de abril, en lo que presentaron como “un gesto humanitario (...) con el pueblo colombiano, que padece la devastación” de la pandemia.
El ELN evocó el llamamiento de la ONU a un cese al fuego en los conflictos del mundo, ante la magnitud del brote, y destacó el pedido que, “en esa misma dirección”, formularon “organizaciones sociales y políticas de Colombia”.
Sin embargo, el alto comisionado de paz del Gobierno colombiano, Miguel Ceballos, consideró insuficiente el anuncio de la organización armada. “Apenas estamos conociendo la decisión del ELN de un cese al fuego por un mes. Creo que el país espera mucho más que eso, nosotros estamos en un reto enorme donde pueden morir miles de personas”, dijo entonces Ceballos. Por lo que instó a la guerrilla a cumplir los requisitos fijados por el Gobierno para reanudar el diálogo de paz.
Mensaje envenenado
En su pronunciamiento, la guerrilla aclaró que durante la tregua de un mes se reserva el “derecho” a defenderse de los “ataques” de las fuerzas estatales y de las bandas narcotraficantes con las que se disputa el control en puntos del país.
"Hacemos un llamado al Gobierno de Duque, para que ordene el acuartelamiento de sus tropas y desactive la persecución contra la población y el asesinato de dirigentes y activistas sociales", señala el comunicado.
Surgido en 1964 al calor de la Revolución Cubana, el ELN se mantiene en armas tras el acuerdo de paz de 2016 que condujo al desarme de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Cuenta con unos 2.300 combatientes y una extensa red en puntos urbanos. Investigaciones independientes estiman que sus operaciones se extienden al 10% de los 1.100 municipios colombianos.
Además la guerrilla acompañó su anuncio con críticas al Gobierno por el manejo de la pandemia, que según el ELN fue provocada por “una cepa producida artificialmente y regada a propósito por EE UU”. “Cuentos” que susurran frente al fuego, aunque nadie los cree, ni los adoctrinados –alistados- a la fuerza cuando eran niños.
En unas de las cabañas aguarda Uriol, portavoz de la unidad, junto a su compañera. A pocos metros, varios “cadetes” hacen prácticas con morteros. Bolas de acero repletas de metralla que lanzan en tubos de chapa. La mecha es larga. Ante el aviso –no siempre explota de forma precisa-, la zona se despeja.
En otra de las casas un hombre permanece encadenado, es un secuestrado. Perdió el norte, solo balbucea en el suelo de madera. Es imposible callarlo. “Puedes escuchar a las pirañas –barcos del Ejército, que surcan los ríos, los helicópteros nos tiene localizados pero no nos atacan. Es una manera de decir que también ha aceptado la tregua; En estos momentos a nadie le interesa la guerra, el enemigo es la pandemia”, explica por teléfono Uriol.
El virus, vacuna de guerra
El camino a Toribio en el Cauca, uno de los pueblos más asolado durante las pasadas cinco décadas por los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC- y el Ejército, serpentea a través de la colina, la rodea, la abraza. Plantaciones de marihuana y coca cubren el paisaje. Una meseta verde. Nada ha cambiado desde los acuerdos pero por lo menos, hay menos combates. La población quedó secuestrada por el conflicto, entre dos bandas, hasta el punto que llegó a expulsar al Ejército cansada de la batalla interminable.
“El asco” era compartido frente a los terroristas, los cuales sembraban el terror en cada incursión. Los propios indígenas de la etnia nasa sufrieron varias bajas, su única arma era el tradicional garrote de madera con cuerdas, frente a las AK47 de los subversivos. También se enfrentaron a la minería ilegal que explota sus tierras de una manera abrasiva. El combate fue desigual y ahora, llegó ”la peste”.
Ramiro regenta un pequeño taller en su casa. Le falta una mano que perdió tras pisar una mina, colocada por la guerrilla –Frente 1-. Es una de esas “víctimas colaterales” del hoy grupo reconvertido en partido político. Ahora se maneja con un gancho de hierro oxidado que el mismo forjo. “Parezco un pirata”, dice sonriente mientras su hijo pequeño le ajusta “el armatoste” en el muñón. Estamos aislados, por eso plantan de todo, pensamos ‘la plaga’ no llegará hasta aquí pero si así fuera, no tendríamos escapatoria. Los hospitales más cercanos están a tres horas de aquí”, explica.
Las noticias son alentadoras. El abastecimiento de alimentos en los 24 espacios de reincorporación, donde hoy hay 2.893 ex combatientes –que todavía deambulan por la zona-, no será suspendido durante estos meses de emergencia sanitaria. Los ex guerrilleros continuarán recibiendo asignación mensual y la atención en salud ya fue fortalecida para evitar posibles contagios del nuevo coronavirus.
De esa manera, se definieron los mecanismos para trasladar, en caso de que sea necesario, a los ex combatientes desde los espacios hacia los centros de salud en las cabeceras municipales, que en algunos casos están a casi cuatro horas de distancia.
“La Agencia para la Reincorporación y la Normalización ARN -tendrá- bajo su responsabilidad el seguimiento para que las pruebas (de Covid-19) sean tomadas en un tiempo adecuado por los entes correspondientes”, dice el documento de esa entidad.
Durante estos meses de emergencia sanitaria, se entregarán en estos espacios 6.435 kits personales de prevención y 80 kits de aseo y desinfección de áreas comunes.
“El seguimiento estricto de estas medidas y la articulación que hemos logrado en cada territorio con las entidades de salud, nos permitirá contribuir a la prevención de los casos y disminuir la propagación de la enfermedad”, aseguró Andrés Stapper, director de la ARN. Agregó que hay una vigilancia constante en particular para adultos mayores, mujeres en embarazo y personas con problemas en el sistema inmunológico.
En materia económica, la ARN anuncia que la asignación mensual para los ex combatientes, que equivale al 90% de un salario mínimo, se seguirá entregando durante estos meses.
Respecto a los proyectos productivos impulsados por los ex guerrilleros, dijo la ARN que se acogerá al aislamiento preventivo obligatorio pero la asesoría a esas iniciativas se seguirá brindando vía telefónica y a través de correo electrónico. También se continuará la interlocución con alcaldías y gobernaciones, entre otras entidades, para que los productos realizados por los excombatientes sigan siendo comercializados.
Pareciera que los distintos grupos han copiado el modelo colombiano y colgado las armas, por lo menos de manera momentánea. Varios grupos armados y gobiernos han anunciado una suspensión de sus “actividades armadas” en Camerún, Filipinas, Yemen, Libia, Siria y Sudán.
Es el único factor positivo de esta plaga, “un silencio” momentáneo ante una amenaza mayor que no distingue entre causas, ideologías y clases.
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