Coronavirus

Un confinamiento en ultramar (XXXVIII): El jabón es tu amigo

De todos los bulos diseminados está el de ese cómico Sánchez, que ofrece pactar con la intención poco disimulada de que la oposición lo rechace»

Una mujer protesta contra las órdenes de confinamiento sobre su coche en Chicago
Una mujer protesta contra las órdenes de confinamiento sobre su coche en ChicagoNam Y. HuhAP

E l vuelo de la chorrada a la puta realidad se logra gracias a los datos. Igual que aquel corresponsal español en Italia insistía en que el coronavirus es una simple gripe, que es nuestro mal más común pero por el que no montamos la guerra de las galaxias, así el virus de Wuhan no merecería tratarse con temperatura y fanfarria de catástrofe cósmica hasta que tuvimos los números de contagios, hospitalizaciones y muertes. Había cundido la idea de la enfermedad como bombón para deleite de hipocondriacos o torrente partidista que arrastraba el buen nombre de nuestros líderes.

Que tanto nos quieren. Que velan por nuestro sueño. Que mantienen encendida la vela insomne del gran timonel mientras el resto duerme. De todos los bulos diseminados estas semanas pocos más tóxicos que los que desovaron los neuróticos al servicio de sí mismos. Empezando por el chiflado británico. Siguiendo por ese cómico Sánchez que ofrece pactar con la intención poco disimulada de que la oposición lo rechace.

Yo recuerdo mucho a quienes trataban de explicarnos que el virus no era para tanto. Que veíamos cabritillos volantes. Que los malos fuman bajo un sombrero bogartiano. Que, todo lo más, asistiríamos a un repunte de los resfriados. Pienso en ellos, por ejemplo, mientras los operarios municipales de Nueva York limpian el interior de esos camiones sin refrigerar donde la policía encontró varias decenas de cadáveres.

El director de la funeraria, Andrew T. Cleckley, argumentó que los muertos se les salían por las orejas. Hace semanas que no hay sitio para un muerto más, y no me refiero ahora a las portadas de los periódicos, permanentemente patrulladas por los imbéciles y los delicados, que aspiran a que los medios informen de la muerte sin escribir el nombre o mostrarla. Volaron fundidos los límites de resistencia del sistema. Había cadáveres por los pasillos, gente en urgencias llorando durante horas, médicos exhaustos y conductores de ambulancias que enfermaban como polillas.

Pero el coronavirus era una gripe tocha y en CNN ofrecen la lista de argumentos para cantar cada mañana en presencia de Lorenzo Milá: «Aquí los médicos no se cansan de repetirnos que estamos ante un tipo de gripe; un tipo de gripe nueva, de la que no tenemos memoria vírica ni de momento vacuna, pero un tipo de gripe que, como la gripe, afecta sobre todo a personas con defensas bajas, situaciones de salud precaria, como las personas mayores, lo mismo que pasa con la gripe

común». El presentador de Fox Sean Hannity: «El apocalipsis es inminente y todos morirán, todos ustedes en las próximas 48 horas. Y todo es culpa del presidente Donald Trump. O al menos eso es lo que la jauría de medios y el partido socialista radical demócrata quisieran que pienses») o María Neira directora del departamento de salud pública de la OMS, y que merece, ella solita, genio, diosa, figura, un príncipe, un dentista o, qué menos, un libro: «Globalmente el virus circula, pero en cantidades muy racionales, pequeñas y los casos tienen una sintomatología entre leve y moderada, similar a los de una gripe estacional».

Veamos: entre octubre de 2019 y abril de 2020 en EE.UU. murieron entre 100 y 330 personas al día víctimas de la gripe, por 739 muertos por coronavirus entre febrero y abril de 2020.

Añadan que cada persona enferma de gripe contagia de media a 1,28, mientras que el enfermo por coronavirus contagiará entre 2 y 3 personas. O que el virus es «tan nuevo que no está claro si se disipará en verano ni por cuánto tiempo. Pero el hecho de que se extendiera en el hemisferio sur durante los meses de verano sugiere que el clima cálido no disminuirá su propagación». Tampoco tiene aspecto de disminuir el flujo de tópicos.

Esas entrevistas de encefalograma plano donde el entrevistador pregunta a su víctima a qué huelen las nubes a cuenta del coronavirus. Algunos andan muy empeñados en que la enfermedad procure eurekas y abandonemos la convalecencia más sabios, más guapos, más cariñosos, más trabajadores, más aficionados al flamenco de Jerez, más deportistas, más apolíneos y menos angustiados porque, como decía Alvy Singer: «El universo se expande. El universo lo es todo, y si se está expandiendo, algún día se romperá y ese será el final de todo».

Miren, es posible que el universo se dilate hasta saltar en mil pedazos. Pero es seguro que el coronavirus no era la gripe. Y tengo serias dudas de que la gente ni siquiera recuerde que el jabón es su amigo y es bueno lavarse las zarpas.