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China

China silencia a los críticos con su gestión de la crisis de Wuhan

Aumenta la vigilancia a las familias de las víctimas para que no se desvíen de la versión oficial y para que no demanden al Partido Comunista. Han desaparecido tres activistas

Un puesto de carne del mercado humedo de Guangzhou en China ALEX PLAVEVSKIEFE

Una vez más, el gigante asiático ha vuelto a poner toda su maquinaria de control a trabajar. Las autoridades chinas han comenzado a silenciar -e incluso se habla de desapariciones- a todos aquellos que tienen algo que decir sobre la gestión de la epidemia de Covid-19 que ha causado en el país más de 4.500 muertos. Descontentos con el desarrollo de los acontecimientos, a algunos familiares de las víctimas, abogados o activistas les une un frente común: el de demandar al Gobierno chino.

Pero Pekín, curtido en acallar las voces críticas dentro del país, ha tirado de censura y amenazas para que la imagen ofrecida sobre su respuesta a una pandemia que ahora azota otros países, quede impoluta. Con esta represión, el Partido Comunista está tratando de evitar que se hable sobre lo que sucedió en Wuhan más allá de la versión oficial del Gobierno, que es el único capaz de salvar al país de semejante crisis gracias a su sistema totalitario.

Hasta donde se sabe, la policía ha interrogado a familiares de algunas de las víctimas que se han conectado entre ellos a través de las redes. Las autoridades chinas han advertido a los abogados para que no representen a nadie que quiera presentar una demanda contra el Gobierno. Y otros que han tratado de burlar la censura preservando informes sobre el brote han desaparecido.

Según el periódico norteamericano “The New York Times", tres voluntarios de Terminus2049, una web que se dedicaba a recopilar y archivar artículos censurados sobre el brote, desaparecieron el mes pasado en Pekín.Chen Kun, hermano de uno de los desaparecidos, Chen Mei, explicó a ese diario que había advertido a su hermano de que podían correr algún riesgo al llevar a cabo ese proyecto. “No pensé que sería tan grave”, añade. Tras su desaparición, Chen habló con la familia de otro de los voluntarios desaparecidos, Cai Wei. Ellos le dijeron que Cai y su pareja habían sido detenidos y acusados de “provocar problemas”, un cargo recurrente utilizado por parte del Gobierno chino para acusar a los disidentes. Ahora teme que su hermano haya corrido la misma suerte.

A pie de calle, las autoridades chinas tampoco dejan espacio a la crítica. En la provincia de Hubei, la policía arrestó el mes pasado a una mujer que organizó una protesta por los altos precios de las verduras. En Wuhan, la ciudad donde el coronavirus mató a miles de personas antes de propagarse por el resto de China y el mundo, destituyeron a un funcionario de un hospital por criticar el uso de la medicina tradicional para tratar a pacientes con coronavirus, algo que el propio Gobierno había promovido. Mientras, otras páginas web han sido censuradas y sus trabajadores interrogados.

Pero si hay alguien que está sufriendo por partida doble, esos son los familiares de las víctimas, sobre los que pesa un férreo control. Según dicen, están siendo acosados y sometidos a una estrecha vigilancia con el fin de que no cuenten lo que salió mal en Wuhan. Allí, muchos residentes creen que la cifra de fallecidos supera con creces la de 4.000 ofrecida por el Gobierno y ven insuficiente el despido de las autoridades locales. Consideran que Pekín debería compensarles por sus pérdidas y castigar más severamente a los funcionarios.

No obstante, sus deseos serán difíciles de cumplir. Sobre todo, porque a medida que crecen las voces en el extranjero pidiendo a China una mayor transparencia sobre su gestión de la crisis, de puertas para adentro la nación asiática presenta a sus críticos como marionetas de fuerzas extranjeras que solo tratan de socavar la unidad del país.

“Les preocupa que si las personas defienden sus derechos, la comunidad internacional sepa cómo es la situación real en Wuhan y las verdaderas experiencias de las familias allí”, afirma al diario NYT el señor Yang, un activista chino afincado en Nueva York.

Es probable que con todo ello Pekín logre una amnesia colectiva sobre lo que realmente pasó en la epidemia de Covid-19 de 2020, algo así como lo que año tras año ocurre cuando llega el aniversario de lo sucedido en la Plaza Tiananmen en 1989, donde según algunas oenegés murieron hasta 10.000 personas. Entonces, China se blinda por dentro y por fuera y evita cualquier mención a aquella masacre.

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