
Tribuna
La estrategia arancelaria de Trump: un enigma geoeconómico global
La UE, que se supone que es la primera potencia comercial del planeta, ha tirado la toalla en el primer asalto sin haber devuelto ni un golpe

Desde su retorno a la Casa Blanca en enero de 2025, la agenda proteccionista de Trump ha resurgido con una virulencia inusitada. El 2 de abril, en un acto que denominó «Liberation Day», declaró una emergencia nacional amparándose en la International Emergency Economic Powers Act (IEEPA) de 1977, imponiendo un arancel general del 10% a todas las importaciones, con tasas adicionales que, según el origen, podrían alcanzar o superar el 25%. Para junio, los aranceles sobre el acero y el aluminio se dispararon al 50%, extendiéndose a electrodomésticos y automóviles importados, una medida que, según la Tax Foundation, podría mermar el PIB estadounidense en un 0,9%. El clímax se alcanzó el 1 de agosto, con nuevos aranceles del 10% al 41% sobre importaciones de 68 países, incluyendo aliados como Canadá, India y Taiwán, si bien algunos se pospusieron hasta el 7 de agosto para facilitar negociaciones.
No todo ha sido enfrentamiento y tensiones; la Administración Trump negoció acuerdos bilaterales que han atemperado, parcialmente, el impacto. La Comisión Europea negoció en nombre de los 27 un muy polémico acuerdo que lograba una reducción al 15% en sus aranceles a cambio de compromisos en la adquisición de gas natural licuado (GNL) estadounidense y la eliminación de tarifas sobre ciertas exportaciones europeas. De manera similar, Japón, Corea del Sur y Reino Unido suscribieron pactos «zero-for-zero» con tasas entre el 10% y el 15%, vinculados a inversiones en EE UU. Estos elementos amortiguadores, como detalla el informe de la Oficina del Representante Comercial de EE UU (USTR, el verdadero ministro de Comercio Exterior del país), reducen el impacto negativo en un 20-25%, aunque no disipan la incertidumbre que, según el World Economic Outlook del FMI de abril de 2025, ha recortado las proyecciones de crecimiento global al 3%.
Repercusiones en la economía estadounidense: entre beneficios efímeros y costos latentes
La economía de EE UU ha experimentado los aranceles de manera ambivalente, si bien algunos prestigiosos economistas subrayan aspectos positivos como, por ejemplo, cortar las alas a la competencia desleal, al «dumping» fiscal, y a las trampas en la competitividad manteniendo el tipo de cambio artificialmente bajo para favorecer las exportaciones. El ejemplo paradigmático de esto es el Yuan chino. Los aranceles van a equilibrar la competencia entre productores estadounidenses y los chinos que fundamentan su éxito en precios excesivamente bajos. Los países que tienen mayores costes de producción y que se centran en la calidad y normas estrictas de responsabilidad social corporativa partían con enorme desventaja. Esto sin mencionar el espionaje industrial o la sistemática violación de la propiedad intelectual que reduce los costes aún más pero por métodos ilegales y en no pocas ocasiones delictivos. Por una parte, han generado ingresos fiscales cercanos a los 167.700 millones de dólares (0,55% del PIB, según la Tax Foundation), fortaleciendo sectores como el del acero, donde empresas como US Steel reportan ganancias del 20%. Los últimos indicadores económicos, actualizados hasta julio de 2025 por fuentes como la BEA y The Conference Board, revelan un crecimiento del PIB del 2.4% en el cuarto trimestre de 2024 (con una proyección similar para 2025), mientras los indicadores líderes (también llamados adelantados pues son los que anticipan los cambios en la actividad económica) registraron un crecimiento del 1,4% en los últimos seis meses, revirtiendo declives previos.
El controvertido asesor principal del presidente Trump en temas comerciales, Peter Navarro, ha defendido contra viento y marea las barreras arancelarias inspiradas por él. El presidente Trump decidió poner un poco de orden en la subasta arancelaria encargando la coordinación de todo el proceso al eficaz y sensato secretario del Tesoro, Scott Bessent, que ha supervisado las negociaciones de los acuerdos comerciales incluso por encima del representante comercial de EE UU, que es el titular de esa competencia. En este sentido Pete Navarro aseguró en varias entrevistas con la vehemencia que le caracteriza que «los aranceles han sido recortes fiscales en lugar de inflación, y está funcionando», calificando la política de un «reinicio global» merecedor de un Nobel de Economía para Trump. Hay quien dice que Navarro faltó a clase el día que explicaron la inflación.
Defendió el incremento al 50% en el acero como un «escudo necesario para la industria estadounidense» (Fox Business, junio de 2025), insistiendo en que estos indicadores –como el crecimiento del PIB y la creación de 200.000 empleos en manufactura desde enero– son prueba inequívoca que los aranceles impulsan la prosperidad sin costos excesivos. Sin embargo, el balance es dispar: las expectativas de inflación, según encuestas de la Universidad de Michigan, ascendieron al 3,3% en enero de 2025, el nivel más alto desde 2008, con la inflación interanual en febrero en un 2,8%, por encima del objetivo del 2% de la Reserva Federal (Fed). Economistas como los del Yale Budget Lab estiman que los hogares estadounidenses afrontan un gasto adicional de 2.400 dólares anuales en bienes como productos electrónicos (buena parte de ellos fabricados en China, aunque hayan sido diseñados en EE UU), encarecidos entre un 5% y un 10%. Recordemos que la guerra arancelaria y la ley financiera (The Big Beautiful Bill) fueron la causa de ruptura de Elon Musk con Trump. Musk calificó a Pete Navarro de «más tonto que un saco de ladrillos».
En el ámbito laboral, los contrastes son evidentes: 200.000 puestos creados en manufactura, pero 150.000 perdidos en el comercio y la logística, según cifras oficiales del Departamento de Trabajo. A la hora de redactar estas líneas, la bolsa ha dilapidado billones –no miles de millones– en los tres principales índices bursátiles de EE UU el Dow Jones, el S&P 500 y el Nasdaq, con cierres y despidos en industrias dependientes del comercio internacional. Es importante subrayar que incluso si los aranceles durasen tan sólo unos meses, sus efectos negativos perdurarán años, ya que revertir los efectos de una guerra arancelaria es lento y laborioso.
El efecto dominó en la economía mundial
A escala global, los aranceles han inyectado una dosis de volatilidad en un sistema ya de por sí frágil. El FMI ajustó su pronóstico para 2025 a un 3% de crecimiento, una ligera mejoría en julio, pero con advertencias sobre primas de riesgo elevadas y tensiones en las cadenas de suministro. Empresas europeas como Stellantis reportan pérdidas de 1.500 millones de euros, mientras Philips estima entre 150 y 200 millones. En Asia, China ve su crecimiento ralentizado al 4,5% (-0,7 puntos), con inflación importada en tecnología y agricultura.
Europa padece una pérdida de competitividad exportadora, especialmente en el sector automotriz y la industria pesada, con el PIB de la zona euro proyectado en un 1,1% (-0,3 puntos, según el Banco Central Europeo). India y Brasil enfrentan caídas de 0,4 y 0,5 puntos respectivamente, con la inflación ascendiendo al 5,1% y 4,8%. Como cita el Banco Mundial, estos aranceles actúan como un «impuesto global», reduciendo la eficiencia y elevando los costos entre un 3% y un 5%, lo que fragmenta el comercio y propicia la «desglobalización».
Críticas europeas: ¿claudicación o pragmatismo?
Dentro de la UE, el acuerdo con EE UU ha desatado encendidas críticas. El primer ministro francés, François Bayrou, dijo que el acuerdo tildado era una «claudicación» y «un día negro para Europa». Francia, junto a los países del Benelux y Alemania. El canciller alemán, Friedrich Merz, lo calificó de «dañino para ambos lados», según el World Economic Forum (30 de julio de 2025), pero más bien con la boca pequeña, pues la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen es de su partido, la CDU, aunque de la cuerda de Merkel no muy amiga de Mertz. Por su parte el Benelux denuncia el desequilibrio: la UE acepta un 15% en aranceles mientras EE UU elimina casi todos los suyos, a cambio de importantes compromisos de compra de productos energéticos estadounidenses y de inmensas inversiones industriales europeas en EE UU.
El libre comercio en peligro y el uso geopolítico de los aranceles
Los aranceles erosionan el libre comercio, multiplicando barreras y debilitando la Organización Mundial del Comercio (OMC). El volumen comercial global decae entre un 2% y un 3%, con costes logísticos al alza y fragmentación geoeconómica. Trump altera constantemente las reglas a mitad del partido, ejemplo de ello es la imposición de aranceles punitivos secundarios a quienes sigan comprando petróleo y gas rusos a pesar de las sanciones occidentales y tras el ultimátum estadounidense de diez días a Rusia para que acepte inmediatamente el alto el fuego en Ucrania. Un embajador estadounidense retirado me decía ayer: «Esto es la definición perfecta de sentimientos encontrados, ver a tu peor enemigo despeñarse en tu nuevo Ferrari».
Sin embargo, no se puede reprochar a Trump que intente defender los intereses de EE UU, no lo va a hacer de China o la UE. Si su Administración piensa seriamente que esta política favorece a medio y largo plazo los intereses geoeconómicos y geoestratégicos de su país, está en su derecho de intentarlo. Si esto nos perjudica a otros tendremos que defendernos o tomar medidas paliativas. Lo que parece un verdadero despropósito es que la UE, que se supone que es la primera potencia comercial del planeta, haya tirado la toalla en el primer asalto sin haber devuelto ni un golpe. De hecho, nos tiramos a la lona antes de empezar el combate.
Son episodios como este que debilitan la credibilidad de los socios en las instituciones europeas, y que propician bromas sarcásticas como las de un brillante pero histriónico y un tanto sobrado diputado indio del Partido del Congreso, mi amigo Shashi Tharoor, que en un discurso en superlativo inglés oxfordiano dijo ante todos los embajadores de la UE y la embajadora de EE UU en India: «Los oxímoros de la geopolítica: diplomacia estadounidense, Inteligencia militar, fuego amigo, guerra civil y, sobre todo, Unión Europea, no hay mayor oxímoron que ese». Tomemos nota.
*Gustavo de Arístegui es diplomático y fue embajador en India, Bután, Maldivas, Nepal y Sri Lanka gustvodearistegui.substack.com
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