China
Wuhan se reabre, pero ¿son fiables los datos?
La baja letalidad levanta suspicacias. China ha dejado de contabilizar en sus registros a los positivos asintomáticos
El final de la mayor cuarentena de la historia parece estar cada vez más cerca. A lo largo de la geografía del gigante asiático, la cotidianidad vuelve poco a poco a llenar los días. En Pekín, los atascos ponen la nota de ruido y de color a sus hasta ahora desiertas calles. Allí también, los comercios y restaurantes cuelgan el cartel de abierto. Eso sí, con mascarillas, restricciones de aforo y manteniendo las distancias. Mientras, en Shanghái los cerezos en flor de los parques ponen de fondo la primavera para los «influencers» chinos que han vuelto a salir a las calles a fotografiarse y mostrar a través de las redes sociales que casi está todo superado. Las familias y amigos pasean, y muchas mujeres se lanzan a bailar coreografías bien estudiadas.
Las fábricas de la industrial provincia de Guangzhou recobran su frenética actividad; y en la de Hubei, epicentro de la pandemia de Covid-19 que ha puesto el mundo del revés, se levanta paulatinamente el cerco que ha mantenido encerrados a millones de personas.
Estas escenas de normalidad dejan atrás dos largos meses de lucha contra un virus que ahora ha trasladado su batalla al otro lado del mundo. En Occidente, numerosos países -entre ellos, España- se afanan por imponer medidas de contención que frenen la propagación que ya ha dejado a nivel mundial más de 670.000 infectados y 30.000 muertos y ha confinado a un tercio de la humanidad en sus casas. Tan solo en China, donde en los últimos días se ha logrado poner el contador a cero de contagios locales, han sido más de 82.000 los afectados y 3.300 los fallecidos desde que se desató la crisis en enero.
No obstante, a muchos les chirrían los datos ofrecidos por las autoridades comunistas. Más aún cuando naciones menos pobladas como Italia o Estados Unidos superan esas cifras.
En los últimos días, diversas informaciones han arrojado más sombras que luces al conteo de casos en el país asiático. Es el caso del canal de televisión hongkonés RTHK, que informó la semana pasada de que algunos residentes de Wuhan, la ciudad más afectada por el virus, estaban siendo rechazados de los hospitales con el fin de no realizarles las pruebas de coronavirus y no afectar los datos oficiales. También la agencia japonesa Kyodo advertía de que días antes de la visita de Xi Jinping a la ciudad una parte de los tests a realizar habían sido cancelados y se había dado el alta a pacientes con síntomas antes de tiempo.
Pero las grandes dudas sobre la veracidad de los datos se avivaron cuando la revista de investigación Caixín publicó un artículo que exponía que desde febrero cada día se registran «varios o más de una docena de individuos infectados asintomáticos».
Al parecer, aunque den positivo en la prueba del Covid-19, no se contabilizan en la lista oficial de contagiados mientras no desarrollen síntomas durante la cuarentena. Por eso, según lo declarado a esta publicación por un miembro del equipo de control y prevención de enfermedades infecciosas que se mantuvo en el anonimato, «no es posible en este momento saber si la transmisión ha parado» y «aún queda mucho por investigar y rastrear».
Restablecer la producción “por completo”
Sin embargo, más allá de la transparencia de unos datos de los que Pekín considera no tiene que rendir cuentas a nadie, el Gobierno chino se centra en lidiar ahora con otros asuntos. El primero de ellos es hasta qué punto ha quedado herida la segunda economía del planeta debido tanto al parón auto impuesto durante estos meses como a la actual falta de exportaciones al no haber suficiente demanda de los países que ahora mismo están luchando contra la pandemia.
Para hacer frente a la situación, el presidente Xi Jinping ha urgido a actuar «con urgencia» con el fin de restaurar el orden económico y social y «restablecer por completo» la producción en las zonas del país que presenten un bajo riesgo.
Reducir los casos importados de Covid-19
El segundo asunto es tratar de contener el incremento de los casos importados -que ya suman casi 700- para que no tenga lugar una segunda oleada de contagios que eche por tierra los esfuerzos de estos meses. Para ello, el país ha cerrado sus puertas a los extranjeros, independientemente de tener visados o ser residentes, ha establecido para los nacionales cuarentenas obligatorias y ha reducido los vuelos internacionales en un 90%. Todas ellas medidas de control sobre una población que ya de por sí está bajo la lupa del Gobierno central y que durante esta pandemia se ha visto sometida a un uso mayor de las nuevas tecnologías y el big data.
Por eso, ahora queda por ver si Pekín bajará o no la guardia. Especialmente después de que se haya puesto en entredicho el liderazgo del Partido Comunista tras las críticas de la población hacia una autoridades que ocultaron información y censuraron a los médicos que trataron de dar la voz de alarma al comienzo de la crisis. Precisamente, un informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) publicado el pasado martes apuntaba a que “sin el control y la censura impuesto por las autoridades de China, los medios chinos habrían informado a la ciudadanía mucho antes de la gravedad de la epidemia” y se habrían salvado “miles de vida y evitado, quizás, la actual pandemia”.
Cinco horas de fila para recoger las cenizas
Por eso, aunque poco a poco las aguas parecen volver a su cauce, la situación no pinta fácil. Y es que a las consecuencias económicas y sociales, hay que sumar las psicológicas. Sobre todo, en Wuhan, donde los familiares de los fallecidos hacían colas de cinco horas en las funerarias para recoger las cenizas de unos familiares a quienes no han podido dar un último adiós. La ciudad más golpeada por el virus no abrirá sus puertas hasta el 8 de abril y es más que probable que sus ciudadanos tarden aún más en poder salir de una urbe que ahora ha quedado estigmatizada.
Batalla campal
Tan solo hay que observar el comportamiento de algunos de los vecinos de las regiones colindantes con Hubei, donde este mismo fin de semana trataron de impedir la entrada de sus compatriotas a través del puente que comunica el distrito de Huangmei de dicha provincia con el de Jiujiang, en la provincia de Jiangxi.
El resultado de la reapertura se saldó con una batalla campal y un coche de Policía dado la vuelta de campana después de que los vecinos de Jiujiang levantaran barreras para impedir el paso de los que -no se sabe por cuánto tiempo- serán considerados portadores del virus. Lo tengan o no.
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