Coronavirus

Peter Piot, el cazador de virus: “Al final, el Covid-19 me atrapó a mí”

Después de 40 años de lucha contra el sida o el ébola, este prestigioso científico belga narra su experiencia tras sobrevivir a la pandemia

El virólogo belga Peter Piot, uno de los descubridores del Ébola
El virólogo belga Peter Piot, uno de los descubridores del ÉbolaONUSIDA

El científico Peter Piot (Bélgica, 1949), tras más de 40 años estudiando y liderando -con una salud de hierro- la respuesta global a enfermedades infecciosas como el ébola y el SIDA, admite que “finalmente, un virus me cazó a mí”. En una entrevista concedida a la revista “Science”, Piot, codescubridor del ébola, con 16 libros en su haber, director Ejecutivo de ONUSIDA desde su creación, en 1995, y actual director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y asesor de la Comisión Europea sobre coronavirus, describe su contacto con la enfermedad y sus reflexiones acerca de una experiencia que le ha cambiado la vida.

“El 19 de marzo, de repente tuve fiebre alta y un dolor de cabeza punzante. No tenía tos en ese momento, pero aun así, mi primer pensamiento fue: lo tengo. Seguí trabajando, soy adicto al trabajo, pero desde casa”. Como sospechaba, “di positivo por COVID-19 y me aislé en la habitación de invitados de casa. Pero la fiebre no desapareció. Nunca había estado gravemente enfermo y no había cogido ni un día de baja por enfermedad en los últimos diez años. Vivo una vida bastante sana y camino regularmente. El único factor de riesgo para la corona es mi edad: tengo 71 años. Soy optimista, así que pensé que pasaría. Pero el 1 de abril, un amigo médico me aconsejó que me hiciera un examen completo porque la fiebre y el agotamiento estaban empeorando”.

Resultó que tenía una deficiencia severa de oxígeno. Las imágenes de pulmón mostraron que tenía neumonía severa, típica de COVID-19, así como neumonía bacteriana. “Me sentía exhausto, cuando normalmente siempre estoy lleno de energía. No era solo fatiga, sino agotamiento total. Nunca olvidaré ese sentimiento. Tuve que ser hospitalizado, aunque el test que me hicieron dio negativo. Esto también es típico para COVID-19: el virus desaparece, pero sus consecuencias persisten durante semanas”, asegura.

¿Mejor contraer el covid-19 que el ébola?

Después de luchar contra los virus en todo el mundo durante más de 40 años, “me he convertido en un experto en infecciones. Me alegro de haber tenido corona y no ébola, aunque ayer leí un estudio científico que concluyó que tienes un 30% de posibilidades de morir si terminas en un hospital británico con COVID-19. Es la misma tasa de mortalidad del ébola en 2014 en Áfricaoccidental”.

Durante una semana estuvo “entre el cielo y la Tierra, al borde de lo que podría haber sido el final”, admite. Eso a veces te hace rendirte a las emociones: “A veces pensaba, me atraparon. He dedicado mi vida a combatir los virus y, finalmente, se vengan de mí”.

Después fue dado de alta y comprobó que “no podía caminar correctamente porque mis músculos estaban debilitados. En casa lloré mucho. También dormí mal. El riesgo de que algo pueda salir muy mal sigue pasando por tu cabeza. Estás encerrado de nuevo, pero tienes que poner esas cosas en perspectiva. Ahora admiro a Nelson Mandela incluso más de lo que solía hacerlo. Estuvo encerrado en prisión durante 27 años, pero salió como un gran reconciliador”.

“Siempre he tenido un gran respeto por los virus, y eso no ha disminuido. Son una cosa tan inteligente... esquivan todo lo que hacemos para bloquearlo. Ahora que he sentido la presencia de un virus en mi cuerpo, veo los virus de manera diferente. Me doy cuenta de que esto cambiará mi vida, me siento mas vulnerable”.

Una semana después de que le dieran de alta, tuvo que volver al hospital. Sufre una enfermedad pulmonar causada por la llamada tormenta de citoquinas, resultado de una sobreactuación del sistema inmunitario. Muchas personas no mueren por el daño causado por el virus, sino por la respuesta exagerada de su sistema inmunitario, que no sabe qué hacer con el virus, recuerda Piot. “Si hubiera tenido esa tormenta junto con los síntomas del brote viral en mi cuerpo, no habría sobrevivido. Tuve fibrilación auricular, con un ritmo cardíaco de hasta 170 latidos por minuto; eso también necesita ser controlado con terapia, particularmente para prevenir eventos de coagulación de la sangre, incluido el accidente cerebrovascular Esta es una capacidad subestimada del virus: probablemente puede afectar a todos los órganos de nuestro cuerpo”, insiste.

Miles de pacientes sufrirán las secuelas de por vida

Muchas personas piensan que COVID-19 mata al1% de los pacientes, y el resto escapa con algunos síntomas similares a los de la gripe. Pero la historia se vuelve más complicada, asegura este experto. “Muchas personas se quedarán con problemas crónicos de riñón y corazón. Incluso su sistema neuronal está interrumpido. Habrá cientos de miles de personas en todo el mundo, posiblemente más, que necesitarán tratamientos como la diálisis renal por el resto de sus vidas”.

Hoy, después de ocho semanas, se siente más fuerte, y lo primero que ha hecho ha sido retomar su trabajo como asesor especial de I+D de COVID-19 para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. "La Comisión está firmemente comprometida a apoyar el desarrollo de una vacuna -dice-. Y seamos claros: sin una vacuna de coronavirus, nunca podremos volver a vivir normalmente. La única estrategia de salida real de esta crisis es una vacuna que se puede implementar en todo el mundo. Eso significa producir miles de millones de dosis, lo que, en sí mismo, es un gran desafío en términos de logística de fabricación. Y a pesar de los esfuerzos, aún no es seguro que sea posible desarrollar una vacuna COVID-19.

Piot también espera que esta crisis sirva para aprender y corregir errores. “Espero que la Organización Mundial de la Salud [OMS], que está haciendo un gran trabajo en la lucha contra la COVID-19, sea reformada para que sea menos burocrática y menos dependiente de los comités asesores en los que cada país defiende principalmente sus propios intereses. Con demasiada frecuencia, la OMS se convierte en un campo de juego político”.

El científico belga, pese a la tragedia y los errores cometidos por políticos y expertos, concluye que “sigo siendo un optimista nato. Y ahora que me he enfrentado a la muerte, he reducido mis niveles de tolerancia a las tonterías y las tonterías en sí. Sigo adelante con calma y entusiasmo, aunque de manera más selectiva que antes de mi enfermedad”.