Internacional

Bruselas certifica la parálisis de las negociaciones del Brexit

Vuelve el fantasma del no acuerdo. La UE califica de «decepcionante» la tercera ronda de conversaciones y destaca la falta de avances en el tratado comercial

El negociador jefe de la UE, Michel Barnier, durante la rueda de prensa en Bruselas
El negociador jefe de la UE, Michel Barnier, durante la rueda de prensa en BruselasFrancois LenoirAP

El coronavirus ha monopolizado el mundo. Pero el Brexit sigue su curso y si, para finales de año, coincidiendo con la gran recesión global que todos los expertos vaticinan, Reino Unido sale a efectos prácticos de la UE sin más pacto que los términos marcados por la Organización Mundial de Comercio (OMC), la situación será compleja. Tanto para Londres como para los miembros del bloque, entre ellos España.

Lo cierto es que el panorama a día de hoy no es esperanzador. Esta semana ha tenido lugar la tercera ronda de negociaciones, por videoconferencia, entre Londres y Bruselas y Michel Barnier, responsable de la parte comunitaria, la calificaba ayer de «decepcionante». «Parece haber una verdadera falta de comprensión sobre las consecuencias mecánicas objetivas de la elección británica de irse. Reino Unido tendrá que ser más realista. Tendrá que ir más allá de esta falta de comprensión», añadía. Por su parte, David Frost, responsable de la parte británica, lamentaba «que se haya progresado tan poco hacia un acuerdo sobre los asuntos pendientes más importantes».

En la era del covid-19, la salida de los británicos del club comunitario suena a batallas pasadas. En efecto, tras cuatro largos años de tragicomedia o psicodrama –según se mire–, Reino Unido dejó oficialmente el 31 de enero de ser miembro de la UE. Sin embargo, a efectos prácticos, todo sigue igual hasta finales de año. Durante el periodo de transición, ambas partes tienen que negociar ahora sus futuras relaciones, entre ellas, intentar cerrar un acuerdo comercial.

Londres persigue un pacto de libre comercio inspirado en el que la UE selló con Canadá. Pero este último tardó en tramitarse más de siete años. Y ahora Downing Street quiere conseguir su propósito en apenas unos meses. El Gobierno de Boris Johnson tiene hasta finales de junio para pedir una extensión de plazos. Pero el «premier» ha repetido en varias ocasiones que, bajo ninguna circunstancia, se extenderá el calendario. Ni siquiera la pandemia le ha hecho cambiar de opinión. Y si las negociaciones ya eran de por sí complicadas, ahora por videoconferencia los obstáculos aumentan.

Con todo, en la ronda de conversaciones de esta semana, Londres presentó, por primera vez, un texto legal con propuestas y en temas de pesca hubo ciertas líneas de acercamiento. Asimismo, el equipo de Johnson ha admitido que los bienes que entren por Irlanda del Norte tendrán que sufrir ciertos controles, aunque sigue poniendo peros a la libertad de movimientos y a los procedimientos aduaneros que los 27 consideran imprescindibles en la frontera con la República de Irlanda.

Las maniobras para evitar una frontera dura entre norte y sur de la isla fueron el principal escollo de las negociaciones de divorcio. El acuerdo de retirada ofrece una solución tan solo a corto plazo. De momento, la provincia británica formará parte de la Unión Aduanera de Reino Unido, pero deberá cumplir con las reglas del Mercado Único Europeo. Con todo, en esta nueva fase de negociaciones deben cerrarse flecos importantes como los aranceles.

En Bruselas consideran que Londres pierde el tiempo deliberadamente para forzar en otoño a la UE a ceder ante sus demandas para evitar el caos de un divorcio caótico. Al fin y al cabo, al bloque no le interesa que un vecino tan próximo se convierta en un competidor desleal con reglas mucho más laxas en lo que a ayudas de Estado, fiscalidad y competencia se refiere.

En los corrillos de Westminster no se descarta por completo que, en el último momento, se solicite una ampliación de plazos. Aunque otras voces creen que la opción más probable es que ambas partes cierren un acuerdo muy de mínimos a finales de año que cada uno venderá como triunfo para posteriormente seguir negociando.

En la Cámara de los Comunes, el nuevo líder laborista, Keir Starmer, es ahora el único líder de la oposición que no demanda al Gobierno una extensión de plazos. «Considero bastante improbable que se pueda cerrar un acuerdo comercial para finales de año, pero si el Gobierno dice que puede conseguirlo, veamos cómo lo hace», matiza.

La jugada es tremendamente inteligente. De esta manera, no solo aumenta la presión sobre el Gabinete, sino que además deja sin munición al primer ministro para retratar, como hacía hasta ahora, a los laboristas como el «partido anti Brexit». Por primera vez en mucho tiempo, el Gobierno tiene ahora en los Comunes a una verdadera oposición. Y la presión llega en un momento en el que el Número 10 se encuentra en sus horas más bajas ante su gestión por la pandemia. Rozando los 34.000 muertos, Reino Unido es el país más afectado de Europa por el covid-19.