Boris Johnson
Johnson deja de ser el “primer ministro del pueblo” tras el “escándalo Cummings”
La popularidad del líder “tory” cae 20 puntos en cuatro días y se enfrenta a una rebelión en sus filas con la dimisión del ministro para Escocia por su disconformidad con la gestión de la crisis
Cuando pasan más de tres días en los que un Gobierno no puede solventar una polémica, el problema pasa a convertirse en una crisis. Una crisis seria además. Boris Johnson lo sabe y su oscuro asesor Dominic Cummings también. En circunstancias normales, el estratega de cualquier primer ministro pillado violando las medidas del confinamiento en plena pandemia del segundo país más afectado del mundo por la covid-19 habría presentado ya su carta de dimisión. Sin embargo, Cummings -cerebro de la campaña pro Brexit- ni renuncia ni tan siquiera pide perdón por sus actos.
Pero la gravedad de todo es que Johnson sigue defendiéndole a capa y espada. Por si quedaba algún tipo de duda, el estratega es la persona que realmente mueve los hilos en el Número 10 y la gran dependencia política y ceguera que está demostrando el primer ministro preocupa ya sobremanera a sus propias filas y al Gabinete.
El subsecretario de Estado para Escocia, Douglas Ross, fue ayer el primero en presentar su dimisión por su desacuerdo ante la gestión de la crisis. Y es probable que no sea el único, porque, aparte de las críticas de la oposición, hay ya cerca de 40 diputados del Partido Conservador que aseguran públicamente que la posición Cummings es totalmente insostenible, entre ellos, Jeremy Wright, el que hasta el año pasado fue Fiscal General del Estado.
En su carta de dimisión, Ross señala que muchas personas de su circunscripción “no se pudieron despedir de sus seres queridos, hubo familias que no pudieron llorar juntas, personas que no visitaron a parientes enfermos porque siguieron las directrices dadas por el Gobierno”. “No puedo decirles de buena fe que todos ellos se equivocaban y que un asesor del Ejecutivo estaba en lo cierto”, sostiene.
Sin precedente alguno, a Cummings, una persona no elegida en las urnas, se le ofrecía este lunes el gran privilegio de contar su versión de los hechos en una rueda de prensa en los jardines de Downing Street. Después de que tanto él como su mujer presentaran síntomas, viajaron 400 kilómetros desde Londres hasta Durham (norte de Inglaterra) para alojarse en una granja propiedad de su familia para que, en caso de que la situación empeorase, sus padres o hermanas pudieran hacerse cargo de su hijo de 4 años.
“No lamento lo que hice”, aseguró, defendiendo que “las normas inevitablemente no cubren todas las circunstancias y está claro que yo estaba en una situación excepcional”.
De crítico a criticado
La cuestión es que el asesor anteriormente había demostrado ser un genio en campaña, capaz de enfurecer y burlar a los opositores políticos. Sin embargo, en el Ejecutivo está siendo mucho menos efectivo. Él, que había pasado los últimos cuatro años criticando a las élites hipócritas y acusando a los medios de generar una controversia falsa sobre cosas que realmente importaban al pueblo, ha perdido el pulso a la calle y se lo ha hecho perder al primer ministro. Y esto es lo realmente preocupante para Johnson.
Hasta ahora, el electorado le había perdonado todo al excéntrico político porque sentía que, a pesar de sus orígenes más que privilegiados y verborrea sin miramientos, entendía el sentimiento de la calle. Pero ahora todo eso es historia. Johnson ha dejado de ser el primer ministro del pueblo. Tenía frente a sí una difícil elección: los ciudadanos o su asesor. La balanza se ha inclinado por la segunda opción y eso ahora conlleva tremendas consecuencias. Su índice de aprobación ha pasado de +19 a -1 en tan sólo cuatro días, según la encuesta realizada por Savanta, publicada ayer por “The Telegraph”, considerada biblia “tory”.
En la calle esto ya no se ve como una guerra ideológica entre euroescépticos y europeístas, izquierda o derecha, sino entre cumplir o no unas normas que desde hace meses tienen a los británicos metidos en sus casas, muchos de ellos también con hijos menores que, a pesar de todo, han seguido la cuarentena en un país donde el número de muertos asciende ya a los 37.048. A nivel mundial, Reino Unido tan sólo es superado en fallecidos por Estados Unidos.
Por lo tanto, la gran polémica en torno al asesor del primer ministro se trata de un problema que afecta de lleno al pueblo en uno de los momentos más complicados de la historia reciente. Y en esta ocasión, Johnson no se ha puesto de su parte. En las pasadas elecciones generales de diciembre, el líder “tory” cosechó una aplastante mayoría absoluta, debido en gran medida en el triunfo electoral de los distritos del “Muro Rojo” del norte de Inglaterra, donde las ansias por ver cumplido el Brexit pudieron más que votar por los laboristas, que habían gobernado en la zona desde la II Guerra Mundial.
Sin embargo, los “tories” que representan a estas circunscripciones aseguran ahora que la confianza en el primer ministro se ha “evaporado de la noche a la mañana”. “Le veían como alguien que entendía a la gente común, pero ahora son le ven como otro tory egoísta de doble rasero. La popularidad va y viene, pero si pierdes la confianza del pueblo, es muy difícil recuperarla”, matiza desde el anonimato uno de estos parlamentarios conservadores a “The Telegraph”.
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