Estado Islámico

Los “leones” del Estado Islámico: una generación “dormida” de terroristas yihadistas

El Califato en Siria implantó un sistema educativo por el que pasaron 100.000 alumnos y a los que se les entrenaba en el uso de armas y confección de explosivos

Unos niños juegan en el campo de refugiados de Siria Al-Hol donde se encuentran 70.000 desplazados en unas instalaciones previstas para 40.000
Unos niños juegan en el campo de refugiados de Siria Al-Hol donde se encuentran 70.000 desplazados en unas instalaciones previstas para 40.000Ali HashishoREUTERS

Nombres imaginarios. Ibrahim tenía en 2015 seis años; y Abu, nueve. Ambos eran hijos de miembros del Estado Islámico que combatían en el seno del “Califato” entonces. En aquel año, la banda yihadista, según ha reconocido en publicaciones internas, implantó su particular “bachillerato”. Ibrahim, recibía, de momento, clases en las que se les inculcaba la guerra santa; Abu, por su edad, compartía los estudios con la asistencia a campamentos militares en los que le enseñaban, junto a chicos de su edad y mayores, el uso de armas y la confección de explosivos. Hoy tienen, respectivamente, 11 y 14 años. ¿Dónde están?

Algunos de ellos, según se estima, en los campos de refugiados, en especial en campamento de Al-Hol; y otros, y esto es lo preocupante, en algún país occidental.

Por la formación recibida, son terroristas en potencia ya que el sistema educativo del Estado Islámico no se limitaba a la enseñanza de la “Sharia” (el Islam en su versión más rigorista) sino también el odio hacia a los “infieles”, a los que había que exterminar.

Otro dato importante, dentro de ese particular sistema educativo, por el que pasaron no menos de 100.000 niños, es que se cuidaba de forma especial a los hijos de los FTF (Foreing Terrorist Figther), combatientes extranjeros.

El objetivo parecía claro: eran la semilla de los “muyahidines”(combatientes) del futuro que, una vez regresados a sus países de origen, podrían convertirse, llegado el momento, en terroristas en activo.

En abril de 2015, LA RAZÓN daba cuenta del contenido del número 8 de la revista “DABIQ”, órgano de prensa del EI. Bajo el título de «Los leones del mañana», aparecían las fotografías de dos adolescentes que, según los yihadistas, asesinaron de un tiro en la cabeza a tres «espías»: dos rusos y un israelí.

De paso, anunciaban que tenían en marcha «institutos» para formar a los jóvenes militar y religiosamente.

«A medida que el Estado Islámico continua su marcha contra las fuerzas de la incredulidad, existe una nueva generación esperando con impaciencia el día en que ella sea llamada a tomar la bandera de Imán». Agregaba que los adolescentes son adoctrinados bajo la “sharia” a un «sólo un tiro de piedra de la primera línea de combate». «El Estado Islámico va a cumplir con el deber de la Ummah hacia esta generación. Los va a preparar para que combatan a los cruzados (cristianos) y sus aliados en defensa del Islam y elevar en alto la palabra de Dios en toda la tierra».

El EI decía que había fundado institutos para formar a estos «cachorros de león», entrenarlos y perfeccionar sus habilidades militares. También para enseñarles el libro de Alá y «la Sunnah de Su Mensajero».

Un caso en Italia

No se trata de elucubraciones. Más recientemente, una mujer italiana detenida por los carabineros tras regresar del campamento de Al-Hol, reconoció que había viajado en 2015 junto a su marido, de nacionalidad marroquí, a Siria y que, entre otras cosas, se dedicó a la radicalización de sus hijos para que abrazaran el yihadismo y odiaran a Occidente. Es un caso, pero hay muchos más.

Los cabecillas del EI diseñaron una estrategia, dentro de su concepción de un califato que aspiraba a abarcar con el tiempo a todo el mundo, que permitiera la continuidad de la banda yihadista. Contaban con que la victoria con la que soñaban no era tan sencilla y que podían ser derrotados militarmente, como ocurrió unos años después.

Por ello, tenían que dar continuidad a la organización: mediante una guerra de guerrillas, como la que desarrollan ahora con atentados hasta en 20 países del mundo; y situando en el mayor número de naciones a niños y adolescentes, con una formación básica ideológica y militar para que, llegado el momento, pasaran a la acción.

Con estos datos se puede explicar lo que algunos interpretan como cerrazón de varios países para repatriar a sus nacionales, sobre todo mujeres con sus hijos, algunos de ellos ya adolescentes, por el peligro potencial que suponen, dada la formación que han recibido y que sus madres, en muchos casos, se ocupan de retroalimentar para que no olviden las consignas recibidas.

Campamento de Al-Hol

Un ejemplo de todo esto lo encontramos en el campamento de Al-Hol, en el que podemos estar asistiendo al nacimiento de una nueva generación de terroristas.

Según expertos internacionales, en este enclave hay miles de niños y adolescentes que se han criado bajo la bandera del EI y que a diario reciben de sus progenitores, en especial de sus madres, la consigna de que tienen la misión de vengarse por la derrota sufrida a cargo de la Coalición Internacional. Además, hay que tener en cuenta que muchos de sus padres murieron en combate, con lo que la voluntad de llevar adelante esa venganza se hace más grande.

Según datos provenientes de las mismas fuentes, en Al Hol hay en la actualidad unos 70.000 refugiados (la capacidad es para 40.000) de los que 10.000 no son sirios ni iraquíes. La cifra de niños y adolescentes no ha sido facilitada a este periódico ni cuántos de ellos pasaron por el sistema educativo del EI, porque probablemente se desconoce. En cualquier caso, son un peligro en potencia que se debe tener en cuenta.

El Estado Islámico estaba muy orgulloso de sus “jóvenes leones” y durante la época más floreciente del califato fueron divulgados numerosos vídeos en los que se veía a niños y adolescentes recibiendo entrenamiento militar y, en el colmo de la brutalidad y manipulación, degollando a prisioneros “infieles” de su misma nacionalidad.

Adoctrinamiento

Todo un sistema concebido para que los que estaban en edades muy vulnerables asumieran que esa era la única forma de vida; y que cortar el cuello o pegar un tiro en la cabeza a una persona era algo de lo más normal. Vuelve la pregunta del principio. ¿Dónde están ahora esos niños y adolescentes?.

Según datos de la propia organización, el sistema educativo del EI consistía en que la enseñanza fuera obligatoria para los niños entre los seis y los 18 años; y para las niñas, entre 6 y 15 años. El número de alumnos llegó a superar los 100.000.

El EI imprimió diversos libros, que incluían la doctrina del plan de estudios, los objetivos educativos, contenido, métodos de enseñanza, ayudas, evaluación, actividades escolares y extra escolares, etcétera.

Los hijos de los FTF eran educados, como se ha dicho, en centros especiales (probablemente para que superaran problemas de idioma y aprendieran el árabe), aunque hay quién sospecha con fundamento que la intención era la de crear una especie de “terroristas dormidos” para cuando volvieran a sus países y allí “despertaran” llegado el momento.

De los campos de entrenamiento existen numerosas imágenes, lo que da idea lo orgulloso que se sentía el EI de su estrategia, así como de actos de asesinato masivo de prisioneros a los que los niños asistían sentados en estrados como si de un “circo” se tratara.

A partir de los 9 años, eran admitidos en los campos militares y el entrenamiento, similar al de los adultos, incluía todas las disciplinas para poder convertirse en terroristas.

Todo lo escrito ahora tiene confirmación. Tal y como publicó LA RAZÓN el 21 de enero de este año, el EI difundió un vídeo en el que se veía a un menor en el momento de asesinar a un cristiano al que habían puesto el mono naranja que llevan los presos yihadistas de Guantánamo.

El vídeo lo publicó la agencia Amaq, del EI, y tiene 34 segundos de duración; se ve cómo un terrorista embozado, pistola en mano, después de pronunciar una soflama, le descerraja un tiro en la cabeza a un cristiano. El autor de los disparos (uno en la cabeza y otro para rematarle) es un menor de edad.

El crimen se cometió después de que los “soldados del Califato” secuestraran al cristiano entre las ciudades de Ono y Gokana, en la región de Brno, en el noreste de Nigeria.

Los terroristas tuvieron tiempo de ponerle el mono naranja. Después, colocaron al niño, embozado, detrás para que, tras pronunciar unas palabras, le pegara los dos tiros.

¿Había pasado este menor por alguna de las escuelas de Siria o Irak en los tiempos del Califato? Es una buena pregunta.