Pandemia

La covid-19 se ensaña con EE UU

Récord de muertes con 2.885 casos en 24 horas mientras las hospitalizaciones superan las 100.000, el doble que en el pico de la primera ola de la pandemia. Las reuniones familiares de Acción de Gracias aceleran la infección

El sillón del presidente Donald Trump en el Despacho Oval vacío, mientras acude a una ceremonia
El sillón del presidente Donald Trump en el Despacho Oval vacío, mientras acude a una ceremoniaJONATHAN ERNSTREUTERS

Los peores días del coronavirus coinciden con unas previsiones apocalípticas y, más allá, con la esperanza en las vacunas. Para exorcizar el miedo a lo desconocido y las habladurías sobre las vacunas de ARN mensajero, que revolucionarán la ciencia médica, los ex presidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama han dado un paso adelante. Se han ofrecido a ponerse la vacuna con luz y taquígrafos, delante de los focos, a fin de animar a los desconfiados.

La urgencia resulta inevitable. Los contagios y las muertes están absolutamente desbocados. Desde el inicio de la pandemia la media diaria de diagnósticos ha subido hasta unos espeluznantes 164.393 casos. El miércoles el país superó la barrera psicológica de los 200.000 infectados en un solo día, después de los 195.895 del día anterior, y ya tiene más de 100.000 personas hospitalizadas.

En total han sido realizados 195.601.815 tests, han sido diagnosticadas 13.711.151 personas y han fallecido 264.522. La progresión puede comprenderse mejor al comprobar que la media de muerte de los últimos 7 días ha superado los 1.600 y que por segundo día consecutivo el país rebasaba los 2.000 en un solo día, 2.658 el 2 de diciembre y 2.773 el día 3.

El subidón incontrolable responde a varios factores. Están por supuesto los referidos a la climatología, que empuja a los ciudadanos a espacios interiores, donde la posibilidad de contagios aumenta de forma exponencial. Están luego cuestiones como las fiestas familiares, que en el caso de Acción de Gracias, con millones de desplazamientos en todo el país y con los aeropuertos en cifras récord de viajeros comparadas con los últimos meses, habrían multiplicado el número de casos.

Están, finalmente, las variables políticas: la Casa Blanca de Donald Trump sigue obsesionada con la supuesta confabulación planetaria para alterar el resultado de las elecciones, al tiempo que desecha o desprecia el gobierno diario de la catástrofe económica y sanitaria. Al mismo tiempo el uso de mascarillas o los llamamientos a mantener la distancia social continúan siendo objeto de debate político y guerra cultural. Especialmente en muchos de los Estados que quedaron más o menos libres de la primera oleada vírica, durante la primavera, que se cebó con las ciudades del noroeste y con la costa del Pacífifo, mientras que ahora los casos suben atropellados en varios Estados del Medio Oeste.

La respuesta de las autoridades locales, a falta de una coordinación federal, ha sido muchas veces divergente. Y mientras el presidente electo, Joe Biden, hacía llamamientos a la población para que llevara la mascarilla. El demócrata ha alertado de que se pueden perder otras 250.000 vidas «de aquí a enero» si no se toman medidas para frenar la covid-19. El presidente electo de Estados Unidos alertó de un «invierno oscuro», pero no aclaró de dónde ha sacado la cifra de los 250.000 vidas, claramente por debajo de las estimaciones que hacen los organismos estatales.

El 1 de diciembre falleció la abuela de Noem, la señora Aldys Arnold, de 98, y aunque no ha trascendido la causa de la muerte, el periódico Daily Beast informó de que entre el 14 y el 28 de noviembre otros 12 ancianos habían perecido en la residencia stelline Nursing Home, todos ellos de Covid-19. Según la publicación otros 38 ancianos, y 16 trabajadores, habrían dado positivo por coronavirus.

Mientras en lugares como Connecticut el gobernador prohibía los trabajos no esenciales cara al público, en Nueva York, donde los contagios siguen subiendo, pero en una proporción muy inferior a los meses de marzo, abril y mayo, las escuelas reabrirán el próximo lunes. Bill de Blasio, alcalde de Nueva York, había prometido cerrar los colegios en cuanto la ciudad supere el 3% de positivos diagnosticados de media durante 7 días. Pero la presión de los padres, y la creciente evidencia de que los contagios en los centros escolares está muy por debajo de esas cifras, forzaron a De Blasio a revertir su apuesta.

Respecto a la avalancha numérica después del “Thanksgiving Day”, cuenta el hecho de que varios Estados no reportasen a tiempo sus datos, con lo que ahora han venido a sumarse los casos de días anteriores; pero también resulta decisiva la más que probable ampliación del perímetro de la enfermedad, toda vez que millones de personas, potencialmente infectadas y/o asintomáticas, desoyeron las recomendaciones de los CDC para evitar reunirse con personas más allá del núcleo familiar.

Los expertos, desde luego, no han ahorrado advertencias. Así Robert Redfield, director de CDC, que advierte del «momento más difícil en la historia de la salud pública de esta nación». Para el próximo 1 de enero, el modelo matemático de la Universidad de Washington pronostica 339.335 muertos de mantenerse las actuales medidas de contención, 415.618 el 1 de febrero y un total de 470.973 el 1 de marzo. Los CDC hablan de 450.000 muertos en febrero.

Plan de estímulos

En estas circunstancias, con la economía expuesta a nuevos cierres, resulta más y más urgente alcanzar algún tipo de acuerdo legislativo para aprobar un nuevo paquete de estímulos económicos. Los demócratas aspiran a un paquete cercano al billón de dólares, después de los más de tres billones pactados en el anterior paquete, mientras que los republicanos reducen a la mitad esas cifras.

Pero el tiempo apremia, millones de ciudadanos perderán sus últimos cheques, miles de compañías se verán privados de los estímulos que permitieron mantener en nómina a cientos de miles de empleados y los Gobiernos locales tendrán que recortar en gasto público de forma drástica. Todo esto al tiempo que en condados tan populosos como Los Ángeles, el alcalde Eric Garcetti, ordena el confinamiento. «Es hora de cancelar todo», ha dicho, «y si no es esencial, no lo hagas».