Ehud Barak

«No existe ningún país en el que haya habido cuatro elecciones generales en dos años»

El ex primer ministro laborista, muy crítico con el actual mandatario, se muestra preocupado por la grave crisis política en la que está sumido Israel

Con la disolución de la Knesset la semana pasada, Israel se encamina a las cuartas elecciones en dos años. El «primer ministro alterno» Benny Gantz justificó su voto junto a la oposición por la negativa de Benjamin Netanyahu de aprobar los presupuestos generales, pero el «gobierno unitario» entre el Likud y Azul y Blanco fue disfuncional desde su nacimiento. Al ex «premier» Ehud Barak (78) le angustia la situación de su país. Su carrera está plagada de luces y sombras. Reconocido como el militar más condecorado del Ejército israelí, durante su breve periodo al frente del estado judío (1999-2001), el entonces líder del Laborismo vivió el colapso de las negociaciones de paz con los palestinos en Camp David, antesala de la Segunda Intifada (2000).

En la segunda ronda electoral de septiembre de 2019, volvió a la primera línea con el Frente Democrático, en un intento de reavivar a la izquierda. Cosechó tan sólo cinco diputados de 120. Por la guerra sin cuartel que libra contra «Bibi», desde el Likud le acusan de organizar las protestas semanales que exigen su renuncia (junto a Irán y grupos anarquistas). En una charla con corresponsales extranjeros en la que participó LA RAZÓN, Barak aseveró que «Netanyahu puede ser un astro vendiendo sus habilidades, pero es un cero en gestión, liderazgo y ejemplo personal».

¿Cómo definiría el actual panorama político israelí?

Es una situación bizarra. No existe ningún país que pasó cuatro elecciones generales en dos años. Demuestra la profunda crisis política que atraviesa Israel.

Gantz acusa a «Bibi» de estar preocupado de sus causas judiciales, no de manejar un país sumido en la crisis. Netanyahu culpa a su socio de establecer «un gobierno desde dentro» para torpedear al Likud. ¿La disolución de la cámara asegura elecciones próximamente?

Todavía quedan pendientes tres votaciones parlamentarias, y a mi juicio, ninguno de los socios desea las elecciones. Hay muchos diputados primerizos que temen quedarse fuera del Parlamento, incluido Gantz. Creo que veremos elecciones solo en junio o noviembre, no en marzo o abril.

¿Cómo explica que Netanyahu siga en el poder sin haber logrado una clara mayoría del bloque de derecha-religiosos en las tres pasadas rondas?

Es la prueba de la gravedad de la crisis política. Netanyahu sigue gobernando gracias a la inexperiencia de Gantz y Azul y Blanco, que capituló ante la presión del Likud. Usaron a sus electores, que lo votaron para desbancar a Netanyahu.

Y ante el pronóstico de cuartos comicios, el centro-izquierda «liberal» sigue sin presentar una alternativa factible. Siguen las batallas de egos, y vuelven a sonar ex jefes del ejército, como Gadi Eizenkot, para liderar listas...

El centroizquierda está totalmente desintegrado. Sobre el «prestigio» de los generales, ya lo alertaron en su día Yitzhak Rabin o Ariel Sharon (ambos ex comandantes en jefe que llegaron a primer ministro): esta categoría se diluyó. A Gantz lo conocían por su rol en tzahal, pero lo votaron por su promesa explícita de que nunca se sentaría junto a «Bibi». Cambió de bando, como también hizo Amir Peretz con su mostacho (el líder del laborista «Avodá» que lideró Barak, y que en campaña se afeitó el bigote como garantía de que no apoyaría a Netanyahu). La gente perdió la confianza en la política, y el centroizquierda será tan débil y desorganizado, que el bloque de derecha terminará ganando.

Para un vuelco, la matemática exige a las formaciones judías de la oposición formar alianzas con la Lista Árabe Unificada. No parece que vaya a ocurrir...

Lo dije hace un tiempo: es ridículo que los partidos de izquierda estén incómodos de mostrarse con árabes en la calle. No hay que boicotearles, al igual que a los ultraortodoxos. Una gran parte de la sociedad israelí es tradicionalista. Eso no nos puede impedir tener un diálogo honesto y directo con ciudadanos de nuestro propio país.

En los últimos tiempos, usted ha sido especialmente beligerante en sus críticas a Netanyahu en redes sociales.

Lo era ya antes, pero más aún desde el inicio de sus juicios. Está inculpado por fraude, corrupción y abuso de confianza, algo que lo llevó a comportarse de modos no convencionales. El uso de «fake news» no esconde su fracaso en el manejo del coronavirus y el desastre económico. Netanyahu puede ser un astro vendiendo sus habilidades, pero es un cero en gestión, liderazgo y ejemplo personal. Me pregunto a menudo: ¿cómo puede ser?

¿Y encontró respuesta?

El coronavirus pasó en todo el mundo, pero aquí ha sido diferente. «Bibi» sigue gobernando porque no logramos explicar a sus votantes que no hay ningún país que formó un «gobierno unitario de emergencia» para absorber a la oposición. O que usó al servicio secreto interno para seguir a sus ciudadanos a través de sus smartphones. No hay país avanzado que funcione sin algo tan básico como un presupuesto. No hay reuniones ejecutivas, y el gabinete del covid es un desastre. No gestionan el sufrimiento que padecen millones de israelíes, sino cómo ayudar a Netanyahu para evitar sus juicios. La democracia israelí está enferma, y necesita un shock para volver a la realidad. Un gobierno debería ser cambiado cuando actúa tan pobremente.

¿Pero el cambio es posible?

Israel necesita un reinicio. Un liderazgo diferente, probablemente de una o dos generaciones más jóvenes que nosotros, y con mujeres al frente. Miro al mundo, y veo a Nueva Zelanda, Alemania… las mujeres están mejor equipadas para lidiar con esta crisis. Menos ego, y más predisposición a cooperar por los asuntos importantes. Los que tienen menos de 20 años, no conocen un Israel sin el liderazgo de «Bibi» (14 años no consecutivos en el cargo).

El Likud sigue contando con un as infalible: la fidelidad de sus votantes.

Tenemos algo que envidiarles. La derecha en Israel tiene un componente emocional que inspira a la gente. Les dicen que se requiere sacrificio. Recuperan una visión casi mesiánica, aludiendo a los desastres del pasado que sufrió el pueblo judío.