Cuerno de África
Etiopía: Las raíces de un conflicto que pone en peligro la estabilidad de la región
El Gobierno etíope asegura que la ofensiva contra la región rebelde de Tigray ha terminado, pero continúan los combates
Todo va bien. Ese es el mensaje que lanza repetidamente el primer ministro etíope, Abiy Ahmed. Pero no, no todo va bien. Desde el lanzamiento de la ofensiva gubernamental contra la región rebelde de Tigray, al norte del pais, hay riesgo de guerra civil y de una internacionalización del conflicto.
Para el gobierno, esta ofensiva es una operación para restaurar la autoridad, en una región declarada disidente y que pretendía apoderarse de guarniciones del ejército federal. Para Tigray, el gobierno de Abiy Ahmed es ilegítimo, ya que las elecciones generales que deberían haberse celebrado en mayo de 2020 se pospusieron en agosto y nuevamente indefinidamente, debido a la epidemia de Covid. De hecho, el Frente de Liberación de Tigray (TPLF), que controla la región de Tigray, celebró sus propias elecciones generales a principios de septiembre. Esto creó un desequilibrio político interno entre una región que siguió el calendario electoral original y el resto del país. El gobierno fue declarado inconstitucional por Tigray.
Así que ese “todo va bien” es muy útil para impedir el acceso a organizaciones humanitarias y a periodistas que puedan investigar lo que no interesa que se investigue, esos crímenes de guerra que no existen. La situación está bajo control, el ejército está liberando a las poblaciones de los rebeldes sin causar víctimas civiles y habrá elecciones generales muy pronto, muy libres y muy democráticas.
La realidad se aleja de ese mensaje de optimismo. Suenan las armas en Etiopía, hasta ahora percibido como un remanso de estabilidad en el Cuerno de África. Y su presidente, ganador del Nobel de la Paz, ha cambiado la palabra “paz” por la de “ofensiva”. Desde su llegada al poder en 2018, ha luchado por una Etiopía unida bajo la filosofía del “Medemer” -que en amárico significa “sinergia”. Pero, lejos de conseguirlo, ha generado una fuerte animosidad entre los tigriñas; que, pese a representar el 6 % de una población de 110 millones de habitantes, dominaron la política etíope durante 27 años. Pero no solo entre ellos, sino que también muchos oromos, de cuya región Abiy es originario y que además constituyen el grupo étnico más numeroso, le consideran un líder represivo, incapaz de defender los intereses nacionalistas de Oromía y que no duda a la hora de encarcelar a sus opositores.
El conflicto no se queda dentro de las fronteras del país. Para ganar esta batalla contra el Frente de Liberación Popular de Tigray, las autoridades etíopes han contado con la ayuda de Eritrea, que ayer era el enemigo. El gobierno ha mostrado su agradecimiento a Eritrea por su papel en esta crisis, pero sin especificar cuál está siendo. De ahí los temores de la comunidad internacional. Porque en el recuerdo se mantiene la guerra de 1998-2000 que genera muchas dudas de que Eritrea esté interesada en una Etiopía estable. Hasta ahora, cientos de personas han muerto por este conflicto y más de 45.000 han huido de la violencia al vecino Sudán. País que podría, a su vez, aprovechar la situación para apoderarse, al menos en parte, del disputado triángulo de Fashqa, que se extiende a lo largo de la frontera etíope con Amhara y que Sudán reclama desde hace décadas.
De cualquier forma, el conflicto actual no se puede explicar sin mirar atrás, bien atrás. Estos son las claves para entenderlo:
Una región con interés militar y estratégico
Tigray está en minoría desde un punto de vista demográfico: representa el 6% de la población de más de 100 millones de etíopes, por lo tanto, poco en comparación con las otras grandes poblaciones etíopes, los Oromos y Amharas, que son unos 30 millones. No parece a simple vista que haya un equilibrio de poder. Pero las apariencias engañan. No se trata, como suele ser en este tipo de conflictos, de una lucha por una región rica en recursos económicos. Porque no lo es. Con una superficie de 50.079 km² , Tigray no tiene recursos naturales y es bastante montañosa, con problemas de escasez de agua debido a su clima semiárido. Pero es una región con una tradición militar y rebelde ubicada en la frontera con Eritrea, antiguo enemigo de Etiopía. Y más de la mitad de todo el personal de las fuerzas armadas del país tiene su base allí. Lo que está en juego es el control de estas divisiones. Su importancia es militar y geoestratégica para el estado etíope, necesaria en sus relaciones con los demás países del Cuerno de África.
Federalismo contra centralismo
El partido gobernante en Tigray fue el artífice de la Constitución Federal y se ve a sí mismo como el guardián de esta Constitución. Milita por un federalismo en sentido estricto con una fuerte autonomía de cada región. Abiy Ahmed, en cambio, apuesta por el centralismo para mantener la unidad nacional. De ahí el riesgo de que la lucha de poderes desencadene una guerra civil y se extienda a otras regiones del país.
Lo cierto es que los amharas, oromos y tigriñas tienen, desde el siglo XVII, visiones muy diferentes sobre la administración de territorios. La base política de los Amharas, establecida en el siglo XV, se centra en el ejército, la iglesia y el reino. El de los tigriñas es esencialmente federal y el de los oromos tiene puntos en común con el sistema democrático occidental. Los oromo y tigriñas han sido “marginados” durante mucho tiempo por la cultura amhara, antes de que el TPLF asumiera una coalición en Addis Abeba, a partir de la década de 1990. Abiy Ahmed, de los Oromos y en el poder desde 2018, es acusado por los tigriñas de haberlos apartado por completo de la dirección del país.
El papel de Eritrea
Oficialmente Eritrea no participa, pero sí lo hace, puede que incluso con tropas. Antes de laindependencia en 1993, el Frente Popular para la Liberación de Eritrea (FPLE) fue, junto con el TPLF, uno de los principales actores de la caída del régimen dictatorial de Mengistu Haile Mariam. Cinco años después, el presidente Isaias Afwerki lanzó contra el poder etíope encarnado por el TPLF, una guerra en la frontera con Tigray que dejó decenas de miles de muertos.
A pesar del fin oficial del conflicto en 2000, las dos partes siguen enfrentadas por cuestiones territoriales fronterizas. Y el jefe del TPLF está en contra del acuerdo de paz con Asmara, lo que justifica el apoyo de Eritrea al primer ministro.
Un final que parece lejano
Los analistas, pese al “todo va bien” no vislumbran un final cercano a esta crisis. Ninguna de las dos partes se ha mostrado dispuesta a ceder por el momento y los intentos de mediación por parte de la comunidad internacional se han estrellado contra un muro.
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