Fin del divorcio
El sueño soberanista de Boris Johnson
“Hemos recuperados el control sobre nuestras fronteras, leyes, comercio y pesca”, se felicita el “premier” británico
Finalmente hubo fumata blanca. Tras un año de tortuosas negociaciones, Londres y Bruselas lograron cerrar este jueves el esperado acuerdo comercial que evita cuotas y aranceles entre el Reino Unido y la UE a partir del 31 de diciembre a media noche, cuando los británicos saldrán ya a efectos prácticos del bloque tras más de cuatro décadas de tortuosa relación.
Las aproximadamente 1.500 páginas del convenio no se habían publicado al cierre de esta edición. En los próximos días, sin duda alguna, habrá grandes debates sobre “perdedores” y “ganadores”.
La clave es que ambas partes han realizado concesiones y finalmente han logrado un pacto histórico que, más allá del comercio, viene a regular ahora aspectos que atañen al día a día de los ciudadanos: desde convalidación de títulos académicos hasta regulación sobre si se puede conducir con un carné español por el Reino Unido o viceversa.
El Brexit ha monopolizado la agenda política a ambos lados del Canal de la Mancha desde el 23 de junio de 2016, cuando tuvo lugar un histórico referéndum. Primero tuvieron lugar unas complicadas negociaciones para intentar pactar un divorcio amistoso. Se consiguió un acuerdo en el último minuto, que facilitó un periodo de transición desde el 31 de enero de este año, cuando el Reino Unido salió legalmente del club comunitario, hasta el 31 de diciembre.
Pero tras la separación, había que establecer cómo sería las relaciones futuras. Y el proceso tampoco ha sido fácil. Más allá de las grandes diferencias entre ambas partes, Londres y Bruselas han tenido que lidiar con una pandemia global que se ha convertido en el reto más complejo para los mandatarios a ambos lados del Atlántico en tiempos de paz.
En el caso del Reino Unido, que ya de por sí era uno de los países más castigados por el virus (las muertes superan las 69.000), en la última semana la situación se había vuelto además más crítica tras detectarse una variante que se propaga un 71% más rápido y que ha llevado a más de 50 países, entre ellos España, a bloquear las conexiones con suelo británico. A partir del 26 de diciembre, prácticamente todo el Reino Unido estará ya confinado.
El caos de la pandemia puso en duda que fuera a ser posible cerrar convenio. Pero finalmente, la fumata blanca llegó ayer, cuando apenas queda una semana para la desconexión definitiva.
Las últimas horas fueron agónicas. Los rumores de un anuncio “inminente” comenzaron el miércoles por la tarde. Tras toda una noche en vela, el jueves por la mañana se convocó una rueda de prensa que se fue posponiendo una y otra vez. Durante todas las negociaciones, la gobernanza del acuerdo, igualdad de condiciones y la pesca fueron los principales escollos. Y hasta el último minuto, la pesca se atragantó cual espina. Se trata de un sector que apenas representa el 0,12% del PIB británico, pero su importancia política es totémica, ya que recuperar el control de las aguas fue una de las principales promesas de la causa euroescéptica.
“Hemos recuperado finalmente el control sobre nuestras leyes y nuestro destino”, se congratulaba esta tarde Boris Johnson, que aspira con este pacto a mejorar su popularidad muy dañada por la gestión de pandemia tanto dentro como fuera de sus filas.
En una comparecencia desde su residencia de Downing Street, el premier explicó que el pacto “protegerá los puestos de trabajo” en el Reino Unido y le permitirá ser “un Estado costero independiente, con pleno control de sus aguas”, por primera vez desde 1973.
El acuerdo “consigue algo que la gente de este país sabía instintivamente que era factible, pero que se les dijo que era imposible. Hemos recuperado el control de nuestras leyes y nuestro destino. Hemos recuperado el control de cada pedacito de nuestra regulación de forma completa y sin restricciones. Desde el 1 de enero, estamos fuera de la unión aduanera y el mercado único”, dijo.
Pese a calificar de “feroces” las negociaciones con el club comunitario, Johnson consideró que el acuerdo “es bueno para la UE” y recordó que se trata del “mayor acuerdo comercial” que firma su país, con 668.000 millones de libras (742.000 millones de euros)
Se trata, a su juicio, un “acuerdo completo al estilo del de Canadá, que protegerá empleos, permitirá vender productos británicos sin aranceles ni cuotas en el mercado de la UE, y permitirá a nuestras compañías hacer todavía más negocios con nuestros amigos europeos”.
Destacó que su país será “independiente” de la legislación comunitaria y de los tribunales europeos para poder impulsar sus propias leyes y nuevos estándares, e “innovar en todos los sectores, desde la biociencia a las finanzas o la inteligencia artificial”.
Johnson admitió que el acuerdo no va tan lejos como le “hubiera gustado” en el apartado del acceso mutuo de los servicios financieros, pero aseguró que aun así espera que la City de Londres “prospere como nunca antes” en los próximos años.
Cerrar el pacto no termina con la incertidumbre. Ahora toca ratificarlo en el Parlamento Europeo y en Westminster y eso siempre ha supuesto un verdadero problema para el inquilino de turno de Downing Street. En su día Theresa May cosechó hasta tres históricas derrotas.
Con Johnson las cosas ahora son muy distintas. Y no solo porque tiene mayoría absoluta en la Cámara Baja, sino porque hizo firmar a los candidatos ‘tories’ que se presentaron el año pasado a las generales que no se interpondrían en los planes del Gobierno. Ahora bien, el núcleo duro euroescéptico amenaza ahora con rebelión si, a su juicio, consideran que se han hecho demasiadas concesiones que pongan en peligro la soberanía, considerado el santo Grial.
En cualquier caso, se da por hecho que el pacto saldrá adelante en la sesión extraordinaria del 30 de diciembre, ya que el premier cuenta con mayoría absoluta y el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, anunció ayer que le dará su apoyo porque es un asunto “que atañe al bien de la nación”.
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