Cambio de ciclo

Trump deja huérfanos a los populistas de Europa

Los líderes del populismo europeo pierden a su principal referente internacional con la salida del magnate de la Casa Blanca y miden sus fuerzas en las elecciones de este 2021

Una persona sostiene una máscara con la imagen de Donald Trump mientras esperaba su llegada a Florida
Una persona sostiene una máscara con la imagen de Donald Trump mientras esperaba su llegada a FloridaGiorgio VieraAgencia EFE

«La derrota de Trump puede ser el comienzo del final del triunfo de los populistas de extrema derecha también en Europa. Gracias, Joe», tuiteó el presidente del Partido Popular Europeo y antiguo presidente del Consejo, Donald Tusk el pasado 7 de noviembre cuatro días después de las elecciones más discutidas de la historia reciente en EE UU. Todavía no se había producido el asalto al Capitolio ni el comienzo del juicio político contra el ya ex presidente de Estados Unidos.

Muchos coinciden con el diagnóstico del político polaco y creen que con la derrota electoral de Donald Trump los movimientos populistas europeos han perdido un referente, lo que puede suponer el principio de su declive. Otros no comparten este optimismo y recuerdan que el auge de partidos europeos soberanistas es un fenómeno anterior a la llegada del ex presidente Trump a la Casa Blanca y que, por lo tanto, su supervivencia no está ligada a la suerte del magnate.

A pesar de sus puntos en común, los ensayos de reagrupar a estas fuerzas europeas no han sido excesivamente exitosos y, de hecho, se encuentran diseminados en varios grupos dentro del hemiciclo europeo. De hecho, los intentos del ex asesor de Trump, Steve Bannon, de construir una fundación en Bruselas que aglutinara a esta corriente de cara a los comicios europeos de mayo de 2019 fracasaron estrepitosamente. Su despegue comenzó hace veinte años con periodos de mayor o menos esplendor según las circunstancias.

En enero de 2000, el Partido Popular austriaco (OVP) decidió formar coalición de gobierno con el ultranacionalista Jörg Haider. La sacudida fue tan fuerte que los países europeos pusieron en marcha durante varios meses un bloqueo diplomático inédito en el club comunitario. Desde entonces, la respuesta de los diferentes gobiernos europeos ante el ascenso de estos partidos ha variado desde la coexistencia más o menos pacífica al ostracismo a través de la imposición de cordones sanitarios.

Dentro de los hitos que han alcanzado esta fuerzas, se encuentra la primera vez que el partido de Le Pen (rebautizado ahora como Agrupación Nacional) pasó a la segunda vuelta de las elecciones francesas en 2002, situación que volvería a repetirse en 2017; el momento en que la ultraderecha holandesa de Geert Wilders (segunda fuerza parlamentaria) sostuvo al ejecutivo liberal de Mark Rutte en 2010 aunque sin entrar en el gobierno o la coalición en Austria en 2017 entre populares y la extrema derecha de FPÖ, gobierno que acabó cayendo en 2019 por el escándalo «Ibizagate». Mención aparte, la situación italiana cuándo por primera vez dos partidos de corte populista y retórica antisistema (La Liga de Salvini y el Movimiento Cinco estrellas se unión en coalición) en 2018.

La salud de estos movimientos y los posibles paralelismos con la derrota al otro lado del Atlántico han vivido sus primeras pruebas de fuego con las elecciones presidenciales de ayer en Portugal dónde el presdiente conservador logró frenar al candidato de corte populista que empujaba fuerte en las encuestas o las próximas elecciones holandesas el 17 de marzo dónde el partido de Wilders parte también como segunda fuerza más votadas según los sondeos realizados por el país. Habrá que esperar también a las elecciones en Alemania en el mes de septiembre para comprobar la salud del movimiento ultraderechista Alternativa para Alemania.

Dentro de los interrogantes sobre las réplicas de la derrota de Trump en la política europea, la pregunta más difícil de responder proviene sobre qué puede pasar en los próximos meses en EE UU. El «impeachment» contra el presidente saliente tiene como objetivo impedir que pueda volver a presentarse en 2024 como candidato a al Casa Blanca, pero nadie sabe si el trumpismo puede sobrevivir a Trump y reencarnarse en otro líder del Partido Republicano. De lo que no existen dudas es de que el estilo Trump está, a grandes trazos, presente en estos líderes europeos.

Marine Le Pen

La política francesa comparte con Trump su desprecio por las élites, su retórica contra la inmigración ilegal, con especial énfasis en la de origen musulmán y su apuesta proteccionista de la economía. Esto último le hace una candidata atractiva para los obreros franceses golpeados por la deslocalización, al igual que Trump se supo hacer con el voto de la clase trabajadora de raza blanca de los Estados denominados «cinturón de óxido».

Matteo Salvini

El ex ministro de Interior italiano destaca por su política de mano dura frente a la inmigración ilegal -un tema de máxima importancia en Italia después de la crisis de refugiados de 2015- , por su uso de las redes sociales para diseminar sus mensajes políticos y por la utilización de símbolos religiosos cristianos. Una defensa de valores conservadores en el terreno de las costumbres con la que entronca con Trump. Los dos comparten una retórica mesiánica, se presentan como los salvadores de un país en declive.

Viktor Orban

El primer ministro húngaro comenzó su carrera política como un liberal reformista, proveniente del activismo contra la dictadura comunista vivida en su país. Paradójicamente, ahora Budapest se encuentra bajo la lupa de Bruselas por la vulneración de independencia judicial y el Estado de derecho. Le une a Trump el blindaje de fronteras contra los inmigrante ilegales y leyes conservadoras en contra del matrimonio gay y la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Al igual que Trump, Orban no ha formado un nuevo partido fuera de las familias políticas dominantes. Fidesz, pertenece al Partido Popular Europeo, pero se encuentra suspendido en su membresía.

Boris Johnson

Nadie duda de que Trump era uno de los principales aliados a favor del Brexit y de una relación especial entre Reino Unido y EE UU, un escenario que se ha alejado con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Tanto Johnson como el ex presidente de EE UU comparten su pose de «enfant terrible» con modos impropios de los políticos tradicionales, lo que les hace parecer como ajenos a las élites y outsiders dentro de su propio partido, a pesar de sus orígenes privilegiados. El mensaje de Johnson se basa en la necesidad de que el pueblo británico recupere su soberanía en diferentes áreas, pero sin la carga económica proteccionista de Donald Trump y sin la defensa de valores tradicionales.