Joe Biden

Biden apuesta por el gasto social y la relocalización para competir con China

Llega a los 100 de mandato con una economía que crece a velocidad de crucero 6,4% y se coloca en niveles previos a la pandemia

El presidente Joe Biden en el aeropuerto de Georgia de camino a su acto en Atlanta para defender el relanzamiento de la economía
El presidente Joe Biden en el aeropuerto de Georgia de camino a su acto en Atlanta para defender el relanzamiento de la economíaEVELYN HOCKSTEINREUTERS

El día posterior al discurso de Joe Biden, que marcaba sus primeros 100 días en la Casa Blanca, llegaba con números inmejorables en el frente económico. Si cuando subió a la tribuna del Capitolio ya sabía que la economía crecería un 6% a lo largo de 2021, el jueves encontró al presidente con unos datos incluso mejores: la economía estadounidense ha crecido un 1,6 por ciento en el primer trimestre del año y que la tasa de crecimiento roza el 6,4%.

Tal y como explican medios como el “New York Times” el país estaría ya en niveles de crecimiento previos a la catástrofe pandémica. Influye, y de qué manera, el éxito arrollador con las vacunas. Porque a pesar de que durante meses el país lucía desarbolado, primero con Donald Trump, que puso en marcha la inversión multimillonaria para ayudar a los laboratorios y las farmacéuticas, y posteriormente con su sucesor, que ha multiplicado los recursos disponibles, se ha logrado la proeza de poner más de 235 millones de vacunas en en estos 100 días.

Son 570.000 muertos y su ausencia pesa como una catástrofe incontestable, pero 99 millones de ciudadanos, el 29% de la población, está ya completamente vacunado. Hasta el punto de que el total de personas vacunadas es ya de 142 millones. Miles de millones de dólares, muchos incluidos en el paquete económico aprobado hace un mes, han robustecido las campañas de vacunación, han permitido multiplicar los tests y han logrado hazañas como que los CDC permitan pasear sin mascarilla a los vacunados o que en ciudades como Nueva York, a partir del sábado, sea ya posible vacunarse sin necesidad de cita previa.

Normal que en un momento dado explicara que «hoy en día, el 90% de los estadounidenses vive a cinco millas de un lugar de vacunación. Todos los mayores de 16 años, todos, pueden ya vacunarse ahora mismo, de inmediato. Ve a vacunarte, América. Ve y obtén la vacuna. Están disponibles».

Los ecos de Roosevelt

Los ecos a Roosevelt, la mística del presidente que habla a sus conciudadanos respetando ciertas liturgias, resuena también en su gran plan económico. Porque la economía, indisociable de lo sanitario, es ya la gran obsesión de Biden. Más allá de la política internacional, más allá del Acuerdo de París o de las relaciones bilaterales con Rusia o China, más allá incluso de las guerras heredadas, como Afganistán, el foco de todo pasa por la economía.

Y por algo más: por el indisimulado intento de recuperar, de un lado, las palabras y mensajes propios de Roosevelt durante la Gran Depresión, apostando de paso por unos planes de inversión pública de gran calado, y por un sistema de impuestos robustecido, al tiempo que hace emblema del gran tabú, la industrialización. Sí, la misma con la que su antecesor buscaba a su electorado, al que ahora Biden corteja y mima con planes y partidas presupuestarias como del primer gran paquete de inversiones, por valor de 1,8 billones de dólares, que incluían cheques de 1.400 por persona y otros 1.400 por niño en la unidad familiar, siempre que los ingresos anuales no superen los 80.000 dólares en el caso de las personas que viven solas, los 110.000 para las familias con una sola fuente de ingresos y las parejas que ganan un mínimo de 160.000 dólares.

Con planes como la segunda ronda de estímulos, la American Families Plan, que planea destinar más de 1,5 billones de dólares para ayudas a las familias, incluidas dos semanas de baja por enfermedad, la extensión de la educación infantil, universal y gratuita, a partir de los 3 años.

Pero sobre todo, con mensajes que pivotan una y otra vez en la necesidad de rearmar la capacidad estadounidense para competir en el mercado global con China creando trabajos en Estados Unidos y reinvirtiendo en la industria. ¿Cómo? Pues capitalizando la revolución verde para que sea la próxima revolución industrial. «Tenemos que hacer algo más que reconstruir mejor», dijo, «Tenemos que competir más enérgicamente de lo que lo hemos hecho».

Ponderó la inversión pública y la infraestructura, habló del ferrocarril transcontinental, de las carreteras interestatales, de la escuela educación pública y universal, de las ayudas a los estudiantes universitarios, de los avances científicos, de la conquista de la Luna, de Marte, de internet y más.

Creación de empleo

«Estas son las inversiones que hicimos juntos como un solo país», añadió, en un discurso donde citó varias veces, para reconocerlos, a los republicanos, «y las inversiones que solo el Gobierno estaba en condiciones de realizar. Una y otra vez, nos impulsan hacia el futuro». Habló del «plan de empleo más grande desde la Segunda Guerra Mundial», sostuvo que creará puestos de trabajo para mejorar las infraestructuras, crear miles de empleos, pues la clave es que todo estará «Hecho en América». Y ese fue el motor de todo el discurso y con ese mensaje amanecía Estados Unidos al día siguiente.

Con la afirmación incluso vehemente en las capacidades de los Estados Unidos y la promesa de que las crisis futuras no encontrarán al país en la frágil situación del último año. Multilateralismo y globalización, sin duda, compromiso con el medio ambiente y apuesta por la lucha contra el cambio climático, también. Pero sin abandonar la promesa de una reconstrucción nacional que tenga como máxima prioridad generar buenos trabajos y robustecer la industria. «Estados Unidos se está moviendo», dijo, «y no podemos detenernos ahora».

¿Y las reivindicaciones woke, las guerras culturales, la asfixia de la libertad de expresión en las universidades y los medios? ¿Qué sucede con la censura y la autocensura, la destrucción de reputaciones y ciertos pilares demoliberales?

Pues que de momento quedan sin responder. Pero también parece evidente que el viejo Biden, puro Washington, mantiene a sus aliados woke a un brazo y medio de distancia. La resaca del discurso y del plan quedaba sellada con las reacciones de buena parte de los periódicos y televisiones, alineados en lo sustancial con el mensaje. E incluso los republicanos no parecen del todo convencidos. ¿Cómo atacar unos planes que no dejan de apelar una y otra vez al Made in America?