Conflictos
Temor en Estados Unidos a una guerra civil en Afganistán
Continúa el avance de los talibanes en las fronteras afganas y hasta en las principales ciudades del país. Un atentado contra el ministro de Defensa en Kabul deja doce muertos
El rol protagonista de Estados Unidos en la guerra más larga de su historia, prolongando durante las últimas dos décadas su presencia en Afganistán, culminará oficialmente el próximo 11 de septiembre, coincidiendo con el simbólico veinte aniversario de los atentados en las Torres Gemelas de Nueva York.
A pocas semanas de su retirada definitiva, el 90 por ciento de las tropas estadounidenses ya ha abandonado el país afgano, de manera progresiva, desde el mes de mayo. Aunque antes de hacerlo por completo y, como consecuencia del anuncio de Biden de adelantar la fecha de salida, EEUU ha tenido que intensificar los bombardeos en zonas invadidas por los talibanes que, a su vez, han aumentado posiciones de ataque, ganando terreno en zonas cercanas a las grandes ciudades.
La capital de Afganistán y otras zonas concurridas están sufriendo las últimas olas de violencia de los combates entre talibanes y las fuerzas de seguridad, que registraron un balance de al menos 40 civiles muertos en la ciudad de Lashkargah, capital de la provincia de Helmand, tras los ataques de la ofensiva talibán. El Ejército afgano ha ordenado la evacuación de la sociedad civil de la zona para lanzar una gran contraofensiva.
Kabul fue escenario de un atentado contra la residencia del ministro de Defensa, Bismillah Khan Mohammadi, el martes por la noche. El ataque, que se prolongó durante casi cinco horas, tuvo lugar en un barrio residencial de alta seguridad del centro de la capital denominada Zona Verde. Mohammadi resultó ileso, pero al menos 12 personas murieron, entre ellas los cuatro atacantes, y otra veintena resultaron heridas. El ataque, que incluyó un coche bomba y un prolongado tiroteo, se produjo contra civiles, según el Ministerio del Interior, cuyas fuerzas de seguridad rescataron a otras 80 personas atrapadas en la zona.
El atentado suicida fue perpetuado por varios insurgentes “en busca de martirio”, aseguró en un comunicado Zabihullah Mujahid, portavoz talibán. Miles de personas salieron a las calles tras el suceso en la capital para proclamar “Alá es grande” como cántico común contra los talibanes, tal y como ha sucedido de manera repetida tras las recientes asediadas en otras provincias y ciudades como Herat.
El principal portavoz de los insurgentes criticó en redes sociales que ese grito simbólico ha sido el lema de los insurgentes contra la ocupación de EEUU en Afganistán durante las últimas dos décadas y advirtió que no debe ser apropiado por “títeres” estadounidenses y sus aliados.
Avance sin control
El avance de los talibanes, desde que EEUU confirmó su fecha oficial de retirada de tropas militares, ha incrementado la vulnerabilidad de la población civil, disminuyendo la garantía de su seguridad con nuevos bombarderos y ataques de los insurgentes. El grupo extremista islámico ha intensificado su actividad más allá de las zonas rurales.
Por ello, “Estados Unidos ha aumentado sus ataques aéreos en apoyo a las fuerzas afganas durante los últimos días y estamos preparados para seguir con este nivel de respaldo en las próximas semanas si los talibanes continúan atacando”, confirmó a finales de julio el general Kenneth McKenzie, líder del Comando Central estadounidense.
El Gobierno de Afganistán reconoce que enfrenta un gran desafío por delante sin la presencia del apoyo militar de EEUU y de la OTAN, aunque critica duramente a la Administración Biden por acelerar un proceso iniciado por Donald Trump con la promesa electoral de devolver a los soldados a casa.
Ante el avance del grupo extremista, la amenaza talibán se ha elevado drásticamente hasta convertirse en grave situación de emergencia, según las autoridades afganas y grupos internacionales, especialmente en tres grandes provincias de Afganistán: Herat, Helmand y Kandashar. Los talibanes han logrado capturar, en apenas tres meses, alrededor de 125 centros de distrito, el mayor alcance en veinte años de guerra.
Tres bombas lanzadas por los insurgentes el sábado contra el aeropuerto de Kandahar, la segunda ciudad más grande del país con 650.000 habitantes, derribaron parte de la pista principal, interrumpiendo la actividad aérea por completo durante varios días.
El domingo, otros dos ataques con cohetes incrementaron los daños ya causados en el recinto aeroportuario. Además del tráfico comercial, el aeropuerto de la ciudad sureña cuenta con una base militar, clave para el aprovisionamiento de las tropas afganas.
Durante los combates en Herat, el viernes anterior, resultó dañada la oficina de la misión de las Naciones Unidas en Afganistán, blanco de ataque con armas de fuego y cohetes.
Los talibanes siguen avanzando sin control por todo el país y aseguran dominar el 90 por ciento de las fronteras de Afganistán con Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán e Irán. Ante la preocupante amenaza talibán en cruces fronterizos y ciudades circundantes, Tayikistán ha puesto en marcha ejercicios militares con cerca de 230.000 soldados.
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, mantuvo una conversación telefónica esta semana con el presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, para acelerar las negociaciones de paz. Ambos manifestaron la necesidad de alcanzar un acuerdo político “que respete los derechos de los afganos, incluidas las mujeres y las minorías, y que permita al pueblo afgano tener voz a la hora de elegir a sus líderes”. A raíz de los últimos ataques, una de las principales preocupaciones de EEUU es que la creciente violencia en Afganistán siga escalando hasta derivar en una guerra civil.
Tras la retirada de sus tropas en Afganistán, una de las prioridades del Gobierno de EEUU también será poner en marcha, de manera inmediata, el Programa de Admisión de Refugiados (USRAP, por sus siglas en inglés) para dar acceso a ciudadanos afganos y familias en situación de riesgo que no sean elegibles para obtener un visado o permiso de residencia por no tener un empleo cualificado o no cumplir los tiempos necesarios para avanzar en el proceso de solicitud.
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