Reunión de urgencia

Johnson reúne al G-7 para fijar un calendario de la retirada de Afganistán

El «premier» británico es partidario de retrasar la salida militar de Kabul para facilitar las evacuaciones

Foto de grupo del G7 en Cornualles, en junio de 2021
Foto de grupo del G7 en Cornualles, en junio de 2021Phil NobleAP

Downing Street niega que exista cualquier tensión entre Boris Johnson y Joe Biden. Pero la política exterior del Reino Unido, que depende en gran medida de Estados Unidos, se ha visto gravemente sacudida por la crisis de Afganistán.

Washington ha actuado de manera unilateralmente. Mejor dicho, Biden ha actuado de manera unilateral, sin importarle lo más mínimo las advertencias –“enérgicas”, dicen- , que el Gobierno británico le realizó a principios de año sobre los riesgos que entrañaba una retirada de las tropas. Por no escuchar, el presidente norteamericano no ha escuchado ni siquiera a sus propios Servicios de Inteligencia.

La idea de que las fuerzas armadas británicas podrían haber entrado en masa ahora en Afganistán para llenar el vacío dejado por una retirada estadounidense no es realista. Se habrían enfrentado a numerosas bajas y, con toda probabilidad, no habrían podido detener el avance de los talibanes.

A Johnson, por lo tanto, no le queda más remedio que abandonar también el país. Pero, dentro del caos, lo que solicita ahora al inquilino de la Casa Blanca es que, al menos, extienda la fecha de retirada -fijada en el 31 de agosto- a fin de continuar con los vuelos para evacuar a la mayor cantidad de gente posible.

En su papel como presidente de turno del G7, Johnson trasladará el mensaje a Biden este martes en la reunión virtual que mantendrán las siete democracias más ricas del mundo para analizar la amenaza que supone ahora el avance talibán no solo para Afganistán, sino también para la seguridad de Occidente.

El ministro británico de Defensa, Ben Wallace, avanzó ayer que el aeropuerto de Kabul está controlado por los estadounidenses, por lo que es clave que Biden de más plazo de tiempo para intentar sacar al máximo número de refugiados. “Cuando ellos (los estadounidenses) se retiren, ellos se llevarán la infraestructura...y nosotros nos tendremos que marchar también. No creo que haya posibilidades de quedarnos después de EE.UU.”, añadió. El ministro admitió que es importante aprovechar “cada minuto”. No obstante, un portavoz de los talibanes ya ha adelantado que ampliar más allá de finales de este mes las evacuaciones supone para ellos una “línea roja”, por lo que pasarla provocaría consecuencias.

La unilateralidad con la que ha actuado el presidente norteamericano ha provocado tensiones con los aliados. Pero, ante todo, ha dejado de manifiesto, una vez más, que la “relación especial” entre el Reino Unido y los Estados Unidos no es tan especial como venden los británicos. El hecho de que la Casa Blanca no haya prestado la más mínima atención a las opiniones de Downing Street supone una humillación.

Algunos rotativos sugieren que no se habría llegado a esta situación durante el supuesto apogeo de la `relación especial´ con Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Pero pasó exactamente lo mismo en 1983 con la invasión de la isla caribeña de Granada. En plena Guerra Fría, los Estados Unidos y varias otras naciones caribeñas desplegaron sus tropas en respuesta al golpe de Estado perpetrado por Hudson Austin y su alianza militar cubano-soviética.

La Dama de Hierro no cabía en su furia. Reagan no se molestó en darle ningún tipo de explicación, a pesar de que Granada era miembro de la Commonwealth. En el debate en la Cámara de los Comunes, el entonces portavoz de Exteriores de la oposición laborista, Denis Healey, dijo al ministro responsable de la cartera Geoffrey Howe: “Cuando Estados Unidos dice que hay que saltar, él contesta ¿Desde qué altura?’”. Y la frase se ha quedado para la posteridad.

Ante la actual crisis de Afganistán, Johnson se ha visto obligado ahora a cortejar a otras potencias como Francia. Las relaciones entre Londres y París atravesaban este verano uno de los momentos más fríos desde los acuerdos de la “entente cordiale” de 1904. Estaba claro que entre Emmanuel Macron, que ha basado su mandato en un profundo europeísmo, y Johnson, que llegó al Número 10 sobre la base de un rechazo absoluto al proyecto europeo, iban a existir fricciones. El Brexit las acentuó como nunca. Pero en materia de Defensa, la colaboración entre el Reino Unido y Francia siempre ha sido de lo más estrecha.

En este sentido, Johnson está trabajando con Macron en una resolución que podría ganar el apoyo de Rusia y China en la reunión que esperan celebrar esta semana los cinco miembros permanentes del consejo seguridad de la ONU para tratar cuestiones como la lucha contra el terrorismo, la ayuda humanitaria y los términos en los que el mundo debe relacionarse ahora con el futuro gobierno talibán. Downing Street tiene ya asumido que, tras la retirada de los Estados Unidos, Moscú y Pekín son ahora actores clave en la región.