Afganistán

Los talibanes jalean su «independencia total» en el día uno del nuevo Emirato Islámico

Los yihadistas deberán ahora gobernar un país dividido en tribus, en bancarrota y bajo la amenaza del Estado Islámico

Consumada al borde de la madrugada de este martes, la salida del último avión militar estadounidense del aeropuerto de Kabul marcó para la historia el día uno del nuevo Emirato Islámico talibán veinte años después de la derrota de los fundamentalistas a manos de EE UU y la OTAN.

Unas fuerzas aliadas que abandonan Afganistán sin otro logro aparente que haber allanado el regreso triunfal a los fundamentalistas al poder con decenas de miles de víctimas afganas y extranjeras que se quedaron en el camino. La composición final del nuevo Gobierno, que los integristas prometen «islámico e inclusivo», se sigue haciendo de rogar. Todo apunta a que se hará finalmente pública este mismo viernes.

Desde el pasado sábado hasta el lunes de esta semana los líderes talibanes celebraron un consejo presidido por su líder supremo Haibatullah Akhunzada para analizar la situación general y dar forma final al Gobierno. Los especialistas avanzan que la estructura del nuevo Estado contará con un consejo o shura integrado de 12 personas –una especie de jefatura del Estado colectiva– por encima del gabinete, en el que los talibanes confían estén representadas las diferentes facciones del grupo y etnias y grupos tribales del país. Y sobre ellos se situará el emir al muminín o comandantes de los fieles.

La tristeza de las imágenes de las evacuaciones –culminadas de dolor y sangre el pasado jueves con el atentado de la rama local del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) en una de las entradas al aeródromo, más de 180 afganos y 13 estadounidenses muertos– contrastaba este martes con la épica festiva de los talibanes en sus celebraciones. Los fundamentalistas, que lograron entrar en Kabul sin combatir el pasado 15 de agosto, festejaron este martes la «derrota» de Estados Unidos y la «libertad» recobrada, a su juicio, por Afganistán.

Fuegos de artificio y salvas marcaron la declaración de «independencia total» del nuevo Afganistán con la estela del último avión estadounidense en el cielo de Kabul. «No tenemos ninguna duda de que el Emirato Islámico de Afganistán es una nación libre y soberana», aseveraba desde el aún aeropuerto internacional de Kabul el portavoz talibán Zabihullah Mujahid a los periodistas locales que –todavía– siguen desempeñándose en el nuevo Afganistán.

El vocero de los insurgentes aseguró además que protegerán «las libertades y valores islámicos» y reiteró la mano tendida a Washington. «Queremos tener buenas relaciones con Estados Unidos y el resto del mundo», expresó Mujahid, recordando que lo ocurrido es «una lección para otros invasores».

Tras desfilar victoriosamente por las pistas del aeropuerto, algunos miembros de la joven generación talibán 2.0 se fotografiaron –para difundir las instantáneas en las redes sociales– en el interior de las cabinas de los viejos aviones de combate abandonados por los estadounidenses, en una nueva metáfora que la jornada regaló de la derrota de las fuerzas armadas estadounidenses –un billón de dólares y más de 2.400 víctimas mortales después– y del sinsentido de la aventura afgana.

Otros se animaron a pilotar algún helicóptero estadounidense. Mientras tanto, en Kandahar –cuna de los talibanes– también se celebraba la victoria en la calle. «Lo que logramos hoy es el resultado de la sangre de miles de muyahidines [guerreros por la yihad], la lealtad, la paciencia y la tolerancia ante las dificultades», aseguró a la cadena estadounidense NBC News, también desde el aeropuerto de Kabul, el líder talibán Annas Haqqani, segundo de a bordo en la influyente Red Haqqani, organización de combatientes responsable de la seguridad del grupo y vinculada a Al Qaeda.

El frente económico y la diversidad étnica son las principales preocupaciones del poder recién constituido. No será fácil para la nueva generación talibán poner orden y gobernar el Afganistán de 2021: la población (38 millones) ya no es la misma que en 1996 –una parte de ella, sobre todo en las ciudades, ya estaba acostumbrada a ciertas conquistas sociales–, la economía está prácticamente arrasada, la ayuda internacional ha cesado, el Estado Islámico promete más violencia –el sistema de seguridad talibán ha dado muestras en los últimos días de su debilidad– y el país está aislado en el concierto mundial. Una parte de los ingresos del grupo en estos años provino del tráfico de heroína y opio, pero, a tenor de los planes de los líderes talibanes actuales, el nuevo Emirato no será un narcoestado. Los fundamentalistas han ordenado el fin del cultivo de la amapola, aunque parece aventurado creer que prescindirán –con los precios disparados– de unos suculentos ingresos.

Por si fuera poco, en las últimas semanas se ha producido una auténtica fuga de cerebros –unas 120.000 personas han logrado escapar con las evacuaciones–, de ahí la insistencia de los talibanes en invitar a todos los afganos a quedarse. Qatar –el Estado que mejores relaciones mantiene con los talibanes– ha instado a los fundamentalistas a aceptar ayuda desde el exterior, necesaria para controlar infraestructuras básicas como el propio aeropuerto.

Con todo, los fundamentalistas islámicos insisten en que no quieren fuerza extranjera alguna en el país y que son perfectamente capaces de gestionar el aeródromo, aunque hace días que invitaron a las autoridades turcas a ayudar en materia logística.Entretanto, en las calles de la capital grupos de personas hacían hoy cola a la entrada de entidades bancarias esperando su apertura para poder hacerse con algo de dinero.

Según recogía AP, los funcionarios del Estado, de un extremo al otro del país, admiten que llevan meses sin cobrar. Miles de personas que llegaron a Kabul huyendo del avance talibán siguen vagando en las calles de la capital. El miedo, el desconcierto, la decepción por lo que perciben una traición de las potencias extranjeras y el deseo de entrar en una mínima normalidad están repartidos entre los afganos.