Análisis

“Biden se está dando cuenta de que la superioridad mundial de Estados Unidos está llegando a su fin”

El experto Felipe Fernández-Armesto analiza para LA RAZÓN la segunda gira europea de Biden y su importancia en el G20

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, avanzó hoy su voluntad de volver al acuerdo nuclear con Irán siempre que Teherán lo respete
Joe Biden, presidente de Estados Unidos, avanzó hoy su voluntad de volver al acuerdo nuclear con Irán siempre que Teherán lo respeteKevin LamarqueAP

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, avanzó hoy su voluntad de volver al acuerdo nuclear con Irán siempre que Teherán lo respete, en un encuentro con los líderes de Alemania, Francia y Reino Unido en el marco de la cumbre del G20 de Roma. El mandatario se reunió en esta gira con el Papa Francisco o el primer ministro de Italia, Mario Draghi, entre otros, además de un comité con varios líderes en el que participó Pedro Sánchez.

Biden y su homólogo francés, Emmanuel Macron, también se vieron las caras en la capital italiana, por primera vez desde que estalló la tormenta política AUKUS, que llevó a Francia a llamar a consultas a su embajador en Washington, en protesta por el acuerdo suscrito por la administración Biden con Reino Unido y Australia.

¿Cómo llega el presidente de EE UU a su segundo viaje al continente europeo? ¿Se confirma que “América ha vuelto”?

Sí, en el sentido de que ya hemos dejado de un lado la retórica de Donald Trump, con su rechazo a la diplomacia tradicional y sus tentaciones aislacionistas. Pero Estados Unidos no ha vuelto ni volverá a ser lo que era. Los contribuyentes estadounidenses no están dispuestos a pagar la defensa de Europa, ni privilegiar alianzas tradicionales, ni sacrificar prioridades domésticas para seguir jugando el papel de líder mundial. Se están dando cuenta de que la preponderancia mundial de su país está tocando a su fin, como todas las hegemonías del pasado. Así que el presidente Joe Biden debe buscan colaboradores en lugar de los seguidores o países vasallos de la época de los Bush, digamos, cuando América pudo lanzar alguna invasión que otra sin ofender ni enajenar a sus amigos europeos. Es por haber reconocido su propia debilidad que EE UU está volviendo a una postura de responsabilidad internacional: pero queda un hilo trumpista, que no es el de América sola, sino de “América First.”

¿Podrá Biden arreglar la deteriorada relación con el presidente de Francia, Emmanuel Macron tras Aukus?

Por supuesto que sí, porque la historia de relaciones internacionales se escribe en letras de arena. Y los vientos son fuertes. Pero no sé si Biden y sus consejeros serán capaces de remediar la quiebra. En Francia se supone que ese “monde anglo-saxon” imaginado por el general De Gaulle ha vuelto a establecerse entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos. Pero Biden ni tenía tal concepto, ni hubiese intentado realizarlo si lo tuviera. La verdad es que el Departamento de Estado, el ministerio de Asuntos Extranjeros estadounidense, está lleno de ignorantes que ni se habían dado cuenta de que Francia es una presencia importante en el Pacífico. Luego está el problema de que para los de esa triple alianza anglosajona, el gran enemigo – el brujo y ogro, digamos – es China, mientras que en Europa pienso que nuestra diplomacia es más flexible y que esas palabras francesas – entente y rapprochement – pueden aplicarse, con relativa facilidad, a China, que tiene valores distintos a los nuestros pero intereses más o menos compatibles.

Biden es uno de los grandes asistentes a la cumbre del clima, la COP-26 en Glasgow, ¿hubiera sido importante para el liderazgo de Biden haber aprobado su ambicioso proyecto de ley contra el cambio climático antes de partir a Roma?

Sí, pero su plan no servía a eso sino a intereses domésticos, porque la ansiedad ecológica ha venido a ser un rasgo de un electorado norteamericano volátil y poco fiable, y, por tanto, una manera de ganar votos. Todos sabemos que lo que propone Biden – tanto en materia medioambiental como en los campos económico, fiscal y social – no es factible.

¿Y de cara a lanzar un mensaje fuerte a China, uno de los países más contaminantes del mundo?

La política exterior estadounidense siempre muestra tendencias maniqueas. Los buenos siempre son los mismos. En la etapa actual, los chinos son los malos. Es muy fácil para EE UU, que ya dispone de las ventajas surgidas de dos siglos de profligacia ecológica, gasto de recursos naturales, consumismo a niveles obscenos, y contaminación de la biosfera, de levantar cargos a otros países menos privilegiados. El regimen de Xi Jinping me da asco, pero sería más oportuno intentar comprender sus resentimientos y necesidades.

¿Por qué ha costado tanto lograr consenso en su propio partido?

Es normal. Salvador de Madariaga solía decir que en España, para alcanzar la democracia auténtica, harían falta 35 millones de partidos. En EE UU, con una población siete veces mayor que en España, sólo hay dos. Por tanto, ambos abarcan una gama inmensa de posturas distintas. A veces – por ejemplo en la actualidad, hay más convergencia entre los moderados de ambos partidos que entre las alas progresista y conservadora del partido de Biden. Luego hay que tener en cuenta algo que creo que no se reconoce en general en España: el hecho de que este país enorme que es EE UU está muy descentralizado – y es casi ingobernable por la debilidad del gobierno federal. Cada estado tiene sus propios intereses y la responsabilidad de los representantes en la legislatura nacional es de proseguirlos. Si los sacrificaran a la agenda del gobierno federal, o, mejor dicho, si no se aprovechara, por una especie de chantaje político, de la oportunidad de sacar concesiones favorable a las prioridades locales, los votantes se lo castigarían.