Marruecos
Cien años del café Hafa, síntesis tangerina
En las gradas del legendario establecimiento, colgado de un acantilado sobre el estrecho de Gibraltar, bebieron té con yerbabuena y fumaron kif escritores, pintores y bohemios del mundo durante décadas
Símbolo y síntesis de la historia contemporánea de Tánger, el café Hafa ha cumplido cien años. Lo hace con sus sillas de plástico desparejadas, mesas pegajosas y olor a té con yerbabuena, y sin rastro del glamur que lo hicieron mítico. Pero con el mismo encanto de siempre: la luz y las tonalidades de azul del Estrecho son las de siempre.
Por sus gradas desiguales y en torno a sus veladores fumaron kif y bebieron té con yerbabuena numerosos artistas, escritores y bohemia y canalla de un lado y otro del Mediterráneo y el Atlántico cuyas aguas en Tánger, rompeolas del mundo, se mezclan. Entre ellos, los escritores estadounidenses Paul Bowles –el precursor de la generación beat vivió en la ciudad durante más de medio siglo- y William S. Burroughs, el tangerino Mohamed Chukri o el español Juan Goytisolo. También pasaron por él los Rolling Stones o los Beatles. Luis Eduardo Aute le dedicó una canción, Hafa Café.
Uno de los clientes habituales del Hafa fue, sin duda, Juan Goytisolo. Tánger fue el primer hogar en Marruecos del autor de Señas de identidad antes de poner rumbo a Marrakech –para poder evitar que se dirigiesen a él en español y poder aprender el árabe marroquí, según confesaría-, donde se instalaría definitivamente en 1996 hasta su muerte en junio de 2017. El mítico café tangerino es citado a menudo en Reivindicación del conde don Julián, pero el premio Cervantes de 2014 lamentaría haber contribuido a que el lugar se convirtiera en un reclamo turístico y a su desnaturalización.
El Hafa fue fundado por un joven tangerino de nombre Mhamed Alouch (1901-1999), quien a la edad de 20 años abrió el café con intención de establecer un espacio de ocio en pleno barrio del Marshán, situado sobre una colina con vistas privilegiadas y primer lugar de Tánger donde se instalaron los europeos. Desde muy pronto la colonia extranjera, especialmente la de los artistas, del Tánger internacional (1923-1956) lo convirtió en uno de sus lugares predilectos.
Hoy el Hafa es frecuentado por los tangerinos, especialmente jóvenes, que ríen y divagan mirando al Estrecho, observando en el horizonte la silueta de la costa española; por supuesto también por los turistas, pues, aunque quede algo a trasmano, fuera de la casba y la medina antigua, hacen siempre hueco en sus programas para disfrutar de un té con pastas de almendra, miel y azúcar en sus veladores. “La melancolía se convierte
para todos los tangerinos en una trampa. Les sirve de escudo y tras él son incapaces de acarrear de las responsabilidades de su futuro”, escribe la escritora e investigadora sevillana Rocío Rojas-Marcos, experta en el vínculo especial entre Tánger y la literatura española.
El Hafa cumple, en fin, un siglo en plena decadencia, como sus mesas de azulejos picados e imperfectos, plantas asilvestradas y sin armonía y osados y numerosos gatos. No queda ya rastro de su ambiente cosmopolita y ya ni siquiera es solo café, pues en él se sirven sopas de legumbres y tayines, pero, si tienen el privilegio de pasar por Tánger, no se lo pierdan.
✕
Accede a tu cuenta para comentar