América Latina

Por qué Colombia sigue los pasos electorales de Chile y Perú

El proceso electoral colombiano culmina con un escenario similar a lo que ya sucedió en las presidenciales de varios países vecinos, el cual se inclina por un candidato “radical de izquierda”

El candidato izquierdista Gustavo Petro
El candidato izquierdista Gustavo PetroFernando VergaraAgencia AP

Colombia amanece en un nuevo panorama, después de darse a conocer los primeros resultados del proceso electoral de este domingo, el cual culmina con un escenario similar a lo que ya sucedió en las elecciones presidenciales de países vecinos como Chile y Perú, cuando un candidato “radical de izquierda” sorprendía llegando a la segunda vuelta y ganando, posteriormente.

El desgaste de la derecha, la que históricamente ha gobernado Colombia, y las crecientes demandas sociales expresadas en las multitudinarias protestas callejeras de 2021 se manifestaron hoy en la primera vuelta presidencial, pero el país queda sin saber cómo será el cambio que tanto reclama: O gira a la izquierda por primera vez con Petro o prueba suerte con el populismo de Hernández.

Tal y como sucedió con el izquierdista chileno Gabriel Boric y el peruano Pedro Castillo, Colombia giró también a esta ideología, dandole su apoyo al líder de izquierda Gustavo Petro, quien se enfrentará a Rodolfo Hernández, un multimillonario empresario de la construcción.

De esta manera, Petro, que consiguió el 40,32 % de los votos, se enfrentará el próximo 19 de junio en la segunda vuelta al ingeniero Hernández, un populista empresario multimillonario que se hizo con el 28,15 % de los votos, en el preconteo al 99,95 %.

Latinoamérica pide un cambio radical

Gustavo Petro se define como un líder de izquierda “progresista” en un país altamente tradicional y de derecha. Propone hacer “girar la economía alrededor de la vida”, apostarle a la riqueza natural y a la protección del medio ambiente, así como “profundizar la democracia”, y hacer una estructura económica “que se base en la producción y no en la extracción”, según dijo en una entrevista a CNN en julio de 2021.

En Chile, el entonces candidato a la presidencia, Gabriel Boric, ganó la presidencia con un mensaje de cambio, el cual logró sintonizar con un amplio sector de la sociedad chilena desencantado con los partidos tradicionales, sobre todo desde el estallido social de 2019.

Su triunfo fue el resultado de un pragmatismo inusual que rompió todas las previsiones. Logró revertir el segundo lugar de la primera vuelta, algo que no había sucedido nunca en Chile, en solo cuatro semanas entre las dos convocatorias electorales.

Boric fue convincente en advertir, sobre todo a las mujeres y a los más jóvenes, de que una victoria de su contrincante ultraconservador pondría en peligro derechos adquiridos. Fue un éxito: la izquierda arrasó entre los menores de 30 años y ganó con comodidad entre los menores de 50. Logró también sacar de sus casas al 55% de los chilenos, el mayor porcentaje desde la implantación del voto voluntario en 2012.

Del mismo modo, el candidato Pedro Castillo, llegó a la segunda vuelta y, posteriormente, a la presidencia con un discurso completamente radical, en el cual incluso proponía impulsar una nueva constitución, con el fin de lograr una justicia social y lograr la equidad de género en el territorio.

“Junto al pueblo peruano, trabajaremos para combatir la discriminación étnica, racial, socioeconómica, lingüística y de cualquier otra naturaleza. El Perú es un país diverso que merece cultivar el diálogo y la unidad para crecer”, fue el discurso del actual presidente peruano.

La desigualdad se refleja en las urnas

Diversos analistas justifican esta inclinación de la región hacia la izquierda, como una respuesta al sufrimiento económico, el aumento de la desigualdad, el ferviente descontento con los gobernantes y la mala gestión de la pandemia de COVID-19 han impulsado un movimiento pendular que se distancia de los líderes de centroderecha y de derecha que dominaban hace unos años.

La izquierda ha prometido una distribución más equitativa de la riqueza, mejores servicios públicos y redes de seguridad social ampliadas. “Pero los nuevos líderes de la región se enfrentan a graves limitaciones económicas y a una oposición legislativa que podría restringir sus ambiciones, así como a unos votantes intranquilos que se han mostrado dispuestos a castigar a quien no cumpla lo prometido”, dice Pedro Mendes Loureiro, profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Cambridge a The New York Times.

“Con el aumento de la inflación y el estancamiento de las economías, los nuevos líderes de América Latina tendrán dificultades para lograr un cambio real en los problemas profundos”, detalla. Hasta cierto punto, dijo, los votantes están “eligiendo a la izquierda simplemente porque en este momento es la oposición”.

Los niveles de pobreza se encuentran en el nivel más alto de los últimos 20 años en una región en la que un efímero auge de las materias primas permitió a millones de personas ascender a la clase media tras el cambio de siglo. Varios países se enfrentan ahora a un desempleo de dos dígitos, y más del 50 por ciento de los trabajadores de la región están empleados en el sector informal.

El mapa latinoamericano

El primer hito fue la elección en México de Andrés Manuel López Obrador, que ganó la presidencia con un resultado arrollador en julio de 2018. Durante su discurso de la noche electoral, declaró: “El Estado dejará de ser un comité al servicio de una minoría y representará a todos los mexicanos, a ricos y pobres”, recopila The New York Times.

Al año siguiente, los votantes de Panamá eligieron un gobierno de centroizquierda, y el movimiento peronista de izquierda de Argentina tuvo un sorprendente regreso a pesar del legado de corrupción y mala gestión económica de sus líderes. Con la promesa de “construir la Argentina que nos merecemos”, Alberto Fernández, profesor universitario, celebró su triunfo frente a un presidente conservador que buscaba la reelección.

En 2020, Luis Arce se impuso a sus rivales conservadores para convertirse en presidente de Bolivia. Se comprometió a ampliar el legado del exlíder Evo Morales, un socialista cuya destitución el año anterior dejó brevemente a la nación en manos de una presidenta de derecha.

En abril del año pasado, Pedro Castillo, un maestro de escuela de provincia, sorprendió a la clase política peruana al derrotar por un estrecho margen a la candidata derechista a la presidencia, Keiko Fujimori.

En Honduras, Xiomara Castro, una candidata de plataforma socialista que propuso el establecimiento de un sistema de renta básica universal para las familias pobres, venció con facilidad en noviembre a un rival conservador para convertirse en presidenta electa.

Por su parte, en Brasil, el aumento de la pobreza, la inflación y una respuesta fallida a la pandemia han convertido al presidente Jair Bolsonaro, el titular de extrema derecha, en un candidato débil de cara a la votación programada para octubre.

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista que gobernó Brasil de 2003 a 2010, una época de notable prosperidad, esta acumulando ventaja sobre Bolsonaro, según una encuesta reciente.