Afganistán

“Solo llevé el burka un día; no veía nada y me caí cuatro veces. Lloré todo el camino”

Tres jugadoras del equipo paralímpico de baloncesto logran llegar a España después de un año sufriendo el doble estigma de ser mujer y discapacitada en Kabul

Arzo y Semin llegaron el pasado nueve de agosto a España desde Islamabad (Pakistán)
Arzo y Semin llegaron el pasado nueve de agosto a España desde Islamabad (Pakistán)David JarLa Razon

«Nunca voy a olvidar aquel día. Fue el más oscuro de mi vida. Todavía me bloqueo cuando lo pienso. Veía a todo el mundo corriendo, tratando de escapar. Y, claro, yo no podía hacerlo». Sentada en el patio de un hostal en Madrid, Arzo recuerda la caída de Kabul a manos de los talibanes hace justo un año. Aunque fue hace ya muchos meses (el último, en Pakistán), aún tiene el susto en el cuerpo. El pasado 9 de agosto consiguió llegar a España junto a Semin y Najin (ahora en Francia), otras dos compañeras del equipo paralímpico de baloncesto gracias al empeño, entre otros, de los periodistas Paloma del Río y Antonio Pampliega.

Confiesa que está contenta de estar aquí junto a su marido, recién licenciado en Periodismo, pero se le saltan las lágrimas a cada minuto. Ha dejado atrás a siete hermanas encerradas en la cárcel en que se ha convertido la capital afgana y, muchas veces, cuando baja al comedor de este hostal en el que se arremolinan familias enteras de compatriotas que han logrado venir juntos, se da la vuelta y vuelve a su habitación porque no puede soportar el agujero de la ausencia. «Están todo el día en mi cabeza. Cuando me levanto, cuando como, cuando respiro. Me despierto a las tres de la madrugada sobresaltada porque ¿cómo se las van a apañar allí? A los talibanes no les gustamos las mujeres, nos odian. Nunca han hablado con nosotras, ni lo van a hacer. Han atrapado a las afganas en una jaula, como si fueran pájaros a los que no van a permitir volar. Han prohibido la educación de las niñas a partir de Secundaria y mi hermana pequeña me llama llorando diciendo que quiere volver al colegio. Es terrible».

Arzo, el único día que se puso el burka en Kabul
Arzo, el único día que se puso el burka en KabulLa RazónLa Razón

Otra de sus hermanas, casada a los 14 años «por motivos económicos», también estaba a su cargo después de verse obligada a volver a casa con sus dos hijos pequeños por el maltrato de su familia política. Esta deportista de 26 años era el sustento de todo el clan. El tiempo que la comunidad internacional consideró que los derechos humanos en Afganistán eran asunto nuestro, trabajó como fisioterapeuta. Con la pierna derecha paralizada por la polio que sufrió a los tres años, su doble estigma de discapacitada y mujer ha convertido su vida en un infierno el último año. Nada de ir a entrenar con el equipo dos horas al día al gimnasio, nada de ganar dinero. Nada de nada.

Pese a todo, explica, se resistió todo lo que pudo a salir a la calle con burka, tal y como ordena el nuevo régimen. Solo se lo puso un día: «Lloré todo el camino. No veía nada y me tropezaba todo el rato. Me caí al suelo cuatro veces. No podía creer en lo que se había convertido mi vida. No volví a ponérmelo. Es algo que no voy a olvidar nunca». Arzo está deseando volver a jugar al baloncesto. Dice que sin el deporte nada tiene sentido para ella. La capitana, Nilofar Bayat, fue la primera de las seis miembros del equipo en llegar hace un año a España, después de pasar dos días en el aeropuerto de Kabul asediado por los talibanes. Ahora juega en el Bibaideak Bilbao BSR.

Ni Arzo ni Semin, sentada a su lado en una silla de ruedas, saben aún lo que será de ellas aquí. No tienen idea del equipo en el que jugarán o dónde vivirán y la incertidumbre se une a la pena por la familia que han dejado atrás, aumentando el malestar. Semin ha venido a España acompañada de su hermana. Un atentado islamista en 2011 en una mezquita chií en la capital afgana la dejó paralítica y el hombre con el que iba a casarse rompió el compromiso. Ayudada por Arzo, que traduce sus palabras al inglés, asegura que el baloncesto le devolvió las ganas de vivir después del ataque terrorista. «Solo un año después de quedar en silla de ruedas, ya estaba jugando. Fue increíble, como si de pronto pudiera mover las piernas otra vez. Cuando los talibanes volvieron al poder hace un año me arrebataron lo que había conseguido. Lo perdí todo. Me he pasado el último año en casa encerrada, sin moverme. Me salieron escaras por estar todo el tiempo en la misma posición». La rabia y la tristeza se alternan en un relato de desesperanza absoluta. «Estoy enfadada y sé que no puedo hacer nada al respecto. Antes de que los talibanes volvieran al poder en mi país todo era posible. Ahora Afganistán es una prisión gigante».

Desde la retirada de EE UU del país asiático en agosto de 2021, España ha logrado evacuar a cerca de 4.000 afganos, la mayoría de ellos ex colaboradores del Ejército y sus familiares. Unos 1.200 siguen en el sistema de acogida y poco más de 700 se han marchado de nuestro país hacia otros lugares de Europa. Aunque sea un alivio enorme dejar atrás el yugo de los fundamentalistas, volver a empezar tan lejos de casa nunca es una tarea fácil. De momento, estas dos jugadoras de baloncesto van a permanecer unas semanas en este hostal, donde las atiende un equipo de psicólogos para ayudarlas a remontar el vuelo. En Kabul dos de sus compañeras de equipo todavía aguardan un visado que les permita salir de la jaula.