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AMLO enviará 6.000 agentes a la frontera con Guatemala para aplacar a Trump

El Gobierno mexicano refuerza los controles migratorios para evitar la imposición de aranceles el lunes.

Roberto Márquez coloca un bandera americana en la que ha escrito «EE UU es un país de inmigrantes» en la frontera del Paso (Texas)
Roberto Márquez coloca un bandera americana en la que ha escrito «EE UU es un país de inmigrantes» en la frontera del Paso (Texas)larazon

El Gobierno mexicano refuerza los controles migratorios para evitar la imposición de aranceles el lunes.

La exigencia es rotunda. O México actúa en serio para frenar la oleada de inmigrantes ilegales procedentes de Centroamérica, o la Casa Blanca impondrá unas tarifas draconianas. Del 5% para empezar. Pero que podrían alcanzar el 25% en los próximos meses. La primera medida adoptada por el Gobierno de López Obrador consistiría en enviar 6.000 soldados a la frontera con Guatemala. Un auténtico coladero, que alterna localidades usadas por los inmigrantes, como Ciudad Hidalgo o Tapachula, con una selva complica de patrullar.

Aunque suene menos espectacular, quizás la segunda providencia sea la más efectiva a largo plazo: requerir que los indocumentados que buscan asilo sea vean obligados a que su refugio permanente sea el del primer país al que lleguen tras abandonar el suyo. Como explicaba la Fox, que tuvo acceso a dos interlocutores anónimos de la Administración Trump, para la «práctica totalidad de los inmigrantes centroamericanos, ese país no sería EE UU». Una solución que complementa la obligación de esperar en México «mientras se procesan sus solicitudes».

Desde Normandía, donde fue entrevistado por la periodista de Fox News Laura Ingram, Trump despachó con ironía la resistencia en su propio partido a los aranceles. «Las tarifas son una cosa hermosa. Son hermosas si sabes cómo usarlas correctamente». Desde que fueron anunciadas creció el rumor de que un grupo de senadores republicanos estaría dispuesto a bloquearlas. Haciendo un improbable frente común con la minoría demócrata. Los aranceles suponen un ataque frontal a la doctrina económica republicana. Frente al libre comercio, abrazado con entusiasmo por los Bush Jr., se impone la visión proteccionista e intervencionista de un presidente que no duda en usar el comercio como herramienta política.

Sea como sea el grueso de las negociaciones entre los dos países avanzaba contra reloj y ayer estaba prevista otra ronda de conversaciones. Porque a nadie se le escapa que los aranceles, si bien parecen un armamento disuasorio bastante eficaz, potencialmente dañinos para la economía del país vecino, pero también ocasionarían disrupciones severas en la economía estadounidense. No se trata solo de las empresas que tienen sus factorías deslocalizadas y que, según Trump, estarían considerando regresar a EE UU, sino que la cesta de la compra del ciudadano estadounidense también sufriría un golpe instantáneo. Para entenderlo baste recordar que México es el principal socio comercial de EE UU, que en 2018 importó bienes y servicios por valor de más de 370.000 millones de dólares.

Temor a la subida de precios

No se trata solo de la industria de la automoción. No hablamos solo del sector textil. Lo primero que conocería drásticas subidas de precios son los alimentos, empezando por una proporción no desdeñable de las frutas y verduras que se consumen en EE UU.

Pero Trump está convencido de que los beneficios superarán con creces los inconvenientes. Entre otras cosas porque México ha permitido que «la gente atraviese su país y no debería». «Envían drogas por valor de 500.000 millones dólares anuales, matan a 100,000 personas. Arruinan a un millón de familias cada año». «Es», añadió en su conversación con Ingram, «una invasión sin las armas». Y desde luego que los números parecen confirmarlo. Lo hizo, esta misma semana el director interino de la Patrulla de Fronteras, John P. Sanders, que ha dado la voz de alarma. Desde que comenzó el año fiscal han sido detenidos más de 676.315 indocumentados, 144.278 solo en mayo, de los que 130.000 fueron apresados y/o se entregaron a las autoridades en las inmediaciones de la frontera y apenas 12.000 en los puestos fronterizos. La inmensa mayoría de esos inmigrantes son centroamericanos a los que México tendrá ahora que ofrecer asilo.