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Unión Europea

Bruselas exige una «hoja de ruta» para la prórroga

Los 27 creen que la negociación está agotada y se niegan a dar un «cheque en blanco» a Londres.

Bruselas exige una «hoja de ruta» para la prórroga
Bruselas exige una «hoja de ruta» para la prórrogalarazon

Los 27 creen que la negociación está agotada y se niegan a dar un «cheque en blanco» a Londres.

Quien espera, desespera. Pero a los Veintisiete no les queda más remedio que hacer de la paciencia (irónicamente, la archiconocida como flema británica) su principal virtud. Tras el descalabro parlamentarioa sufrido por Theresa May el martes y la previsible petición de prórroga por parte de Wetsminster en la jornada de hoy, las cancillerías europeas se niegan a una extensión de las negociaciones en forma de cheque en blanco que solo consiga prolongar la agonía y que el vendaval al otro lado del Canal de la Mancha acabe contagiando a las instituciones comunitarias.

El negociador jefe de los Veintisiete, Michel Barnier, lo resumió ayer durante el debate celebrado en el hemiciclo de Estrasburgo. «Prolongar esta negociación... ¿para hacer qué?, puesto que la negociación sobre el artículo 50 [sobre la salida de un Estado miembro de la UE] está terminada», inquirió el político francés dirigiéndose con sus palabras a las autoridades británicas. Ante esta coyuntura, el tiempo de la prórroga importa menos que el objetivo, aunque a nadie se le escapa que los dos factores están intrínsecamente unidos dado lo corto de los plazos y la inminencia de las elecciones europeas. «Esto es un disparate. La gente está harta de estos juegos anglobritánicos», sostiene un alto cargo comunitario que justifica de esta manera las reticencias a dar más tiempo al tiempo, ya que «no vamos a resolver su papeleta, que es interna de Reino Unido».

El hartazgo es evidente, y en una entrevista al canal France 2, el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, insistió en el mensaje: «No habrá negociación hasta el 29 de marzo», y sobre una eventual prórroga, «habría que saber en qué condiciones y para qué», dijo. Hasta hace unas semanas, en Bruselas se abría la puerta a un retraso de tan solo unos meses con carácter técnico, pensada –sobre todo– para que Reino Unido tuviera el tiempo suficiente de introducir en su ordenamiento jurídico el acuerdo. Pero ante la nueva derrota de May, ni siquiera esta extensión por un lapso de tiempo breve (hasta el 2 de julio como máximo, antes de la primera sesión de la nueva legislatura en el Parlamento Europeo) es segura, ya que no existe la esperanza de que Westminster acabe cediendo y en Bruselas el margen de negociación se da por agotado. «No habrá garantías o interpretaciones adicionales», confirmó Barnier.

Según las fuentes consultadas, tan solo se podría contemplar una prórroga de larga duración en caso de que los Veintisiete se quedasen sin interlocutor y se convocaran nuevas elecciones generales. Entonces se repetiría una situación muy similar a la ocurrida tras la celebración del referéndum el 23 de junio de 2016. En un primer momento, los Veintisiete urgieron a una notificación lo más rápida posible, pero, debido al caos desatado, se armaron de paciencia y acabaron resignándose a esperar casi un año a que comenzaran las negociaciones. Ante la incertidumbre generalizada, de momento lo único claro es la coreografía de encuentros. Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintiocho discutirán la próxima semana en Bruselas el posible «sí» a una prórroga. Es pronto para aventurar resultados. Nada puede darse por hecho. Según reconoce un alto cargo comunitario, «el escenario realmente peligroso es el del no acuerdo. No está descontado por el mercado. Que haya un Brexit sin acuerdo va en contra de todos los principios básicos de sentido común. Pero, de vez en cuando, los accidentes ocurren», reconoce.

«Deal o no deal». Ésa es y será la cuestión, aunque fuentes diplomáticas también recuerdan que el Tribunal de Justicia de la UE ha validado la posibilidad de una retirada unilateral del Brexit por parte de Reino Unido, algo que los Veintisiete no verían con malos ojos siempre y cuando fuera una salida «sincera» y no con el fin de un perpetuo chantaje para conseguir renegociar el acuerdo.