Política

Terrorismo yihadista

Caos y desgobierno

La Razón
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Si las tribus suníes locales hubieran trabajado unidas, habrían podido desalojar a los yihadistas en la región de Anbar. Sin embargo, los extremistas han sabido obtener ventaja de las diferencias y las luchas de poder entre las tribus locales y las figuras políticas de esta provincia. Aquí, el mapa de poder es muy complejo y los islamistas sólo suponen una fuerza más entre los grupos que ansían el poder. No existe un enemigo común. Todos luchan contra todos. Los fundamentalistas no sólo se han hecho con Mosul, sino que también controlan gran parte de las ciudades de Ramadi y Faluya. En estos años, el principal error que el primer ministro Maliki ha cometido en esta problemática zona ha sido marginar a los suníes mediante la exclusión de sus líderes electos de cualquier papel significativo en la formulación de políticas y toma de decisiones. Los ha demonizado e incluso ha disuelto sus protestas pacíficas por la fuerza. En un principio, se comprometió a atender las legítimas demandas de los manifestantes, pero nunca cumplió su promesa. Así perdió toda la confianza de los suníes. Los líderes y políticos tribales de Anbar han estado advirtiendo durante meses sobre las actividades yihadistas y la necesidad de establecer una base en el desierto para hacer frente a esta amenaza. Pero Al Maliki no se ha movido. Parecía más preocupado por las protestas de los suníes que por los extremistas. Su estrategia también ha estado muy medida de cara a las elecciones del pasado mes, ya que con su guerra contra los suníes en vez de contra los yihadistas cosecharía mayores réditos electorales en las provincias chiíes, como así se confirmó.

Tanto Irán como EE UU quieren ver a los yihadistas derrotados por su propio beneficio. Por ejemplo, una insurgencia yihadista de éxito significaría un Irak desestabilizado, lo que amenazaría la capacidad de Irán para apoyar al régimen de Asad en Siria. Sin embargo, el objetivo de ISIL de establecer un estado islámico en la zona norte de Siria, el sur de Turquía e Irak no lograría sostenerse a largo plazo, en el caso de conseguirlo. La mayor dificultad para hacer frente a esta filial de Al Qaeda es el desorden del Estado iraquí. Un país incapaz de reconciliar a todos los grupos étnicos y religiosos cuyo Gobierno sí podría derrotar militarmente a los yihadistas, pero que sólo podría garantizar la estabilidad del país a posteriori si todos los suníes se sienten parte del sistema. En este momento, los retos de Irak no son sólo militares, sino políticos.

*Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Americana de Irak, en Sulaimani