Acoso sexual

Dimite el fiscal del Mee Too tras cuatro denuncias por abusos

Muy crítico con el presidente de EE.UU., Donald Trump, era uno de los fiscales generales estatales más poderosos

El fiscal general del estado de Nueva York, Eric Schneiderman, en una imagen de archivo / Reuters
El fiscal general del estado de Nueva York, Eric Schneiderman, en una imagen de archivo / Reuterslarazon

El fiscal general del estado de Nueva York, Eric Schneiderman, ha presentado su dimisión después de que cuatro mujeres aseguraran haber sufrido abusos y malos tratos por su parte.

El fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, dimitió después de que cuatro mujeres lo acusaran de agredirlas. Sus relatos, mezcla de sordidez y violencia, aparecieron en un reportaje bomba de la revista «New Yorker». A partir de ahí las horas de Schneiderman como azote de las políticas medioambientales de la Casa Blanca y gran abanderado del #MeToo estaban contadas. Renunció al cargo con un comunicado con sabor a funeral cívico. «Ha sido mi gran honor y privilegio», afirmó, «servir como fiscal general para el pueblo del Estado de Nueva York. En las últimas horas, se han presentado graves acusaciones en mi contra, que niego radicalmente. Si bien no están relacionadas con mi conducta profesional o las operaciones de la oficina me impedirán dirigirla en este momento».

Acaba así una carrera meteórica. Disparada desde que en 2010 sustituyera al también demócrata Andrew Cuomo. Precisamente, el actual gobernador fue uno de los primeros en apretar la soga y decidir su suerte, toda vez que, en su opinión, y dado el patrón de los hechos descritos, no podía continuar en el cargo. «No creo que sea posible que Eric Schneiderman continúe desempeñándose como fiscal general», sentenció Cuomo.

De las cuatro mujeres, sólo dos, Michelle Manning Barish y Tanya Selvaratnam, se han atrevido a dar la cara. Todas ellas habrían mantenido una relación más o menos duradera con Schneiderman. Todas alegan que en algún momento las cosas se hicieron progresivamente sombrías, que el fiscal bebía con intensidad poco recomendable y que comenzó a agredirlas. Schneiderman se defiende. Alega que si alguna vez hizo algo malo fue en el marco de un juego consentido. «En la privacidad de las relaciones íntimas», dice, «me he involucrado en juegos de roles y otras actividades sexuales consensuadas. No he agredido a nadie. Nunca me he involucrado en sexo no consentido, una línea que no cruzaría».

Las historias de sus presuntas víctimas repiten un patrón de violencia. Esto de Selvaratnam, por ejemplo, a la que Schneiderman habría agredido en el dormitorio. «Perdí el equilibrio y caí hacia atrás sobre la cama», recuerda. «Me puse de pie, pero había muy poco espacio entre la cama y él. Me levanté para tratar de empujarlo hacia atrás y me empujó hacia abajo. Luego usó su peso para sujetarme y comenzó a estrangularme».

Palabras que repite horrorizada la actriz y aspirante demócrata a competir con Cuomo, Cynthia Nixon, célebre por interpretar a Miranda en la serie de televisión «Sexo en Nueva York». Su alegato no deja títere con cabeza y tampoco oculta sus ambiciones y su sintonía con quienes creen que los abusos responden a un patrón cultural, a una cultura de la violación, que permearía la sociedad. «Las descripciones de estas valientes mujeres sobre el abuso físico y sexual que sufrieron a manos de Eric Schneiderman son repugnantes. Las mujeres que se presentaron con tanto valor para contar sus historias y evitar que otras sufran son unas heroínas. La investigación debe continuar. Necesitamos llegar al fondo de la tremenda cultura del silencio que protege a los poderosos. Debemos continuar trabajando para terminar con esta epidemia nacional».