El alcalde de Roma retira su dimisión

Roma puede que aún tenga alcalde. O tal vez no y su hasta ahora regidor, Ignazio Marino, sea sólo un muerto que camina. Lo cierto es que hay pocas cosas claras en el vodevil político que vive la capital italiana en las últimas semanas. Al final le va a tocar poner un poco de orden al primer ministro, Matteo Renzi, compañero de filas de Marino en el Partido Democrático (PD). Su militancia común no les convierte en amigos: se llevan a matar y el jefe de Gobierno se niega a hablar con él.

Renzi se llevó ayer el último disgusto con Marino cuanto éste anuncio que da marcha atrás y retira su dimisión. La presentó el 12 de octubre por el escándalo que se organizó por unas cenas privadas que el alcalde pagó con la tarjeta de crédito municipal. Después de pasarse estos días coqueteando con la idea de seguir en el poder, ayer le echó el último pulso al PD, que intentará quitárselo de encima retirando a todos sus concejales del Ayuntamiento para forzar la disolución de la Junta y nuevas elecciones. El problema del partido de Renzi es que no tiene suficientes representantes para lograrlo. Cuenta con 19, cuando el mínimo legal son 25. En un esperpento propio de la política italiana, le tocará mendigar apoyos en la oposición para quitarse de encima al alcalde.

Los romanos contemplan con hastío estas mandangas politiqueras, mientras la degradación de la ciudad alcanza cotas nunca vistas. No extraña que el comisario nacional anticorrupción, Raffaele Cantone, dijera que Milán es la nueva «capital moral» de Italia, pues Roma «no tiene los anticuerpos necesarios».