Política

Moscú

El nuevo despotismo moscovita

La Razón
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l Putin ha intentado evitar que la violación de derechos humanos existente en Rusia pasara a un segundo plano tras realizar tímidos gestos ¿Ha sido una mera pose de cara a Occidente?

–Es cierto que Moscú ha realizado pequeños movimientos en las víspera de los Juegos de Sochi como, por ejemplo, la liberación de magnate Mijail Jodorkovski. Sin embargo, a nivel macro, poco ha cambiado. Y es que, por ejemplo, su fuerte lucha contra los derechos de los homosexuales está muy vinculada a la política exterior de Rusia y a la campaña de Putin para promover la integración entre los estados post soviéticos como alternativa a la integración con Occidente. Forma parte de sus pilares fundamentales, lo que impide que sus políticas anti gays se liberalicen. Si Putin quiere realmente llevar a cabo un cambio con el que Occidente comulgue, deberá comenzar por reconocer el derecho de los países vecinos para elegir su propio destino, dejar de culpar a Occidente de los males de Rusia y permitir un mayor pluralismo político.

l ¿Qué pretende demostrar Putin con los Juegos?

–Éstos fueron concebidos como una oportunidad para demostrar que Rusia está de vuelta como un actor global. Que es capaz de organizar un evento de esta magnitud y afirmar que es un país seguro. Está claro que esta declaración de intenciones es totalmente cuestionable. Esto para él no es simplemente prestigio, no sólo liderazgo, sino un hecho con el que podrá presumir ante el mundo. Así como poner a Sochi a la cabeza de la lista de complejos turísticos de interés mundial.

l Pero esta meta también puede quedar eclipsada por las tramas de corrupción y negligencias medioambientales cometidas durante la preparación de los Juegos...

–Está claro que en Rusia la corrupción es algo que está generalizado en el Gobierno y en el sector privado. Putin y otros dirigentes reconocen el problema y, a menudo hablan de hacerle frente, pero se ven limitados por la naturaleza del sistema político basado en el control de la distribución de las rentas a cambio de lealtad política. En cuanto a las negligencias, cualquier proyecto de este tipo plantea retos ambientales, lo que ocurre es que en Rusia, la corrupción y el hecho de no tener que rendir cuentas a nadie, empeoran el problema.