Política

Reino Unido

El referéndum trampa del laborismo

McDonnell rebajó las expectativas sobre otro plebiscito, aunque la decisión la tomarán hoy las bases

El líder laborista, Jeremy Corbyn, y el canciller en la sombra (ministro de Economía) laborista, John McDonnell, durante un acto de su partido ayer en Liverpool
El líder laborista, Jeremy Corbyn, y el canciller en la sombra (ministro de Economía) laborista, John McDonnell, durante un acto de su partido ayer en Liverpoollarazon

McDonnell rebajó las expectativas sobre otro plebiscito, aunque la decisión la tomarán hoy las bases.

Si hay una lectura que pueda sacarse del congreso anual que el Partido Laborista está celebrando esta semana en Liverpool es la siguiente: al igual que el debilitado Gobierno de Theresa May, la oposición tampoco cuenta con una estrategia clara respecto al Brexit. La opción de un posible segundo referéndum sobre la permanencia en la UE se ha convertido en un verdadero dilema para los de Jeremy Corbyn. Los afiliados –sin cuyo apoyo el triunfo del veterano político en las primarias de 2015 no habría sido posible– reclaman un segundo plebiscito. Sin embargo, en la cúpula existe el temor de que esta opción les pueda quitar votantes ante unas posibles elecciones anticipadas, al interpretarse que no respetan el deseo que manifestaron los británicos en la histórica consulta de 2016.

Después de que el domingo Corbyn dejara la puerta abierta a un segundo plebiscito –insistiendo eso sí, en que su prioridad es forzar comicios–, su mano derecha, el portavoz de Economía, John McDonnell, anunció ayer que un hipotético segundo referéndum sobre el Brexit no incluiría la posibilidad de permanecer en la UE, sino que sólo se ceñiría a los términos del acuerdo de salida con Bruselas. Es decir, se votaría por un Brexit blando, con la opción de quedarse en el mercado único, o un Brexit duro. Sus palabras crearon confusión y a lo largo de la jornada, McDonnell acabó señalando que «todas las opciones seguían sobre la mesa».

Ante la ambigüedad de la cúpula del partido, serán los afiliados los que voten hoy por el rumbo que quieren que siga la formación respecto a la salida del país de la UE, aunque aún no se ha decidido cuál será la pregunta concreta que se trasladará a las bases. Tras una intensa reunión de más de cinco horas que se alargó el domingo hasta altas hora de la noche, más de 100 delegados lograron un acuerdo para aprobar un borrador de moción de dos páginas en el que se explica que en caso «de no lograr unas elecciones generales, los Laboristas deben apoyar todas las opciones que sigan en la mesa, incluido hacer campaña por un voto público», en referencia a un segundo referéndum. El portavoz del Brexit en la formación, Sir Keir Starmer, señaló que no se había descartado la opción de permanecer en el bloque.

En cualquier caso, la prioridad para la oposición es forzar unas elecciones, escenario que podría producirse antes de que finalice este año si rechazan el acuerdo de salida que May haya negociado con Bruselas cuando la premier lo someta a votación en la Cámara de los Comunes. Eso sí, para ello necesitarían tener el apoyo de un puñado de «tories» rebeldes.

McDonnell insistió al Gobierno de May en que convoque elecciones y proclamó que el Partido Laborista está «preparado» para ejecutar un radical plan de re-nacionalización tan pronto como llegue al Ejecutivo.

Por su parte, a pesar de la humillación que supuso la cumbre de Salzburgo, donde los 27 rechazaron su propuesta de divorcio, May sigue aferrada al llamado Plan de Chequers, donde se plantea un marco regulatorio común sólo para bienes. La «premier» celebró ayer una reunión con su Gabinete y, según un portavoz de Downing Street, cuenta con el apoyo de todos sus ministros. La prensa británica, sin embargo, habla de divisiones internas.

Además, según el portavoz del Número 10, el Ejecutivo descarta negociar con la UE un acuerdo comercial al estilo del que existe con Canadá, como piden algunos diputados conservadores, al juzgar que se incrementarían las barreras comerciales y exigiría controles fronterizos en la isla de Irlanda, lo que se considera perjudicial para el proceso de paz en el Ulster.