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Erdogan promete mano dura frente a los «terroristas» que le desafían
El primer ministro turco mantendrá sus planes urbanísticos en el emblemático parque Gezi. Los manifestantes de Taksim se preparan para responder al órdago del líder islamista
Erdogan dio a entender que no retrocede en sus planes urbanísticos sobre Estambul, que han originado las masivas protestas en Turquía, mientras vuelven las protestas ciudadanas a la calle.
Atardece sobre la plaza Taksim de Estambul y miles de personas se reúnen, una vez más, para protestar en contra del primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, que regresaba anoche de una gira oficial por el Magreb que le ha mantenido alejado varios días de la revuelta popular que estalló hace ahora una semana en Turquía. En la plaza que se ha convertido en su símbolo y sede, un megáfono ha estado toda la tarde anunciando y animando una manifestación para dar la bienvenida a Erdogan, que antes de tomar el avión de regreso a casa volvió a mostrarse inflexible y desafiante. En declaraciones a la Prensa en la capital tunecinaErdogan dejó claro que no dará marcha atrás en los planes de remodelación de la plaza Taksim, que fue precisamente la chispa que encendió la actual ola de protestas. El Gobierno islamista planea construir sobre el parque Gezi barracas militares de la época otomana, que albergarían en el futuro un centro comercial, en el marco de un gran proyecto urbanístico para modernizar el centro de Estambul.
Erdogan no sólo defendió este proyecto para «embellecer» Taksim sino también la política medioambiental de su Gobierno porque, según explicó, se han plantado 2,8 millones de árboles en la última década. Al frente del Ejecutivo desde 2002 , el de Taksim no es el primer proyecto urbanístico de Erdogan que desata la ira de los defensores del medio ambiente que acusan a los islamistas de especular, entregando los barrios históricos a empresas de construcción «amigas» del partido gobernante, el AKP. Pero las palabras de Erdogan desde Túnez no estropeaban el ambiente festivo en Taksim y Gezi, un universo aparte donde los manifestantes se expresan libremente y se organizan de forma autónoma. «Erdogan se marchó durante cuatro días pensando que nos iríamos a casa y que todo acabaría», explica Damla a LA RAZÓN, «pero vamos a quedarnos aquí hasta que nos escuche», asegura esta estudiante de bachiller. El hecho de que el primer ministro dejara del país en medio de la crisis más profunda que ha vivido su liderazgo en más de diez años da cuenta de la confianza que tiene en su propio poder. De hecho, se encargó de recordar que tiene al 50% de la población de su parte, los que le votaron en las elecciones.
Tampoco dudó Erdogan en acusar de «terroristas» a algunos de los manifestantes, incluido un grupo supuestamente vinculado al ataque contra la Embajada de EEUU en Ankara el pasado mes de febrero. Poco después de sus declaraciones, la Bolsa de Estambul se desplomaba hasta alcanzar su nivel más bajo en lo que va de año, con una pérdida de ocho puntos. Los mercados temen una inestabilidad política continuada y una lucha en las calles que puede afectar a la boyante economía turca, de la que tanto presume su primer ministro. «No me sorprende en absoluto su postura: es un dictador y los dictadores nunca se retractan», asegura Akram, un hombre de negocios de mediana edad que repasa las noticias en su tableta.
Está aquí para apoyar a los jóvenes que se rebelan contra el Gobierno y para celebrar lo que califica de gran cambio para la sociedad turca: «Antes no podíamos hablar ni protestar, éramos encarcelados y silenciados, pero ahora ya no nos podrán callar, éste es el comienzo del fin del miedo», dijo a este periódico. Para él, como para muchos otros, este movimiento ciudadano no es sólo en contra de la demolición del parque Gezi, sino en contra del autoritarismo y la represión por parte del Estado.
Muere un policía al sur del país
Primera víctima mortal del Cuerpo de Policía turco en las protestas. Un agente, Mustafa Sari, falleció ayer como consecuencia de las heridas sufridas al caer de un puente mientras perseguía a un grupo de manifestantes en la provincia de Adana, en el sur del país. El agente cayó desde una altura de cinco metros y fue ingresado en un hospital local. Dada la gravedad de las heridas, los médicos decidieron trasladarlo a un segundo centro, donde falleció.
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