Análisis

El espíritu de la UE como tabla de salvación en tiempos de turbulencias

La llegada de Trump amenaza el orden liberal internacional y con ello el modelo de integración europeo

El cantante Miguel Ríos durante la concentración en defensa de Europa y la democracia, en la Plaza de Callao, a 11 de mayo de 2025, en Madrid (España). Esta protesta está organizada por un numeroso grupo de personas de la cultura, la universidad y la comunicación, junto a distintas organizaciones de jóvenes, sindicales y sociales, para reclamar “más Europa y más integración” en positivo, ya que como ocurriera en Roma recientemente, han decidido pasar de las palabras a los hechos, cuando se ce...
Concentración en Madrid en defensa de Europa y la democraciaEuropa Press

Suele ser un tópico asegurar que el proyecto europeo avanza a golpe de crisis como si fuera una maldición. El propio Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, aseguró en la declaración que lleva su nombre y que se conmemora todos los 9 de mayo que «Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas que creen en primer lugar una solidaridad de hecho».

En los últimos veinte años las crisis han sido la nota dominante: tras el «no» a la Constitución Europea de Países Bajos y Francia en 2005, la otra gran crisis tuvo lugar con la caída mundial del sistema financiero tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008 que acabó poniendo en cuestión la propia supervivencia de la moneda única cuando la crisis financiera mutó en crisis de deuda soberana de los países del sur de la zona euro. Y justo cuando las heridas parecían más o menos curadas, llegó la crisis de refugiados y la consiguiente fractura entre el Este y Oeste del club comunitario después el Brexit.

Tras la pandemia y la estrategia europea de compra conjunta de vacunas y endeudamiento común para hacer frente a los estragos económicos ocasionados por el coronavirus , la guerra de Ucrania obligó a la UE a un salto geoestratégico que nunca había tenido lugar hasta el momento. Por primera vez se utilizó un instrumento común para armar a un país y en Bruselas empezó a utilizarse un lenguaje bélico inédito hasta el momento.

En palabras de Josep Borrell, era necesario empezar a hablar el «lenguaje del poder» y alzar la voz con mayor contundencia en la escena internacional. A su vez, el desenganche exprés del gas ruso barato -uno de los puntales de la tradicional locomotora alemana- ha obligado a acelerar la transición energética europea que sufre de unos precios mucho más caros que el resto del planeta. Mientras todo esto pasaba, la economía europea ha ido perdiendo competitividad a pasos agigantados frente a Estados Unidos y China, tal y como ha evidenciado el informe Draghi.

Ahora, la llegada de Donald Trump supone un desafío en todos los frentes. Tras el apoyo mostrado a Ucrania, una paz humillante para Kiev también lo sería para las propias instituciones europeas, sobre todo para el ejecutivo presidido por Ursula von der Leyen. Lo cierto es que muy pocas veces la UE se ha enfrentado a una crisis tan profunda como la actual, quizás porque no se está poniendo en cuestión el propio proyecto de integración europeo sino los equilibrios vigentes desde la II Guerra Mundial en el orden internacional.

Por una parte, Washington reconoce sin contemplaciones que la seguridad europea ya no resulta prioritaria y que prefiere centrar su preocupación en el Indo- Pacífico, lo que obliga al viejo continente a armarse hasta los dientes y a multiplicar sus presupuestos en Defensa, ante el temor de que tarde o temprano Estados Unidos abandone la OTAN.

Por otra, Trump parece dispuesto a poner patas arriba el libre comercio internacional con su guerra arancelaria sin cuartel, lo que obliga a la UE a buscar nuevos socios en el mundo ya que el libre comercio sigue siendo una de sus señas identitarias y el mercado común europeo uno de sus principales atractivos. La UE corre el peligro de pasar a la irrelevancia internacional si no sabe jugar sus cartas en el incierto tablero del siglo XXI. El declive de Europa también lo es del orden liberal internacional.

Cada vez más los ciudadanos europeos ven el mundo que conocen en peligro de extinción. Y eso ha resucitado un orgullo europeo que se ha manifestado en varias concentraciones que han tenido lugar en los últimos meses. Roma fue la primera ciudad en convocar una manifestación a favor de los valores europeos y Madrid ha cogido el testigo este fin de semana.

Puede que sea tan solo un espejismo, pero la sensación de crisis puede hacer que la UE dé un nuevo salto adelante tal y como se vio obligada a hacerlo en el pasado. El fin de la guerra en Ucrania sin que Rusia se salga con la suya y las negociaciones con Washington para la retirada de aranceles son los retos que debe hacer frente a la Unión Europea a corto plazo para demostrar que va a ser capaz de salvar su modelo.