Política

Unión Europea

Los partidos de izquierda radical pinchan en Europea

Las falsas expectativas del auge de los partidos radicales han quedado retratadas en las urnas. España, Francia, Italia y Grecia ya no sostienen a unos movimientos que afloraron hace cinco años a consecuencia de la crisis social, económica y migratoria.

Jean-Luc Mélenchon, Luigi Di Maio, Alexis Tsipras y Pablo Iglesias
Jean-Luc Mélenchon, Luigi Di Maio, Alexis Tsipras y Pablo Iglesiaslarazon

Las falsas expectativas del auge de los partidos radicales han quedado retratadas en las urnas. España, Francia, Italia y Grecia ya no sostienen a unos movimientos que afloraron hace cinco años a consecuencia de la crisis social, económica y migratoria.

La oleada antisistema llegó en el año 2014 a toda la Unión Europea y parecía estar llamada a convertirse en el inicio de un nuevo ciclo. Un terremoto radical que se alimentaba de la fuerte crisis económica, social y migratoria que atravesaba Europa y que amenazaba su integridad. Así comenzaron a despegar en países como Alemania, Grecia, Italia, Suecia, España, Francia o Bélgica, entre otros. Ahora, con los resultados de las elecciones europeas queda patente que los discursos extremistas que convencieron a electores desencantados, hoy han perdido fuelle y credibilidad.

Francia

El líder de la Francia Insumisa no pudo capitalizar el descontento de los «chalecos amarillos» y quedó lejos de convertirse en el líder de la oposición. Pocas veces se había visto tan silencioso a Jean-Luc Mélenchon. El líder de la izquierda radical se limitó a una declaración en la que reconoció que sus resultados eran decepcionantes. Porque, a pesar de no figurar como candidato, Mélenchon apostaba fuerte en esos comicios.

Las cifras terminaron por contradecirlo. La lista de la Francia Insumisa (LFI) logró un 6,31% de los votos, no muy lejos de lo que consiguieron en los comicios europeos de 2014, pero a años luz del 19,6% que Mélenchon cosechó para las presidenciales de 2017. Este resultado que lo llevó a expresar su deseo de que LFI reemplazara al decaído Partido Socialista francés y a convertirse, él mismo, en opositor indiscutido del presidente Macron. Para las europeas los insumisos solamente movilizaron al 40% de sus simpatizantes, y no más del 47% de los que votaron por Mélenchon en 2017 se inclinaron esta vez por la lista de la izquierda radical. La división interna del movimiento podría ser la causa de la debacle.

A diferencia de la derecha tradicional francesa, que rasga vestiduras por sus resultados, la Francia Insumisa ha decidido cerrar filas y mantenerse casi en completo silencio. Un par de voces disidentes se han levantado para criticar la figura del líder. El resto busca explicaciones. Algunos de sus representantes dicen que la culpa del fracaso está en la abstención de su electorado. Aunque la participación para estos comicios subió en al menos diez puntos. Grandes ausentes de las urnas, las clases obreras y populares (votaron sólo un 41%), donde estaría el electorado de la Francia Insumisa.

Italia

Las elecciones europeas han dejado muy tocado al Movimiento 5 Estrellas (M5E). La semana pasada, su líder, Luigi Di Maio, fue ratificado con el 80% de los militantes, pero se interpretó como una huida hacia adelante. La plataforma digital en la que se votó se basa en un sistema opaco controlado por el aparato del partido –que ya había bendecido la continuidad del líder– y además el plebiscito aplaza un verdadero examen sobre la futura estrategia. En solo un año el M5E ha pasado del 33% de las generales al 17%, en los peores resultados desde que en 2013 se presentaron a sus primeras elecciones al Parlamento. Un descalabro agravado por el ascenso de la Liga, con quienes comparten Gobierno, ya que el partido de Matteo Salvini ha seguido el camino inverso para subir desde el 17% al 34%.

La disyuntiva a la que se enfrenta ahora el M5E es si continuar en un Gobierno en el que Salvini se ve de facto como primer ministro, aprobando una mayor autonomía para las regiones del norte, bajadas de impuestos o políticas migratorias más duras, como pretende la Liga; o romper la coalición, con la dificultad de encontrar una mayoría alternativa con los socialdemócratas del Partido Democrático y el coste político de ir a las urnas en el momento de mayor debilidad. El Movimiento 5 Estrellas, que no es ni ha sido nunca un partido de izquierdas, debe decidir ahora en qué se quiere transformar.

En su fundación, hace once años, se presentaron de la mano del cómico Beppe Grillo como el antídoto contra Silvio Berlusconi, por lo que sí ocuparon un espacio que tradicionalmente había protagonizado el elector progresista. Pero su objetivo era más bien la regeneración de la política y colocarse fuera del eje izquierda-derecha. En realidad, el verdadero éxito del movimiento fue anticipar el viento político que soplaba y sumarse a la corriente.

La ideología se basaba justo en eso, en otorgar poder al pueblo en detrimento de las instituciones. Grillo presumía entonces de populismo y prometía un referéndum para salir de la UE en caso de llegar al Gobierno. Su problema ha sido que trataban de captar a un electorado muy similar al de la Liga. Y en este caso ha llegado otro político, Matteo Salvini, que ha interpretado el humor del país mejor que ellos, como demuestra el hecho de le haya robado al M5E un 14% de sus votantes. Para diferenciarse, los «grillini» han dado tantos bandazos que han pasado de buscar el apoyo de Emmanuel Macron a fotografiarse con los «chalecos amarillos» en menos de un año.

Grecia

El líder de Syriza llegó al poder a principios de 2015 como el héroe griego de la izquierda que venía a salvar al país de la crisis económica y de las políticas de austeridad impuestas por la Comisión Europea, el BCE y el FMI durante el rescate del sistema financiero. Sin embargo, su titánica resistencia duró apenas seis meses. En junio de aquel año convocó un referéndum para que los griegos decidieran si aceptar las recetas de la Troika y, pese a que estos mostraron su negativa, Tisipras no tuvo más remedio que ponerlas en práctica. Yanis Varoufakis, se marchó y se desvaneció el mito. Ese mismo año, Tsipras convocó elecciones, en las que los ciudadanos le dieron una segunda oportunidad.

Desde entonces, el primer ministro griego no es sino un esbozo de lo que prometía. Durante todo este tiempo ha seguido aplicando las políticas económicas que le venían impuestas y se ha acercado mucho más a Europa. Cuando llegó al poder se especuló con que Grecia podía abandonar el euro y ahora Tsipras comparte una excelente relación con Macron, con quien podría alinearse en el Parlamento Europeo.

La debilidad de Tsipras, que ha ido perdiendo apoyos en los últimos años, quedó reflejada en las últimas elecciones. Los conservadores de Nueva Democracia se impusieron con un 33% de los votos, por el 24% de Syriza. Tsipras se ha visto obligado de nuevo a anticipar la cita. Los griegos volverán a votar el próximo 7 de julio. En su mano tendrán darle una tercera vida al primer ministro, que se ha desplazado hacia el centroizquierda, a costa de perder el apoyo de los sectores más perjudicados por los recortes.

España

El movimiento antisistema se asentó en 2014 en las plazas de las principales comunidades aupándose de la fuerza del 15-M. Estaba llamado a ser el partido del cambio. La formación no nacía por méritos propios, sino aprovechando el momento en el que los españoles se sentían huérfanos y desencantados ante el panoráma de crisis, donde no veían en PP y PSOE la solución. Así llegaba Podemos, con un discurso radical contra las élites del Estado. Azuzando al bipartidismo, erigiéndose como único instrumento capaz de enfrentarse a los bancos y presumiendo de ser un partido «limpio». En 2014 irrumpieron en las europeas con 1.245.948 votos y once escaños sumando a Izquierda Unida, pero en 2019 se han dejado la mitad del apoyo.

En 2015 reunió un 20% del voto, procediendo un 70% de los simpatizantes del PSOE e IU. En 2016, uno de cada cinco de los votantes de Podemos decidió quedarse en casa y perdieron un millón de votos en la repetición electoral. En 2019 sus cifras certifican el pinchazo de los populismos en España a causa de sus constantes crisis internas de Podemos. Casi 30 diputados menos para el Congreso y la pérdida de 68 parlamentarios autonómicos respecto a 2015 sitúan a Pablo Iglesias a borde del precipicio electoral.